Su nombre era Sachi, y era la última descendiente del antiguo clan Tanabaka. Era un fantasma fuera de su tiempo persiguiendo al causante de su sufrimiento.
Que ella supiera, era la única persona que había revivido dos veces y la primera no había sido nada agradable. Los últimos días de su primera vida habían sido un infierno por causa del que fuera su gran amor, el cual la había empujado a buscar algo de paz en el vacío de la muerte. Sin embargo, lo que encontró fue la oscuridad del olvido y regresó al mundo como un lienzo en blanco, sin memoria alguna de quien había sido o lo que había pasado. El primer ser humano que vio al volver a la vida fue a un joven de ojos castaños, cubierto con una túnica negra, que la observaba con curiosidad. La muchacha abrió la boca para decir algo pero él se adelantó haciéndole una pregunta:
—¿Sabes quién soy?
Ella se mantuvo en silencio y negó con la cabeza.
—Ni siquiera sé quién soy yo —dijo.
—Es mejor así —le dijo el hombre con una sonrisa—. Todo lo que debes saber es que estás bajo mis órdenes y hay algo que necesito que hagas.
—Entendido.
Al cabo de un rato, el hombre de negro recibió una visita, era una muchacha menuda y pequeña de cabello castaño, ataviada con un kimono blanco adornado con flores lilas. La chica sonrió al verlo, y él la recibió con familiaridad y gentileza.
—Llegaste temprano, Tomiko —dijo.
—Dijiste que tenías algo importante que decirme, así que vine —dijo la chica—. ¿Qué ocurre, Tatsu?
—Me temo que no puedo casarte contigo.
Tomiko observó a Tatsu con sorpresa sin saber qué decir, ya que eso realmente no se lo esperaba. Finalmente, luego de un rato, preguntó:
—¿Por qué?
Tatsu ladeó la cabeza y respondió con voz melosa:
—Porque yo conduje a tu hermana a la muerte.
El impacto de la noticia dejó a Tomiko sin palabras, que al momento siguiente lo miró con furia dejando a un lado su fachada de chica inocente y delicada, atacando al hombre frente a ella con un abanico, gritando:
—¡Lo sabía!
—Querida Tomiko… ¿Si lo sabías por qué aceptaste casarte conmigo? —preguntó Tatsu retrocediendo de un salto—. Soy una persona cuidadosa, ¿qué esperabas encontrar?
Tomiko ignoró sus palabras sin dejar de atacarlo. La rabia cegaba sus movimientos en ese momento, sabiendo que su hermana mayor tenía razón y ahora ella no podía retroceder.
—¡Voy a matarte! —exclamó—. ¡Voy a…!
Una hoja filosa le atravesó el pecho. Tomiko soltó el abanico, paralizada, y un hilo de sangre escurrió por la comisura de sus labios. Para su sorpresa, vio frente a sus ojos a su hermana fallecida, como si el tiempo luego de su muerte no hubiera pasado.
—Sachi…—dijo Tomiko antes de morir, cayendo inerte a sus pies.
Los siguientes en morir serían los familiares de Tomiko: sus padres, su primera hermana y su cuñado.
Después de esto, Sachi se reunía con Tatsu cada vez que él necesitaba algo y no podía hacerse cargo por su cuenta, así que la enviaba a ella para lidiar con ello. A su lado se encontraba un joven pelinegro que la miraba con remordimiento, un hombre que le parecía lamentable y al que trataba con desprecio. Su vida seguía una rutina, que iba marcada por las órdenes del hombre que la había sacado del limbo hasta una tarde, en que un encuentro lo cambiaría todo.
En los tiempos en que no tenía nada que hacer, Sachi deambulaba por el bosque; tratando de recordar aunque fuera una sola cosa sobre quién era, cuando un movimiento entre los árboles llamó su atención. Ante la posibilidad de que fuera una amenaza, la joven se armó rápidamente con un peine de madera que solía llevar consigo, y a su encuentro salió un zorro de pelaje rojizo que se acercó a ella con cautela; por un momento Sachi consideró matarlo, después de todo era un simple animal, pero el zorro levantó sus siete colas que se ondearon al mismo tiempo y la miró a los ojos fijamente.
Sachi gritó de dolor, sujetándose la cabeza con ambas manos en el momento en que un aluvión de memorias entró en su mente de golpe: años de vida comprimidos en unos minutos, pasando por su cabeza de golpe hasta que el malestar remitió, pudo finalmente recuperar su identidad… y el horror de lo que había hecho la impactó.
Tomiko, a la que había asesinado apenas regreso a la vida, era su hermana.
El hombre al que despreciaba era su amado prometido Reijiro.
Y Tatsu, al que había seguido ciegamente, era el causante de todo.
Sachi cayó de rodillas y rompió a llorar mirando al zorro, que se acercó aproximando su hocico al rostro de ella secando sus lágrimas con su pelaje.
— Lo lamento— dijo con pena—. Lamento haberte abandonado, pero ahora tienes una oportunidad. Estás fuera de su control.
La chica comprendió lo que el kitsune quería decir y se fue. Tenía una sola oportunidad y debía aprovecharla, de modo que fue al encuentro de Tatsu. Como las veces anteriores, Reijiro estaba con él y la miró en cuánto entró.
—¿Otra vez en el bosque? —preguntó Tatsu volteando hacia ella.
—Sí —dijo Sachi—. Estaba meditando.
—¿Acerca de qué?
—De lo sola que estoy.
Sachi se acercó a Tatsu con una leve sonrisa, apoyando una mano en su mejilla mientras que la otra la apoyó discretamente en una mesa cercana.
—¿No te has sentido solo? —preguntó con voz seductora.
—Sí… —respondió Tatsu tomando su mano—. Hace mucho tiempo.
Por el rabillo del ojo, Sachi observó a Reijiro. El joven estaba sorprendido pero advirtió como tanteaba discretamente sobre la superficie de la mesa y se mantuvo alerta. La chica miró al nigromante fijamente sujetando un cuchillo de cocina y replicó:
—Es lo mínimo que merecen los traidores.
En ese momento Sachi atacó, dirigiendo el cuchillo hacia el cuello de Tatsu, que alzó un brazo para bloquear su ataque al tiempo que le torcía la mano que tenía sujeta. Sachi dio un paso atrás y luego alzó la pierna en una patada que su contrincante esquivó por muy poco alejándose de ella; en ese momento Tatsu la atacó dirigiendo el canto de su mano hacia el pecho y Sachi se apartó para darle paso a Reijiro, quien se abalanzó sobre Tatsu y ambos cayeron al suelo en un violento forcejeo.