-- Tokio. Diciembre de 1877 --
Tomiko, una joven pequeña y menuda de cabello castaño, se acercó a la habitación de Sachi y luego de asegurarse que nadie observaba entró. Sus últimas reuniones se habían vuelto subrepticias desde el momento en que había cada vez más gente rondando por la casa, de modo que no podían estar a solas en ningún otro sitio sin que nadie apareciera de repente.
—Hola, hermana —saludó alegremente.
—Hola —saludó Sachi dejando a un lado la pequeña daga que estaba afilando—. ¿Qué noticias me tienes?
—Reiko se va a casar —dijo la menor de la familia chasqueando la lengua—. Está insoportable. Y papá y mamá están peor.
—Tomiko… —llamó Sachi con un tono de advertencia.
Sin embargo, la muchacha no iba a soltar prenda tan fácilmente.
—Están encantados. “Taishi es un buen muchacho”, no paran de decir —se quejó—. Reijiro era mucho mejor y nunca dijeron nada bueno de él.
—Tomiko… —el tono de advertencia pasó a ser de una urgencia apremiante.
—Se la pasan restregándole a todo el mundo que una de sus hijas se va a casar. ¡Se les olvida que tú ibas a casarte primero!
—¡Tomiko!
Con la exclamación de Sachi, Tomiko se dio cuenta de lo que acababa de decir y se inclinó en una reverencia, disculpándose.
—Lo siento, lo siento —dijo—. Fui muy imprudente.
—No pasa nada —dijo Sachi haciendo un gesto con la mano—. Ten más cuidado la próxima vez, no sabes quien pueda estar escuchando.
Tomiko se incorporó, asintiendo, y se pasó una mano por la cara como si quisiera apartarse algo.
—Tengo los nervios de punta —admitió—. Taishi y su familia se la pasan aquí cada que pueden organizando todo para la boda y… Tatsu también se la pasa aquí, no muy seguido, pero sí lo suficiente. Ese sujeto me da escalofríos.
La muchacha hizo un gesto como si temblara, y Sachi la observó fijamente sin interrumpirla. Sabía que había algo importante que Tomiko quería decirle, pero no tenía forma de decirlo más que dando un rodeo. Así solía ser ella. Tomiko se mordió el labio inferior y confesó:
—Tatsu me propuso matrimonio.
—¿Y cuál fue tu respuesta? —preguntó Sachi, tensa—. No le dijiste que sí, ¿verdad?
—Pues…
Sachi se llevó una mano al rostro en un claro gesto de fastidio.
—¡Tomiko! —soltó—. Esto ya ha ido demasiado lejos.
—No, escucha…
La puerta se abrió y la madre de ambas entró. Un gesto de sorpresa cruzó el semblante de Kikuno al ver a su hija menor.
—Tomiko, ¿qué haces aquí? —preguntó.
—Vino a darme la buena nueva del matrimonio de Reiko— dijo Sachi—. Estoy muy feliz por ella. También me comentó de su propuesta.
Kikuno sonrió levemente y asintió. Tomiko miró a su hermana y luego añadió para desviar el tema:
—Le comentaba a mi hermana que sería bueno poder contar con su ayuda en los preparativos de la boda, pero como aún está de luto…
—Sería un honor para mí ayudar en los preparativos finales, si me lo permiten— dijo Sachi con una expresión neutra.
—Claro, estaría bien. La cena estará pronto, no tarden mucho.
La mujer dio media vuelta y salió de la habitación. Sachi suspiró pesadamente y Tomiko rodó los ojos antes de voltear hacia su hermana.
—Aún no le he dicho que sí, pero pienso hacerlo —dijo—. Estoy cerca de lograrlo, Tatsu está a punto de confesarse conmigo.
—No puedes hacer eso —dijo Sachi—. Si de verdad tuvo algo que ver…
—No lo entiendes —le interrumpió Tomiko—. Tú no lo has visto, pero la forma en cómo puede envolver a la gente es aterradora. Además…
Tomiko se retorció las manos en un gesto de nerviosismo y Sachi rodó los ojos.
—Suéltalo ya —la conminó con un gesto de fastidio.
—Nuestros padres decidieron que si yo no acepto el compromiso él se casará contigo —dijo Tomiko—. Y yo de ninguna manera pienso permitir eso.
Sachi abrió la boca para decir algo, pero Tomiko la atajó diciendo:
—Escucha, nada de lo que me digas va a hacerme cambiar de opinión. Y si resulta que él está detrás del ataque… pues con su muerte me libraré del matrimonio. Después de todo, ese es el plan, ¿verdad?
—Sí —cedió Sachi, intranquila—. Ese es el plan.
Un plan que no llegaría a concretarse.
*****
Sachi se revolvía en un sueño inquieto.
La muchacha se movía de un lado a otro de la cama, envuelta en una extraña pesadilla donde se entremezclaban diversas imágenes sin sentido que la rodeaban; hasta que una picazón ardiente la hizo despertar incorporándose de golpe con la respiración entrecortada. Al sobresalto inicial le siguió el desconcierto de lo ocurrido, ella jamás había tenido una pesadilla ni nada parecido a la alucinación onírica que acababa de sufrir y que le había dejado una sensación enervante de temor… ¿a qué? ¿De qué debía temer? Sintió un molesto ardor en su brazo y dirigió la mirada hacia éste, notando unos rasguños que no estaban ahí antes de acostarse. Siendo una mujer práctica, se levantó para revisar su lecho pensando en la posibilidad de que hubiera algo que la hubiera lastimado mientras dormía, al no hallar nada pensó que tal vez, en algún momento de su pesadilla, se hubiera rasguñado ella misma. Pero el pensar eso no le trajo ningún alivio.
En el silencio que reinaba, pudo escuchar claramente el susurro de tela moverse. Sachi tomó una daga de su mesa de noche y salió al creer que había un intruso en la casa, de ser ese el caso debía encargarse de él antes de que pudiera llevarse algo o entrara a alguno de los cuartos. Sin embargo, al llegar al pasillo no vio nada más que una sombra que se desvaneció en la noche antes de que ella pudiera alcanzarla. Con los nervios a flor de punta recorrió la casa con el arma en la mano sin hallar ningún rastro del intruso y, confundida, regresó a su cuarto. Al entrar, encontró sobre su cama una rosa blanca.