Cita a ciegas para San Valentín.

Capitulo 14.

      En ese momento un patrullero estacionó fuera de la tienda, pero nadie bajo del móvil. Miré a mi amigo y en su rostro pude ver el miedo, ambos estábamos así por el destino de Reina.  

-Mark. ¿La puerta trasera está abierta? 

-Si, está sin trancar ¿Por qué? 

-Ese patrullero debe estar esperando a ese tipo para entrar juntos y ver que hayas cumplido con tu parte del “trabajo”. Ahora, tú solo tienes la obligación de sacrificarla si ella no tiene un dueño ¿Verdad? 

-Sí. ¿Pero dónde vamos a encontrarle una familia a estás horas y con la reputación de “perra mala” que ese tipo invento?   

-De eso no te preocupes porque ahora yo soy la dueña de Reina. Por supuesto siempre y cuando estés de acuerdo. 

-¿Bromeas? ¡Por supuesto que aceptó! Pero ¿Cómo vas a hacer? Me refiero a que en dónde tú vives no aceptan animales. 

-Lo sé. Tocará mudarse, pero mientras busco un nuevo hogar Reina tendrá que esconderse dentro de mi apartamento y no hacerse notar.  

-¿Estás segura? 

-No tenemos otra opción. No voy a permitir que la maten.  

-Ya somos dos. Ten – dijo mientras me entregaba un manojo de llaves – su jaula es la del fondo a la derecha y la llave es la N° 13. Debes apresurarte – señaló con la cabeza a los oficiales que estaban bajando del auto – los voy a entretener todo lo que pueda.  

-Gracias Mark. Ah y antes de que me olvide, esto es para ti. Feliz cumpleaños adelantado.  

   Él me respondió con una fugaz sonrisa antes de que yo desapareciera por la puerta metálica que daba a las jaulas de los perros y gatos. Sentí lastima por los cientos de ojos que me observaban pidiendo que los llevara conmigo, pero no podía hacerlo. Al menos, no aún, pero mi sueño era algún día tener mi propio refugio de animales. Un hogar para todos ellos.  

    Cuando llegué a la jaula de Reina ella me recibió alegremente con su eufórico ladrido de cachorra. 

-¡Shhhh! Reina caya o lo echaras todo a perder.  

    Tomé una correa de pasear que había colgada junto al jaulón y la enganché en su collar antes de abrir la puerta. Ella espero pacientemente ya que estaba acostumbrada a que la sacará a pasear de vez en cuando y había aprendido a estarse quieta hasta que le indicará lo contrario. Cuando estábamos camino a la puerta trasera que daba al callejón de alado, pude escuchar la voz de uno de los oficiales pidiendo a un tipo que se calmara ya que estaba gritando. Supuse que se trataba del imbécil quejumbroso y caprichoso.  

-Vámonos Reina. Mark ya no puede regalarnos más tiempo. 

    Cuando salimos del callejón fuimos descubiertas por uno de los oficiales que viajaban en el móvil. Esté se había quedado fuera esperando. Era un hombre joven, pero con aspecto serio e inmediatamente supo lo que estaba ocurriendo allí. Yo le preparé para salir corriendo y convertirme así en una prófuga de la justicia, pero entonces él hecho un vistazo a la tienda por la vidriera y luego me volvió a mirar. Ahora la seriedad había abandonado sus fracciones y estaba sonriendo. 
-Buenas noches señorita. Lamento haberla asustado, puede irse tranquila el camino está libre. No la verán irse. 

    Lo mire un tanto sorprendida y Reina se dedicaba a olfatearlo mientras movía su rabo alegremente, señal de que le agradaba el policía. 

-¿Entonces no va a arrestarme? 

     Él me miró y se rio pícaramente mientras me guiñaba el ojo y acariciaba la cabeza de Reina.  

-¿Por qué? No es ilegal estar paseando a “su perra” en la vía pública. - Enfatizó la parte de que era mi perra y fue cuando comprendí todo. – Además, con mi compañero no estábamos de acuerdo con la decisión de sacrificar a la pobre si en realidad no hizo nada malo. Esté tipo siempre está haciendo escándalos y saliéndose con la suya solo por tener dinero. Me alegra mucho saber que usted se haya arriesgado para salvar la vida de este noble animal. Le aseguro que tiene usted mi respeto.  

   Sentí mi rostro sonrojarse por la vergüenza y solo podía rezar porque la oscuridad de la noche fuera espesa y logrará ocultarlo.  

-Muchas gracias. Yo también estoy agradecida porque me deje libre. Además, por favor, no me hable de usted, me hace sentir mayor. – El ladrido de Reina me puso en mí lugar recordándome que estaba hablando con un oficial. – Es decir, puede dirigirse a mi como desee. Yo solo…. 

   Fui interrumpida por un tipo desagradable saliendo de la tienda de mascotas gritando y señalando a Reina. 

-¡Ahí está! ¡Esa es la maldita perra que me atacó! ¿¡Lo ve oficial!? ¡Yo le dije que esa cosa seguía viva! ¡Exijo que la maten!  

    Él oficial que salió con él sujeto negó con la cabeza y en sus ojos vi el cansancio y agotamiento. Era un hombre de mediana edad, con ojos café y pelo negro ondulado. Su compañero, el que había estado hablando conmigo se acercó a él y le susurro algo al oído mientras me señalaba y a mi nueva mascota. El policía de pelo oscuro sonrió ante las palabras del más joven y luego se volvió al sujeto desagradable. 

-Escuche señor. La señorita aquí es la dueña legítima de esa cachorra, por lo que él veterinario ya no está obligado a sacrificar al animal puesto que se le encontró un nuevo hogar y un responsable. Por lo que le recomiendo que olvide el asunto y vaya a su casa a descansar. 

-¿¡Pero qué dice!? ¿¡Es a caso una maldita broma!? 

-Tenga cuidado señor con lo que dice o tendré que llevarlo bajo arresto. 

-¿Bajó que cargos?  

    Ellos continuaron el intercambio de palabras mientras que él oficial de antes se me acercó sonriendo. 

-Ya pueden irse tranquilas, nosotros nos encargamos de este tipo.  

-Muchas gracias. 

-No hay de que, escuche – dijo echando un vistazo por encima de su hombro y luego volvió a mirarme - ¿Necesita quien la lleve a su casa o puede ir sola?  

-Pero si no voy sola, ahora tengo a Reina. – Dije señalando a mi perra. – De todas formas gracias. 

-No hay de que, espero volver a verlas.  

    Aproveché que su compañero lo llamo para marcharme de allí antes de terminar aceptando el aventón por miedo. Aún me sentía rara por el sentimiento de antes, aunque ahora estaba tranquila y no percibía nada. Por suerte. 



 




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