Cita a ciegas para San Valentín.

Capitulo 9.

La casa de Jaspers resultó estar en un hotel de cinco estrellas junto al océano y era el penthouse donde él estaba. En el mostrador de la recepción ya me estaban esperando por órdenes del Sr. Conelly. Uno de los empleados se ofreció a llevarme para que no me perdiera, aunque según me dijo, no había forma de que eso ocurriera ya que solo debía tomar el ascensor y esperar a la última planta.  

-Ya llegamos señorita. 

-Muchas gracias. 

    Cuando baje del ascensor, me quedé viendo al hombre y pensando la mejor forma de preguntarle ya que no quería ofenderlo. 

-¿Pasa algo señorita? 

-Es que, disculpe usted mi ignorancia, pero donde yo vivo no es tan lijoso por lo que no estoy acostumbrada y quería saber si ¿Debo darle propina? 

   El hombre de mediana edad y con ojos café sonrió amablemente. 

-No señorita, el acompañar a huésped o invitados es parte de mi labor, si en algún otro sitio alguien le dice lo contrario, entonces no es un buen empleado. Pero igualmente agradezco su gesto. A cambio, si me lo permite le diré: usted debe ser una mujer muy especial para el Sr. Conelly. Él jamás deja que pasen a su casa si no se trata de familia o amigos y las pocas damas que acuden aquí, la mayoría no las recibe y otras las atiende en el hall por trabajo.  

-Oh. Gracias por el dato.  

-A usted. 

    Las puertas del ascensor se cerraron dejándome sola frente a una gran puerta de un blanco inmaculado con garabatos color oro.  

-Me pregunto si el oro será real.  

    Toqué el timbre con nervios y del otro lado me llegaron los ladridos del pequeño cachorro, me puse contenta de escucharlo. Un señor de edad avanzada y vestido de traje fue quien me abrió la puerta. 

-¿Es usted Beca Flinch? 

-Si. 

-Pase, el señor la está esperando. Aunque en este momento está hablando con su madre por lo que deberá aguardar.  

-No hay problema.  

     Las paredes eran de un color crema y estaban decoradas con fotografías urbanas, otras de la naturaleza y en dónde no habían fotos un tapiz las cubría. Los sofás color azul marino rodeaban una mesa ratona de cristal con mucho papeleo desordenado y desparramado en sima. La terraza era enorme y la pared que daba con ella era completamente vidriada por lo que se lograba ver el océano y los botes desde allí.  

-¡Pero dime! ¿Quién fue lo suficientemente inepto para regalarte un perro?  

-Madre, ya te dije, ella no tenía idea de mi situación. 

-¿Ella? 

-Si, Beca Flinch mi secretaria y cita de San Valentín que tú misma organizaste.  

-Oh.  

    Los pasos se escuchaban cada vez más cerca por lo que supuse que ellos venían hacía mi, pero el cachorro les ganó la carrera y salto a mi encuentro. 

-¡Ay esa bestia peluda! 

    Escuché gritar a la madre de Jaspers mientras yo tomaba al cachorro en brazos. 

-Hola pequeño – le susurré- ¿Me extrañaste? 

-¡Beca! Veo que ya estás aquí. 

    Jaspers estaba parado ante mí, vistiendo nada más que una bata negra y pantuflas a juego. Su nariz tenía aún esos extraños tapones, sus ojos estaban rojos y lágrimas, pero aún así era increíblemente lindo. 

-Ah, si señor. Lamento haber llegado tan pronto. 

-¡No! No te disculpes querida, yo quería conocerte.  

     Me dijo una mujer de edad avanzada, con cabello negro y ojos verde esmeralda. Llevaba puesto un hermoso y caro vestido de día que resaltaba su piel pálida de porcelana y acentuaba su esbelta figura. Para ser la madre de Jaspers no lucía la edad que debía tener.  

-Hola querida, mi nombre es Victoria. Soy la madre de Jaspers. 

-Hola señora, es un placer conocerla. Déjeme aclararle, que si usted no me dice que es su madre, bien podría pasar por su hermana. 

-¡Oh! Querida, eres un encanto. Algo que mi hijo ya me había adelantado por cierto, pero olvidó decir lo hermosa que en realidad eres.  

-Madre. 

    Entonces Jaspers había estado hablando de mi con su madre. No sabía cómo tomarme eso, pero me gustó. 

-Lamento si estás incomoda. 

-No, para nada. 

    Dije mientras acariciaba al cachorro que no dejaba de saltar entre mis piernas pidiendo upa.  

-Puedo preguntar. ¿Por qué faltó hoy? 

    Madre e hijo se miraron y ella simplemente se encogió de hombros y luego beso su mejilla a modo de despedida, lo mismo hizo conmigo. 

-Eso deberás explicárselo tu hijo, yo me marcharé para dejarlos solos.  

    Dijo mientras tomaba su bolso y salía taconeando fuerte sobre el piso. 
     
-Disculpa a mi madre en ocasiones se comporta de manera infantil. 

-Todas tenemos una así. 

-Supongo. Y respecto a tu pregunta, bueno, es que resulta que soy alérgico a los perros.  

-¿Qué? 

     Genial, ahora resulta que le había dado kryptonita como regalo a mi jefe. 






 




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