Ciruela Ácida (trilogía Agridulce Libro #3)

Capítulo 2

Diez días antes del incendio.


Canady House, Chicago.

 

Marcus Canady se llevó las manos a su rostro. 
Había pasado un mes desde que el juez le había sentenciado casa por cárcel, gracias a todas las pruebas expresadas en su contra por el libro “Dark Moon” de Goenjī. Todo el maldito libro había derramado sobre él un balde de agua fría. 
Se miró el chip de rastreo que tenía la pierna izquierda y suspiró. Se encontraba en la sala de estar de la mansión junto a sus padres, su hermano y su cuñada. Marcus siempre había sentido que era el favorito de sus padres y ese favoritismo se vio reflejado aún más cuando su hermano mayor Bruce había arrojado al grupo casi que a la bancarrota y ellos decidieron cederle la presidencia a él. Marcus había sido el vicepresidente general y conocía todos los negocios de Canady Group y gracias a su memoria fotográfica, conocía cada uno de los empleados que tenía bajo su mando. 
Había decidido salvar el patrimonio familiar por sus padres los cuales habían trabajado tanto para ello, no obstante jamás se imaginó que dentro de la compañía habría una red de tráfico humano. Su cara estaba en todos los medios y no precisamente por su éxito, las redes sociales tenían su rostro lleno de frases como “Black Lives Matter” “Rasista de mierda”. 
Los socios de Canady Group los habían abandonado, muchos de los trabajadores renunciaron (Principalmente los negros) todos tienen miedo de ellos y por si fuera poco, todos los clientes que se esforzó en conseguir se esfumaron. 
–He puesto a mis mejores hombres y ninguno ha podido dar con ese tal Goenjī–comentó Maurice Canady, su padre. Un hombre de cincuenta y nueve años, bajito, de tez bronceada y ojos verdes. Su cabello ya estaba cubierto de cañas y su cinturón amenazaba con romperse en cualquier momento debido a su barriga. Marcus empezaba a tener lastima del pobre accesorio. 
–Puede que haya vuelto a Japón–agregó su hermano Bruce–todos los rumores indican que es japonés.
Marcus negó con la cabeza mientras miraba a su hermano mayor Bruce. Se llevaban exactamente tres años y a sus treinta y cinco años había demostrado lo incompetente que había sido al dirigir la compañía hace tres años. Desde que Marcus había tomado el control, todas las compañías a su cargo prosperaban y luego todo se había vuelto a la mierda. 
No podía creer que dentro de Canady Group estuviese alguien traficando esclavos y estos eran enviados a Rusia. 
–Tenemos que limpiar el nombre de esta familia–añadió Bella Canady, su madre, la cual ya no reconocía por la cantidad de cirugías plásticas que se había hecho. 
–Tengo una pasarela importante en Nueva York ¿Y qué creen? Me llamaron y me dijeron que ya no me necesitaban–informó Loraine Canady, su cuñada. Sino hubiese sido modelo, habría tenido que ingresar a una clínica por anorexia. 
–¡Esto es una pesadilla Bruce!–exaclamó–¡Quiero que acabe ya! 
–¡Se quieren callar todos!–espetó Marcus mientras se colocaba de pie. 
–El único–continuó–Que tiene un maldito chip y la casa por cárcel, soy yo. Ni tú, ni tú, ni tú, ni mucho menos tú. Accedí a recuperar el patrimonio familiar ¿Y cómo me lo agradecen? Metiéndome en una red de tráfico humano donde aparece mi firma en todos lados ¿Y qué démonos están haciendo ustedes para sacarme de esto? Están buscando cómo locos a Goenjī, les preguntó: ¿Para qué carajos lo buscan? ¿Por qué no buscan al autor de todo esto? ¡Ese infeliz debería estar preso! Y a la cárcel iré a parar sino demuestro que soy inocente. No me sirve de nada que estén buscando a Goenjī, quiero al cabecilla principal de esta mierda pronto. 
Todos asistieron en silencio. Su padre se puso de pie. 
–Debo salir–le informó–mis hombres concretaron una reunión. 
–Te acompaño–le dijo Bruce. 
–Iré a mi habitación, todo esto me ha dado jaqueca–informó su madre. 
–Yo iré al spa–agregó Loraine–espero que me puedan recibir, ahora pertenecer a esta familia es un insulto. Nos sacaron del club, eso es muy grave.
Su cuñada se fue taconeando. Marcus se sentó en el sillón y se llevó ambas manos al rostro. 
La desespera pin y el agotamiento se estaban apoderando de él. 
En ese momento su guardaespaldas y mano derecha, Rena Tao entró a la estancia. Era una mujer china que medía un metro noventa y nueve, de brazos fuertes y cabello liso corto. Tenía una cicatriz de una línea que iba desde el ojo izquierdo hasta la nariz. Se la había hecho si madre. 
–Señor. 
–Rena olvida por completo investigar el personal de la empresa. 
–¿Señor? 
–Empieza por ellos–le ordenó mientras señalaba la foto donde estaba toda su familia. 
–Si señor.


