Círculo de venganza

Cap. 6.- La última traición

-- Provincia de Satsuma, septiembre de 1877 --

El ejército samurái había sido aniquilado, dando fin con ello a la rebelión. La región de Satsuma fue asegurada por las fuerzas imperiales y todo aquel acusado de traición al emperador era castigado severamente.

Dado que Reijiro no había participado en el conflicto, fue sencillo para él llegar a un acuerdo con el gobierno: a cambio de conservar su vida y su libertad, se uniría a la guardia personal del emperador, por lo que debía marchar a Tokio cuanto antes.

—Jamás me imaginé que terminaríamos en la capital —comentó Tatsu mientras su aprendiz preparaba su equipaje.
—No está mal para un nuevo inicio —dijo Reijiro—. Lo único que me atormenta es que los restos de mis padres estarán aquí.
—  Podrías pedir que los trasladen.
—  Sería poco respetuoso. Ambos nacieron aquí y lo justo es que sea este su lugar de reposo.

Reijiro bajó la mirada con pesar antes de añadir:

—He pedido perdón a sus almas por no cumplir mi promesa de vengar sus muertes.
—Estoy seguro de que lo entenderán —dijo Tatsu poniendo una mano en su hombro.

Para Reijiro había sido difícil tomar tal decisión. Tal como su maestro le había advertido, de seguir con sus planes de venganza tarde o temprano habría perdido a Sachi, y le era difícil imaginar su vida sin ella. Además, ¿de qué habría servido? El tomar justicia por su propia mano no le habría devuelto la vida a sus padres. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada a su mentor, un fuerte estruendo que provenía de fuera de la habitación llamó su atención; ambos salieron a averiguar de qué se trataba y uno de los sirvientes, severamente herido, corrió a su encuentro.

—¡Joven Reijiro! —exclamó—. Nos atacan, son los sobrevivientes de la rebelión liderados por Sato Yamamoto. ¡Lo acusan de traición!
—No puede ser… —musitó Reijiro.

Se escuchó el sonido de algo romperse fuera, seguido por pasos y diversas exclamaciones de furia. Los atacantes habían logrado entrar a la casa con el propósito de terminar de una vez por todas con aquella familia maldita que finalmente había llevado la desgracia a la provincia.

—Es una turba enfurecida —dijo el sirviente—. Tienen que irse, señor.
—No puedo abandonar a los demás —replicó Reijiro—. Un líder no hace eso.
—Ya están dentro, no queda nada más por hacer que poner a salvo al último del clan. Váyase.
—Reijiro, él tiene razón —intervino Tatsu.

Sin embargo, el sonido de un grito llamó su atención. La voz era inconfundible, y fue aquello lo que puso al joven en movimiento. Quien había gritado era Sachi, que había sido tomada como rehén al ser sorprendida por los invasores; dos de éstos la sujetaron de los brazos dirigiéndola hacia el líder de la revuelta.

—Dime una cosa, muchacha: ¿crees que el traidor de tu prometido se arriesgaría a venir por ti?

Sato Yamamoto era un hombre de aspecto imponente, acorde a un soberbio líder imperial. El sujeto dirigió una clara mirada de lascivia hacia Sachi, que fingió no haberlo visto, y se acercó a ella.

—Reijiro no es ningún traidor —replicó la muchacha mirándolo fijamente.
—¡Traicionó nuestras tradiciones! —exclamó Sato—. ¡Nuestra identidad!
—La identidad de un pueblo siempre puede renovarse.
—¡Calla! ¡Ni siquiera sabes lo que dices!

Indignado, Sato alzó el brazo para golpear a Sachi, pero una flecha se le clavó en la mano antes de que pudiera hacerlo. El hombre soltó un gemido de dolor arrancándose el proyectil y retrocedió unos pasos, como si la responsable del ataque hubiera sido Sachi.

—¡No te atrevas a ponerle una mano encima a mi mujer! —exclamó Reijiro, apuntando a Sato con una flecha.

Sato volteó a verlo con una furia patente, la cual fue sustituida por una mueca burlona.

—Finalmente decidiste aparecer —dijo, escupiendo en el suelo—. Por un momento, creí que huirías como una rata.
—¿Quién te crees que eres para venir a mi casa y comportarte como un salvaje? —le increpó Reijiro.
—He venido a darle su merecido a un traidor. Es por eso que te retó a un duelo a muerte, Reijiro Higurashi.
—Bien. Pero te advierto, Sato, que no toleraré ninguna trampa.

Reijiro soltó arco y flecha, dirigiéndose al centro de la estancia al tiempo que desenvainaba su katana; movimiento que fue imitado por su contrario. Entonces Sato se lanzó al ataque con la espada al frente, teniendo el objetivo de apuñalar a su rival, Reijiro interpuso su espada desviando de un golpe la otra y dio una estocada dirigida a Sato, que fue hábilmente bloqueada por el mayor. Sato contraatacó, y esta vez Reijiro retrocedió para evitar el filo de la espada al tiempo que lanzaba un golpe con la espada en diagonal.

Sato retrocedió, aunque no fue tan rápido, y la punta de la katana le hizo un corte superficial a lo largo del pecho; aún así el hombre sonrió blandiendo en alto su arma. Fue en ese momento que Reijiro se dio cuenta de que uno de los hombres de Sato estaba detrás de él con una espada corta en mano listo para atacarlo.

¿Qué debía hacer? Ambos ataques cubrían sus dos flancos y si se defendía de uno quedaba totalmente expuesto al otro. Los dos hombres se abalanzaron sobre su objetivo, en ese momento Sachi se liberó de los hombres que la tenían sujeta y se interpuso usando un par de sais delgados que sacó de entre los pliegues de su kimono, uno de los cuales usó para desviar el arma del hombre mientras le enterraba el otro en la garganta; y Reijiro atacó a Sato con mayor encono sin darle tiempo a contraatacar.

—Te advertí que no toleraría ninguna trampa —dijo atravesándole el pecho con su katana.

Sato hizo una mueca de dolor, pero se negó a derrumbarse pese a todo, no iba a caer ante un chiquillo que había traicionado todo aquello en lo que creía. Miró a sus hombres, y una sola frase salió de sus labios como una orden inapelable:



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En el texto hay: misterio, sobrenatural, venganza

Editado: 04.01.2024

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