La clase había terminado temprano, como siempre que tenían examen.
Carter seguía en el salón de clases a pesar de que éste se encontraba desierto, intentaba revisar las pruebas que se apilaban en su escritorio, pero le era difícil concentrarse; desde el inicio del día una pesadez molesta se había instalado en su cuerpo como si de un mal presentimiento se tratara, una sensación que no podía quitarse de encima.
—Esto es imposible —murmuró apoyando la cabeza en el escritorio.
Dejar los exámenes para luego le pareció una buena idea. Ir a casa y dormir todo el día le pareció una idea mejor. No se dio cuenta de en qué momento se había recostado sobre el escritorio hasta que escuchó una voz femenina llamarle.
—¿Profesor?
Carter se incorporó de golpe y volteó. Una de sus estudiantes se encontraba parada en el umbral de la puerta con un semblante que denotaba inquietud.
—¿Necesitas algo, Jean? —preguntó, acomodando sus cosas para aparentar inútilmente que no estuvo a punto de quedarse dormido.
De repente, el joven sintió algo quemándole la piel y retiró la manga de la camisa solo para darse cuenta de que el calor provenía de su brazalete. Se quedó estático, procesando lo que sucedía, y en ese mismo instante una voz rasposa dijo:
—Necesito quitarle la vida, profesor.
La muchacha exhibió una sonrisa perversa, repleta de colmillos, al tiempo que su piel se agrietaba y se volvía escamosa. Carter se puso de pie con un salto y la criatura corrió hacia él, abriendo la boca de manera desmesurada buscando comérselo de un bocado; Carter creó una bola de luz copiando el poder de la fotoquinesis y la lanzó hacia las fauces del demonio, acto seguido se dirigió a ella atacándola entre las escamas para obligarla a tomar su forma humana. Su ardid funcionó y la criatura volvió a ser una chica que se desplomó en el suelo.
—¡Ayuda! —gritó Carter repentinamente juntando sus cosas por medio de su telequinesis.
El joven tomó su mochila y se arrodilló junto a la chica fingiendo revisar su pulso cuando una maestra entró al salón, la docente se detuvo en seco y se llevó las manos al pecho.
—¿Qué ocurrió? —preguntó la mujer.
—Estaba hablando con ella y se desmayó —dijo Carter con preocupación—. ¡Hay que llamar a una ambulancia!
En poco tiempo el salón se había llenado de gente, situación que Carter aprovechó para salir de allí sin ser notado. En ese momento no le preocupaba la posibilidad de que pudieran relacionarlo de algún modo con el incidente, tenía algo más urgente en mente.
Debía encontrar a sus hermanos y debían ir a casa antes de que el inframundo entero se les echara encima.
*****
Por el camino, Carter llamó a Lyra explicándole la situación que había pasado.
—Eso explica porque mi fotógrafo quiso comerme —dijo Lyra y luego de unos instantes añadió—. Mierda, eso se oyó tan mal…
—Lyra, concéntrate —dijo Carter poniendo los ojos en blanco—. Sabes lo que eso significa, ¿verdad?
—Significa que Kyle finalmente mató a nuestro padre.
Carter estuvo a punto de replicar, pero en ese momento Kyle apareció en su campo de visión entre el gentío. Al verlo, el muchacho corrió hacia él.
—Carter, me están siguiendo —dijo.
—¿Ese es Kyle? —preguntó Lyra.
Kyle llamó la atención de Carter nuevamente.
—Yo no fui —dijo—. Estaba en el gimnasio.
—Ve a buscar a Raven y a Gareth —dijo Carter al teléfono—. Nos vemos cerca de casa.
—Bien.
Carter colgó el teléfono y miró a Kyle.
—Vamos por Anette y me explicas por el camino quien te persigue.
*****
La mansión Spector se encontraba en el barrio de Greenway Village, situado al oeste de Manhattan. A pesar de ser un vecindario lujoso la casa sobresalía ostentosamente del resto; una verja de hierro rodeaba la construcción a una distancia de cinco metros, los cuales se encontraban repletos en ese momento de toda clase de criaturas que buscaban entrar a la mansión.
—Demonios —masculló Carter observando a una calle de distancia—. No esperaba que fueran tantos.
Detrás de él, Kyle y Anette miraban la casa con ansiedad. Habían dado un gran rodeo para hacerle perder la pista a cualquier ser que los persiguiera antes de llegar allí y ambos tenían los pelos de punta con el panorama.
— En serio tenemos que entrar? —preguntó Anette—. Voto por… no sé, cambiarnos el nombre y mudarnos a la Patagonia, tal vez.
—Van a encontrarnos sin importar a donde vayamos —dijo Carter.
—Qué porquería —dijo Lyra detrás de ellos.
Carter, Kyle y Anette voltearon hacia ellos. Lyra, Raven y Gareth estaban bien, salvo unos cuantos arañazos superficiales, las dos chicas estaban despeinadas y el muchacho estaba tenso. Lyra se colocó al lado de Carter y recorrió el lugar con la mirada.
—No podemos quedarnos aquí toda la vida —dijo—. Ya empiezan a buscar, lo mejor es enfrentarlos allá dónde están.
—Pues si tienes un plan, nosotros te seguimos —replicó Kyle.
—¿Desde cuándo los planes funcionan? —inquirió Lyra.
Los cuatro menores voltearon hacia Carter, que se encogió de hombros como si no tuvieran otra opción.
—Por una vez estoy de acuerdo con Lyra —dijo—. Ya planearemos algo sobre la marcha.
Dado que, al parecer, no quedaba nada más que decir, los hermanos se dirigieron a la mansión.
—¿Se dan cuenta de que vamos a la guerra sin armas? —preguntó Raven.
—Somos magos, no las necesitamos —replicó Gareth.
—Todo lo que necesitamos es abrirnos paso hasta la casa —dijo Lyra.
El grupo llegó a la mansión y cientos de miradas furiosas se enfocaron en ellos. Carter miró a los lados percatándose de que el único hechizo de todos lo que rodeaban la casa que seguía intacto era el de la invisibilidad parcial: todo rastro de actividad sobrenatural que ocurriera entre los cinco metros de camino, permanecía oculto a la vista de las personas; después abrió la verja de hierro y entró seguido por sus hermanos con lo que los invasores se abalanzaron sobre ellos.