Me fui del apartamento de mi jefe flotando entre nubes de algodón. Me recordó a cuando era pequeña y mis padres nos llevaron a un parque de diversión luego de que Sophia y yo les insistiéramos sin descanso. Al final, resultó ser un parque de atracciones de Halloween, algo que yo amaba y mi hermana odiaba. La convencí de entrar al túnel del terror y a mitad de camino del recorrido, cuando ella se distrajo me baje del carro y me escondí. La seguí a pie sin que se diera cuenta y ella noto mi ausencia dos sustos más tarde. Recuerdo su cara de horror al ver que no estaba incluso pensó que me habían raptado los zombis del túnel. De la nada y sin previo aviso salte a su lado y ella brinco del susto y su grito nos dejó sordos a todos por el eco. Los niños que viajaban con nosotros se rieron de ella y yo los acompañe.
Ella no le comentó nada a mis padres de mi travesura, pero yo estaba demasiado feliz como para que me importará si les contaba o no. A fin de cuentas, yo solo lo había hecho en venganza porque el día anterior había roto mi muñeca favorita. Pero cuando llegamos a casa me sentí fatal por la broma que le hice. Encima de mi cama había una caja envuelta en papel de regalo y una nota al pie de ella: “Hermanita, lamento mucho haber roto tu muñeca. Se que era tu favorita por lo que intenté conseguir una igual, pero no lo logré, aunque la que conseguí es más bonita.”
Ella no había mentido; la muñeca que me regaló era más grande y linda que la que tenía antes. Cuando le dije a mi madre ella me dijo que Sophia había gastado gran parte de sus ahorros para comprármela. Los ahorros destinados a comprarse su primer cámara fotográfica, era usada, pero era su sueño y lo había dejado de lado para reparar el daño que me había causado. Entonces decidí comprar la cámara para reparar el daño que le había causado al asustarla.
El griterío del gentío de la ciudad me trajo de nuevo al presente. Había comenzado a caminar sin rumbo, a todos lados y hacia ningún sitio. Entonces, decidí que iría a visitar a mi amigo de la tienda y ver cómo estaba Reina. Pero antes, quería pasar por una tienda a comprar un regalo para Mark ya que pronto sería su cumpleaños y no quería que me pasará cómo otros años en los que me agarraba desprevenida y sin saber que darle.
La tarde estaba nublada y el aire era fresco tirando a frio. Pero aún así, cuando salí de la tienda, tuve un extraño presentimiento. Me sentí observada y un a corriente recorrió mi espina dorsal, mis sentidos estaban en alerta y mi instinto me invitaba a correr lo más rápido que me fuera posible. Apreté el paso y metí la mano en el bolsillo de mi saco en busca del llavero. Mi padre siempre nos decía que debíamos llevar gas pimienta encima, pero siempre considere que era exagerado. ”¿Quién querría hacerme daño?” era lo que siempre le respondía yo. Pero ahora, me gustaría haber sido menos bocona y más obediente a sus consejos y advertencias. Podía ver el vapor del oxígeno saliendo de mi boca a grandes bocanadas en el aire y a medida que se aceleraba mi corazón, también lo hacía mi respiración. Mi pulso estaba por las nubes y a pesar de tener el deseo de mirar hacía atrás para ver quién me seguía, no pude hacerlo. Incluso quería pedirle a alguien si me acompañaba hasta la tienda, solo faltaban un par de cuadras, pero tampoco me atreví. Acelere más la marcha y cuando divise el cartel de la tienda corrí los últimos metros que me faltaban. Entre sin fijarme si había alguien en la puerta y terminé pechando con una mujer que estaba saliendo.
-¡Cuánto lo siento!
-No hay problema, pero deberías tener más cuidado. ¿Estás bien? – pregunto al ver mi rostro – Estás pálida, como si hubieras visto un fantasma.
Debí haberle dicho, debía advertirle de que alguien me estaba siguiendo, pero cuando mire hacia fuera no vi nada, ni a nadie. Solo las luces de la calle comenzando a prender anunciando que la noche había caído en la gran ciudad.
-Si, estoy bien. Gracias.
Ella entrecerró los ojos y me miró decidiendo si debía o no creerme y al parecer, decidió hacerlo.
-Muy bien, buena noche entonces.
-Gracias, igual.
Ella se fue de la tienda con una gran sonrisa y me gustaría haberle devuelto el gesto, pero la sensación de ser observada me impidió hacerlo.
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Editado: 13.10.2024