-- Nueva York, 27 de octubre de 2018 --
—Reese manejaba sus reinos como una partida de ajedrez, y en ese juego la pieza más fuerte es la reina.
Las palabras de Meridian desencadenaron una frenética búsqueda por parte de los hermanos Spector, revelándoles que los hechizos colocados para proteger la casa habían sido creados por sus madres; lo cual significaba que su asesino había recibido ayuda para poder burlarlos, de modo que se habían separado para buscar respuestas en distintos reinos y así hallar a quienes las habían traicionado llevándolas a la muerte.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Carter a Lyra, estando frente a la puerta de Kaosa.
Lyra asintió secamente y ambos entraron. Fue como si se hubieran internado en un mundo monocromático: las paredes eran negras mientras que el techo y el suelo eran de color blanco. Había lámparas negras fijas a las paredes, pero en lugar de bombillas, había llamas azules que iluminaban tenuemente el paso.
—Este sitio necesita una decoración urgente —bromeó Carter.
— Me encargaré de ello—dijo Lyra con una sonrisa.
—Sí, claro.
Los dos avanzaron por un largo y estrecho pasillo, que se abrió abruptamente en una estancia abovedada y perfectamente iluminada, en cuyo centro se encontraba un ostentoso trono de mármol. Apenas dieron un paso dentro de la estancia, Carter y Lyra se vieron rodeados por los habitantes de Kaosa: seres que parecían humanos, pero con largos y filosos dedos, protuberancias en la cara y placas similares a branquias en el torso.
—Este era el trono de tu madre.
Carter y Lyra dirigieron la vista hacia el trono, donde un hombre con aspecto militar estaba sentado. El hombre los miró con la cabeza recargada en una mano y sonrió.
—Este fue el trono de tu abuela —dijo Damien Finnick poniéndose de pie.
—Hola, abuelo —dijo Lyra.
—Sé porque estás aquí —dijo Damien—. Quieres vengar la muerte de tu madre.
—Yo no lo diría así.
—Deberías saber que uno de los presentes en el funeral es causante de su muerte.
Lyra apretó los puños, acercándose al trono. Carter trató de seguirla, pero los espectros de caos le cerraron el paso, ajena a ello Lyra siguió avanzando hasta estar frente a su abuelo.
—Alguien expuso los puntos débiles de los conjuros de mi madre —dijo.
—Sí —dijo su abuelo ampliando su sonrisa—. Fui yo.
*****
En Infernua, Kyle y Raven se encontraban frente a su tío, el cual había admitido haber ayudado al sujeto que buscaban.
—Fue algo muy sencillo —dijo Michael Murdock—. Todos los demonios tienen su punto débil en el corazón, que es el centro de su vida, y el de mi hermana era un corazón muy endeble.
—Yo no estaría de acuerdo —dijo Raven.
Michael siguió como si no la hubiera oído.
—Del mismo modo, para esquivar un hechizo demoníaco debes irte por el centro —dijo—. Así que para él fue fácil sortear las barreras mágicas creadas por Alexandria.
—¿Por qué? —preguntó Kyle.
Michael lo miró sin comprender y después curvó los labios en una mueca desangelada que pretendía ser una sonrisa, luego se echó a reír y escupió en el suelo.
—Porque el trono de Infernua debió ser mío desde el principio —dijo—. Yo nací en este reino, viví en él, lo conozco como la palma de mi mano. ¡Yo merezco ser el rey! Pero a mi padre le pareció bien entregarle Infernua a mi hermana como compensación por haberla alejado de él… y mira como acabó eso. ¡Ella le entregó el reino a su padre! Y ninguno de ustedes, malditos bastardos, va a arrebatarme lo que es mío.
—Este reino jamás fue tuyo —dijo Raven y arremetió contra su tío espada en mano.
*****
Catalina Ulianov se dio de bruces contra uno de los estantes que conformaban la vasta librería de Limbo.
—¿Cómo te atreves? —le reclamó Gareth.
El muchacho hizo ademán de ir hacia ella, pero Anette lo detuvo poniéndole una mano en el pecho.
—Déjalo —dijo—. No vale la pena.
—¿Qué no vale la pena? —reclamó Gareth—. ¡Nuestra madre murió por su culpa!
La anciana mujer soltó una carcajada sardónica, burlándose de las palabras pronunciadas por su nieto.
—Solo hice lo correcto —dijo—. Los gobernantes de este sitio deben abandonar esta vida en cuanto terminan de transmitir sus conocimientos a sus hijos. Esa es la ley fundamental de nuestro reino y Sashenka estuvo a punto de romperla con su comportamiento anormal.
Los dos muchachos se quedaron anonadados, observando boquiabiertos a la mujer.
—Ella quería ser una madre —dijo Anette—. Quería amarnos…
—Ustedes son aberraciones que arrebatan vidas para poder existir —dijo Catalina—. No merecen amor de nadir.
—No pedimos ser así —musitó Gareth ganándose una mirada de desprecio por parte de su abuela.
—Entiende esto, niño —replicó la anciana con aspereza—. Nosotras no engendramos hijos para ser amados, sino para que nos sean útiles. Esa y no otra es la razón por la cual están aquí.
—Si eso es así, entonces usted ya no tiene utilidad —dijo Anette empuñando el báculo.
Tras decir esto, la muchacha enterró el extremo afilado de su arma en el corazón de su abuela.
*****
—Lyra, ¿qué has hecho?
Carter observó a su hermana, estupefacto, a pesar de que ya se veía venir lo que había hecho. Lyra no respondió; tenía la mirada clavada en el cuerpo de su abuelo, sus últimas palabras aún parecían flotar en el aire.
—Yo entregué a tu madre porque ella me quitó al amor de mi vida; únicamente para complacer a un hombre que nunca la quiso. ¿Y todo para qué? Vivió infeliz toda su vida, que era lo que merecía. Ella no estaba lista para gobernar este reino y tú mucho menos lo estás.
En ese momento Lyra la emprendió a golpes contra su abuelo. No tenía derecho a decidir sobre la muerte de Bradley, eso era algo que no le correspondía. Era tan culpable como su asesino, de modo que también merecía morir.