-- Provincia de Koga, año 1584 --
—La habilidad fundamental de la nigromancia es la conciencia de la energía de la muerte —dijo el viejo Akira a su alumno.
—Así como lo es el conocer el alma y sentir el mundo que existe más allá de éste —recitó Tatsu con los ojos cerrados, en un estado de total relajación.
Akira asintió satisfecho. Tatsu había resultado ser un magnífico estudiante, pese a que su preparación para el estudio de la nigromancia en un principio había sido problemática, ya que el muchacho había desarrollado un comprensible temor a la muerte que bloqueaba su talento… porque el viejo Akira estaba seguro de que Tatsu Ikaranase tenía talento para la nigromancia. Lo había notado durante una de sus meditaciones años atrás, cuando percibió su alma bajar más allá del reino de la muerte conocido y volver.
—¿Estás listo? —preguntó Akira.
—No —respondió Tatsu llanamente—. Pero no puedo seguir aplazando esto si voy a ser nigromante, ¿verdad?
—Así es. Ahora, desconéctate. Busca la ausencia en tu memoria, algo que debería estar allí pero no está.
Tatsu ya no lo escuchaba. El desconectarse de su propio cuerpo era algo relativamente fácil para él, así que esta vez el proceso fue sencillo; tal como temía, volvió a encontrase en aquel mundo rojizo y decadente, pero esta vez vio algo más: a otra persona, o eso le pareció a él ya que no podía apreciarla completamente bien por la distancia. A diferencia de la otra vez, no sentía ningún temor, ni siquiera cuando vio a aquella figura acercarse velozmente, como si se deslizara por el suelo. Atribuía esa falta de temor al hecho de que ahora sabía lo que pasaba y tenía cierto control sobre la situación; pensaba en eso cuando de repente una voz de barítono sonó en su cabeza:
—Estás en mis dominios.
La figura se acercaba cada vez más, dejando ver una forma vagamente femenina envuelta en lo que parecía ser un sudario negro. La voz de barítono resonó de nuevo con más fuerza.
—Te conozco —dijo—. Es la tercera vez que te veo en mi territorio.
¿La tercera vez? Eso no podía ser posible, lo recordaría. A menos que… El tiempo que pasó en Sakai antes de que lo encontraran. ¿Sería posible?
—Fue la primera vez que un niño bajó aquí —dijo la voz—. Así como está es la primera vez que bajas por voluntad propia.
Tatsu se quedó sin habla. Si lo que esa cosa acababa de decir era verdad, eso significaba que tendría dos años la primera vez que estuvo en ese sitio. De repente, la figura avanzó hasta situarse a pocos centímetros de él, Tatsu soltó un grito ahogado y retrocedió apresuradamente cayendo al piso. La figura ladeó lo que parecía ser su cabeza y por un segundo el muchacho podría jurar que sonrió.
—Si sigues por ese camino, hallarás la fuente de la vida eterna, nigromante.
Dicho esto, la figura desapareció. “¿De verdad se puede tener la vida eterna por medio de la nigromancia?”, se preguntaba Tatsu mientras regresaba al mundo de los vivos. Se lo preguntaría a su maestro en cuanto tuviera la oportunidad.
*****
La cuestión de la vida eterna se mantuvo en la mente de Tatsu durante cinco años, que se debatía internamente si profundizar en ello o no. Aunque la idea de vivir por siempre le atraía poderosamente, la verdad era que no sabría qué hacer con tanto tiempo de vida; ya que no tendría con quien compartirlo. Estaba completamente solo y no planeaba vivir más tiempo del que le llevara consumar su venganza, sin contar el hecho de que su maestro le había dejado claro en más de una ocasión que no sería bueno seguir ese camino.
Así las cosas, ¿de qué le serviría tener la vida eterna?
Cada vez que le daba vueltas al asunto iba al bosque a meditar al respecto en paz. La soledad del lugar le servía como un recordatorio de su propia soledad y de lo que había perdido, rara vez pasaba que hubiera alguien más por allí, por lo que se sobresaltó un poco cuando vio a una muchacha emerger de la espesura. Era alta y extremadamente delgada; como si estuviera al borde de la inanición, pero al mismo tiempo parecía estar rebosante de salud. Su largo cabello negro enmarcaba unos grandes ojos almendrados y llevaba un sencillo vestido negro que llegaba hasta el suelo, lo cual no era un impedimento para su andar ágil. A simple vista, parecía que se deslizaba por el suelo y el solo verla le produjo un escalofrío al joven nigromante. La mirada de la chica se dirigió a él y le sonrió.
—Hola —dijo.
—Hola —saludó Tatsu con cautela.
La muchacha ladeó la cabeza mirándolo con curiosidad.
—Te he visto con el viejo Akira. ¿Eres su aprendiz?
Tatsu no dijo nada. A los nigromantes se les veía mal en las comunidades, por lo que su maestro le había advertido sobre mantener su relación en secreto.
—Deberías tener cuidado —dijo la chica—. Dicen que Akira encontró el secreto de la vida eterna.
—¿De verdad? —soltó Tatsu pese a su propósito de mantener la boca cerrada.
“Algo así es imposible”, había dicho Akira la primera vez que Tatsu le preguntó al respecto. “Si quieres buscar eso te puedes ir por donde viniste”. No tenía motivos para dudar de su maestro, así que sería probable que está chica estuviera mintiendo.
—Tal como te digo —dijo ella—. Así que vigila tu espalda, tal vez quieran usarte de cebo para sacarte información. Las personas son muy ambiciosas, ¿sabes?
—Claro —dijo Tatsu. Lo sabía de sobra.
—¿A ti no te interesa la vida eterna?
La pregunta de la muchacha tomó a Tatsu por sorpresa, que se quedó en blanco, sin embargo la chica no pareció molestarse por no obtener respuesta.
—Has pensado en ello, ¿verdad? —preguntó.
—¿De qué me serviría vivir por siempre? —preguntó a su vez el joven.
—El sufrimiento que puedes causarle a alguien puede ser eterno.
Tras decir esto, la muchacha hizo una reverencia y se fue tarareando una canción.