Una opresiva oscuridad envolvió a Kyle, rodeándolo como su tuviera manos propias y amenazara con machacarlo lentamente conforme descendía. Justo en el momento en que se preguntaba si permanecería cayendo por siempre, aterrizó bruscamente en un suelo arenoso de color rojo. El repentino impacto lo dejó sin aire, permaneció en el piso unos minutos hasta recuperarse lo suficiente como para ponerse de pie, y se dio cuenta de que estaba en un mundo desértico con un cielo rojizo; en el que reinaba una eterna decadencia a excepción de un muro que parecía dividir al sitio en dos con un par de puertas abiertas.
Sekai apareció aterrizando con suavidad frente a Kyle y miró alrededor con una profunda melancolía.
—Bienvenido a Primeval —dijo—. O lo que queda de él.
—No te ofendas, pero tu hogar es un asco —dijo Kyle.
—Los cimientos del inframundo no tienen derecho a ser bonitos. Oh no…
El kitsune notó las puertas abiertas del muro y se pasó una mano por la frente con preocupación.
—Esas puertas no deben estas abiertas —dijo—. Ven, sígueme.
Sekai comenzó a andar por el lugar seguido por Kyle, que no paraba de mirar alrededor como si temiera que algo fuera a caerles encima en cualquier momento. El lugar estaba silencioso, demasiado silencioso para su gusto, y la falta de ruido empezaba a ponerlo nervioso. Por su parte, Sekai no paraba de inspeccionar el sitio, buscando algo por todos lados.
—Ah, ahí están —musitó, acercándose a un lugar en específico.
Kyle dirigió la mirada hacia donde Sekai se dirigía y vio a Sachi tendida en el suelo, inconsciente. A poca distancia de donde ella se encontraba vio a Reijiro, tendido sobre un costado, y más allá; a una distancia aún mayor, Tatsu yacía boca abajo. Sekai se arrodilló junto a Sachi tratando de reanimarla, lo cual logró poco a poco.
En ese momento una figura apareció en el horizonte, la cual fue aproximándose dejando ver a una mujer envuelta de pies a cabeza en un sudario. Kyle la observó fijamente antes de caer al suelo, la caminata lo había agotado bastante y cerró los ojos un momento, lo suficiente para que una corriente fría le recorriera el cuerpo y espantara su cansancio.
—Lo que no pertenece aquí morirá rápidamente —dijo Sekai, ayudándolo a levantarse—, y si mueres aquí todo habrá sido en vano.
Fue entonces que la atención de los chicos se dirigió a la figura. En cuando estuvo lo suficientemente cerca, el sudario desapareció dejando ver a Ritsu; Kyle contuvo una exclamación de asombro al verla y se giró hacia Sekai con el rostro demudado por lo que acababa de presenciar.
—Esa es… —dijo.
—Sí —replicó Sekai.
El joven volteó a ver a la muchacha, solo para asegurarse de que no alucinaba. En el sitio donde deberían estar las piernas de Ritsu; se encontraba una maraña de tentáculos, distribuidos de tal forma que le permitían deslizarse por el suelo para avanzar. Kyle volteó a ver a Sekai y le dijo:
—Dime que a ti no te va a salir nada parecido.
Sekai lo miró con una expresión de incredulidad y dijo:
—No digas sandeces.
Ritsu se aproximó a ellos con rapidez, llamando su atención y abrió la boca. Cuando habló, lo hizo con una voz de barítono que resonó directamente en sus cabezas.
—Bienvenidos a mi reino —dijo—, donde todo lo vivo está destinado a perecer.
—Que ominoso suena eso —dijo Kyle.
Ritsu lo ignoró, dirigiéndose a su hermano, y dijo:
—Este será nuestro último enfrentamiento.
—Entonces déjalo marchar —dijo Sekai señalando a Kyle—. Él no tiene nada que ver en esto.
—¡Claro que tiene que ver! —exclamó Ritsu—. Tú también oíste la profecía, Sekai: seis pilares tan unidos entre sí, que la caída de uno ocasionará la del resto. Seis hermanos tan estrechamente conectados entre sí, que la muerte de uno causará la del resto.
—Entonces eras tú…—intervino Sachi, que se había despertado del todo—. Tú buscabas su muerte.
—Por supuesto —le confirmó Ritsu—. Con ellos muertos, el inframundo quedaría en tal estado que mis criaturas llevarían a los demás a la superficie, y así podría reducir a cenizas ese sitio maldito que no debió existir.
Kyle, Sekai y Sachi se sumieron en un tenso silencio, imaginando la destrucción que una catástrofe así produciría. Tanto el mundo de la superficie, como los diversos reinos del inframundo; terminarían tan devastados como Primeval, y cayeron en cuenta de que esa era la calamidad profetizada y temida por las deidades. Irónicamente, esas mismas deidades habían acarreado el alarmante destino que tanto ansiaban prevenir con sus acciones impulsivas.
—No puedo permitir que hagas eso —dijo Sekai finalmente.
—Entonces solo te resta morir —replicó Ritsu.
La muchacha chasqueó los dedos, materializando su lanza, y el chico hizo lo mismo con su alabarda, ambos sumiéndose de lleno en un combate mortal; al tiempo que de la tierra emergían cientos de criaturas esqueléticas idénticas a las de la superficie, pero al estar en su hogar habían desarrollado huesos más gruesos, protuberancias filosas distribuidas a lo largo de todo su cuerpo, colmillos y garras.
—¿Tienes algún arma oculta por ahí? —preguntó Kyle al ver como aquellos seres se dirigían hacia ellos.
Sachi palpó su ropa de arriba abajo y dijo:
—Se me terminaron todas.
—Qué mal —replicó Kyle listo para usar magia.
—Sin duda.
Una de las criaturas saltó en dirección a ellos, seguida por varias más, y tanto Kyle como Sachi se dedicaron a ahuyentarlos como el simple objetivo de poner tanta distancia como les fuera posible. Mientras tanto, Ritsu atacaba a Sekai con todos los recursos a su alcance, los cuales eran relativamente pocos dado que él era inmune a la magia de la muerte que ella manejaba, era por ese motivo que se valía mayormente de la lanza y el manejo del agua. Para su desespero, Sekai lograba evitar los encantamientos acuáticos que usaba y terminó por fastidiarse.