Cap. 1.- La despedida de los reyes
-- Nueva York, 24 de octubre de 2018 --
Tal como Carter había dicho, Reese Spector había dejado instrucciones muy claras sobre lo que debía hacerse después de su muerte.
Para empezar, los funerales debían efectuarse de noche, a la luz de la luna llena, y los encargados de organizarlo todo serían su primer hijo y su primera hija; de modo que el día del funeral Carter y Lyra se aseguraron de que todo estuviera listo para la noche.
Las armas del rey del inframundo y sus tres reinas se encontraban en manos de los sirvientes, que las abollaban para que fueran inútiles y acompañaran a sus dueños en su última morada; según lo dictaba la antigua tradición celta. Los hijos primogénitos de cada reina debían encargarse de preparar sus cuerpos para el entierro, por lo que luego de constatar que no quedaba nada pendiente, Lyra fue a buscar a Anette.
—¿Y qué hay de papá? —preguntó Kyle, tomando en cuenta que sería su hermano mayor quién se ocuparía del cuerpo de su madre.
Carter lo miró con gesto serio y dijo:
—Él dispuso que fueras tú quien preparara su cuerpo.
Kyle bajó la cabeza y musitó un escueto “oh”. Lyra regresó con Anette y los cuatro se dirigieron a la habitación donde estaban los cuerpos, de modo que Raven y Gareth se quedaron solos.
—¿Y nosotros qué vamos a hacer? —preguntó Gareth un poco mortificado—. Ni siquiera podemos ayudar a Carter y a Lyra con los preparativos mientras no están.
—No te preocupes —dijo Raven, poniéndole una mano en el hombro—. Nuestro papel llegará en el entierro.
Al llegar la noche, una pequeña comitiva salió de la mansión rumbo al cementerio. Por el camino se fueron uniendo diversos miembros del inframundo, convirtiéndose en una marcha fúnebre.
—Quieren asegurarse de que el hombre que desprecian está verdaderamente muerto.
Los hermanos voltearon a ver a Anette con extrañeza, que se encogió de hombros.
—No hay que ser telépata para darse cuenta —dijo—. Mira a mi abuela, por ejemplo.
La rubia señaló a una mujer de aspecto cansado que mantenía un semblante estoico y avanzaba a buen paso, como si la distancia recorrida le diera energía para seguir.
—No creí que fuera a venir —dijo Gareth.
—Tu abuela piensa que nuestro padre le jodió la vida a su hija —intervino Kyle—. Claro que iba a venir para escupir sobre su tumba. Y no es la única, ese sujeto de ahí también lo piensa.
El chico señaló a un hombre con aspecto militar que de vez en cuando sonreía cuando nadie se fijaba en él.
—¿Quién es? —preguntó.
—Es mi abuelo —respondió Lyra.
—Y el sujeto al lado suyo es mi tío —dijo Carter señalando a un joven con un tocado.
Raven miró al sujeto con sorpresa pero no dijo nada hasta que llegaron al cementerio.
—¿Qué hace él aquí? —inquirió.
Tatsu los esperaba a la entrada del camposanto. El camino hacia la cripta familiar debía ser custodiado por un nigromante para evitar que los espíritus se alteraran con la presencia de los recién fallecidos; y había sido el propio Reese quien contactó a Tatsu, por lo que él guió a los dolientes hasta llegar a una cripta recién construida.
—¿Alguno de los asistentes quisiera dirigir unas palabras a los difuntos? —preguntó.
Nadie hizo ademán de dirigirse al frente y al no recibir respuesta, Tatsu se acercó a Gareth entregándole una llave diciendo:
—Me la entregó tu padre antes de morir —dijo—. Al abrir la puerta de la cripta abrirás la puerta del Nexo.
Gareth tomó la llave y observó a Tatsu un momento antes de dirigirse a la cripta, el joven apoyó las yemas de los dedos de su mano izquierda mientras colocaba la llave en la cerradura de la puerta.
—La entrada al paraíso se abre para ustedes —dijo abriendo la entrada de golpe—. El camino es llano para su paso.
Dicho esto se apartó, y los sirvientes metieron los ataúdes dentro de la cripta saliendo poco después. Fue entonces el turno de Raven para entrar: la muchacha se acercó a los féretros uno a uno, abriéndolos, dejando los cuerpos al descubierto, y volvió al principio dirigiendo una mirada a su padre, ataviado con un traje fúnebre de color negro.
—Sus restos arderán en una pira eterna —recitó la muchacha materializando una rosa negra.
Raven pasó los dedos por los pétalos y éstos se prendieron fuego, la chica depositó la rosa ardiente en el ataúd y lo cerró para luego repetir la operación con los otros tres. Al terminar, salió tranquilamente cerrando la puerta tras de sí y miró por la ventana; el fuego ardería por siempre pero no había rastro de ello.
—¿Y ahora? —preguntó alejándose.
—Ahora es mi turno —intervino Tatsu—. Será algo sencillo.
El nigromante extendió los brazos musitando un conjuro en un idioma antiguo y se agachó poniendo las manos en el suelo. Un humo denso emergió de la tierra cubriendo la construcción mortuoria y luego se desvaneció.
La ceremonia había terminado.
*****
Era de madrugada cuando los hermanos Spector llegaron a la casa.
A diferencia de la última vez que habían llegado a altas horas de la noche, cada heredero tomó un rumbo distinto: dos subieron a las habitaciones, dos se dirigieron a la biblioteca y uno bajó al sótano quedándose uno en el vestíbulo. Sin los muebles que guardaban las armas, la estancia había quedado muy vacía, y Carter pensó que la casa en sí misma quedaría igual cuando terminaran la remodelación.
—Incluso las fotografías de la chimenea fueron retiradas —dijo a la nada.
No quedaría ni un solo recuerdo de los recién fallecidos, y el mayor se preguntó en qué momento las cosas se habían torcido tanto para sus hermanos, qué había llevado a sus padres a actuar del modo en que lo hicieron. ¿Así lo había querido el destino?
—Me gustaría poder decirte que no tuve nada que ver —dijo una voz a sus espaldas.