-- Nueva York, 19 de octubre de 2018 --
Los habitantes de Greenwich Village observaron con curiosidad el afluente de personas que entraban a la mansión Spector. Toda una novedad, puesto que era sabido lo poco asiduo que era el dueño de aquella casa a las fiestas, por lo que aprovechaban cualquier ocasión que tuvieran para curiosear.
Al ser los mayores, Carter y Lyra recibían a los invitados en la entrada del lugar, Kyle y Raven los conducían al vestíbulo y allí Anette y Gareth se aseguraban de que fueran debidamente atendidos. Cuando el último de los invitados entró, la puerta se cerró con un leve eco, lo que fuera a pasar dentro no era apto para curiosos… sobre todo, para curiosos del mundo normal. La fiesta era tan exquisita que nadie notaba cómo eran observados cuidadosamente por los anfitriones, buscando disimuladamente un rastro que habían almacenado.
Era por eso que esta reunión había visto la luz.
—¿¡Un baile!? —increpó Kyle días atrás—. Nuestros padres han muerto, ¿y tú quieres organizar un baile?
—Papá fue muy claro respecto a este punto cuando habló conmigo —dijo Carter—. La fiesta ya fue programada y debe realizarse. Además, podemos usarla a nuestro favor.
—¿De qué estás hablando?
—Es probable que el asesino asista al baile.
Esa posibilidad era lo que los mantenía expectantes, rastreando a cada invitado en busca de algún rastro a muerte primigenia. Sin embargo ninguno había encontrado nada, y conforme se desarrollaba la fiesta su suerte no mejoraba al respecto, lo que les dejaba dos opciones: o el asesino que buscaban no se había presentado, o el susodicho encontró una forma de ocultar su esencia.
“Es probable que estemos perdiendo el tiempo”, pensó Raven mirando a su alrededor con fastidio. No sabía qué tal les iba a sus hermanos, pero ella ya estaba cansada de buscar sin tener éxito. Si la persona que buscaban estaba allí, seguramente se estaba burlando de ellos en ese momento, tal vez estaba planeando atacar en ese momento y ellos lo habían invitado alegremente a su casa…
—Disculpa.
La chica parpadeó. Estaba tan sumida en sus pensamientos que no notó la presencia de alguien frente a ella. Era un hombre de mediana estatura con una leve palidez, de rasgos asiáticos, cabellos y ojos castaños con unas profundas ojeras; el hombre sonrió con gentileza y extendió una mano hacia Raven con caballerosidad.
—¿La futura reina del infierno sería tan gentil de concederme este baile? —preguntó amablemente.
Raven se quedó en silencio, disimulando su sorpresa. Si su sentido de rastreo no le fallaba, este sujeto despedía un ligero tufo a muerte primigenia, pero no estaba segura: Gareth era el rastreador experto y no se veía por ningún lado. ¿Dónde estaba su pequeño hermano cuando lo necesitaba? Ah, qué demonios, se las arreglaría cómo pudiera: finalmente había encontrado una pista que podía investigar y no la iba a dejar ir así como así por ser demasiado prudente.
—Por supuesto que sí —dijo la muchacha, mostrando su mejor sonrisa, y tomó la mano del desconocido.
Ambos se dirigieron al vestíbulo, que había sido acondicionado para ser una pista de baile, y en la cual ya se había reunido una pequeña multitud de invitados, y comenzaron a bailar al ritmo de la música. Raven analizó al hombre con el que estaba bailando y un leve sentimiento de incomodidad se hacía presente en su interior por su primera impresión: era alguien demasiado normal. Más allá de ese leve hedor que llamó su atención en un principio, no podía dilucidar nada más de él; de vez en cuando miraba alrededor, esperando ver a alguno de sus hermanos; y cada vez que intentaba concentrarse para enviar un mensaje mental, el hombre la interrumpía hablándole sobre algo. Estuvo a punto de mandarlo al diablo, dispuesta a alejarse de allí cuando escucho que alguien le llamaba en ese preciso momento.
—¿Raven? —inquirió Anette, mirando con atención—. Carter te estaba buscando, pero le diré…
—Ah, aquí estás —dijo Carter apareciendo detrás de Anette—. Y al parecer, estás ocupada. ¿Quién es tu nuevo amigo?
“No es mi amigo”, pensó Raven. Sin embargo, el hombre se separó de ella haciendo una reverencia en dirección a Carter.
—Le ofrezco una disculpe, he sido grosero — dijo—. Permítame presentarme, mi nombre es Tatsu Ikaranase, y soy un simple nigromante que había sido convocado por su padre anteriormente.
—Ya veo —dijo Carter haciendo a su vez una leve reverencia.
Raven y Anette se miraron una a la otra con la misma interrogante en la cabeza: ¿para qué necesitaría su padre a un nigromante? Es decir, él ya era el señor de la muerte. ¿Por qué llamaría a su presencia a alguien así? Era un misterio nuevo que se había llevado a la tumba.
—Solo quería mostrar mis respetos ante ustedes —le dijo Tatsu a Carter—. Lamento su pérdida.
—Se lo agradezco. Es posible que tal vez deba contactarlo después —dijo Carter con una sonrisa.
—Claro, esperaré su llamada. Permiso.
En cuanto Tatsu se alejó lo suficiente, Raven y Anette miraron a Carter con curiosidad.
—¿Qué fue eso? —preguntaron al unísono.
—¿Qué cosa? —replicó Carter fingiendo demencia.
Raven se cruzó de brazos y Anette arqueó una ceja, Carter se aseguró de que nadie les prestaba atención y dijo en voz baja:
—Gareth vio al sujeto desde que se acercó a Raven y lo observó tratando de rastrearlo. Tiene un presentimiento con él, y saben que por lo general sus presentimientos son acertados.
—¿Crees que sea nuestro sujeto? —preguntó Anette.
—Es posible, así que tengan cuidado.
Raven volteó hacia donde el nigromante se había dirigido y distinguió a Tatsu charlando animadamente con uno de los invitados. En un momento determinado, el nigromante miró en su dirección y le sonrió discretamente antes de seguir con lo suyo.
—Es algo sospechoso —dijo Raven luego de un rato.