***

Roxanne nunca se quedaba para desayunar, preferiría empacarlo y llevárselo a Box R. Tanto  el desayuno, como el almuerzo y la cena era un caos total. Damaris, Celia y Gissel orquestaban una batalla campal, las trillizas estaban poseídas por el demonio y su madre no sabía lidiar con ellas. 
Entró a la cocina y la cocinera le entregó la lonchera. 
–Que tenga un buen día señorita.
–Gracias Maggie. 
Cuando se disponía a salir, Helen, su madre, le bloqueó el paso 
Helen Rains-porque aún tenía el descaro de usar el apellido de su padre-era una mujer bajita, negra, usaba trenzas en lluvias todo el tiempo y de menuda contextura. 
–Hola cariño. 
Ella le dio un beso en la mejilla. 
–Hola mamá. 
–¿Tienes un minuto? Sé que estás muy ocupada. 
–Claro. 
–Es sobre tú padre, estoy preocupada por él. 
–¿Por qué? 
Helen la tomó de la mano e hizo que se asomara al comedor. Allí se encontraban todos y Alexander estaba leyendo Dark Moon, no había tocado su plato. 
–Se la pasa leyendo ese libro una y otra vez–le susurró–Te puedo jurar que lo ha leído mas de diez veces. 
Roxanne suspiró, pero no le dijo nada. Era evidente que su padre estaba trancando de unir caños sueltos. A Alexander Rains nada se le escapaba. El punto que tenía a su favor era que jamás la relacionaría. Roxanne había escrito Luna Oscura como si fuera una ni Ema ficticia, salvo que todos los personajes eran reales y para validar todo lo que había dicho, en los anexos colocó las fuentes y fotografías que lo probaban. No obstante, no eran las que había tenido su padre, sino otras. Ella misma había sobornado q una de la empleadas de Canady Group con una pequeña fortuna. Afortunadamente Carmen había renunciado tiempo antes de lanzarse el libro y se había marchado al Caribe. 
–A la única que escucha es a ti. ¿Y si hablas con él? 
Ella asintió–Lo haré, pero ahora que regrese. Puede que ahora no me escuche. 
–Muy bien ¿Como estás? ¿Y las chicas? ¿BoxR? 
–Yo bien, esas dos están alcanzando un ni el de idiotez que va a suspirar la temperatura ambiental y la revista dará un giro en el próximo número. 
–Me muero por leerlo.
–Debo irme. Adiós mamá.
–Adiós cariño–se despidió mientras le daba un beso en la mejilla. 
Roxanne salió de su casa y se dirigió a su auto. Abrió la puerta, entró y colocó su frente en el volante. 
–Todo va a salir bien… todo va a salir bien.



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En el texto hay: amistad amor

Editado: 09.05.2023

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