Escondí a Reina detrás de mí cuerpo al tiempo que asomaba la cabeza por el callejón y al frente del edificio para verificar que nadie estuviera saliendo o entrando en ese momento. No necesitaba a mis chismosos vecinos viendo como rompía las reglas de “No Animales” en los apartamentos. Para mi fortuna no había nadie a la vista por lo que tire de la correa de Reina para que se diera cuenta que debía caminar.
-Y ya lo sabes: en silencio, te comportas y me obedecen en todo.
La miré esperando una respuesta de su parte y en cambio solo fui testigo de como rascaba su oreja con la pata trasera y luego movía el rabo mirándome felizmente a los ojos. No podía creer como podían existir personas a las que no les conmovieran estás pequeñas bolas de pelo.
-Por supuesto tu ni hablas. O al menos no con palabras como nosotros.
Mi idea era subir por la escalera de emergencia hasta llegar a mi apartamento, donde la ventana que daba hacia la misma estaba siempre sin trabar ya que estaba rota. Llevaba así desde hacia dos meses y siempre estaba en mi lista de cosas por hacer, pero de las que nunca tenía tiempo para cumplir. Estaba por el segundo escalón cuando sentí que la correa se tensaba y tiraba hacia atrás, cuando me voltee a ver resulta que Reina se había sentado al pie de la escalera negándose a subir.
-¿Es en serio? Estoy arriesgando mi estadía aquí y tú me sales con esto. Perdona si no puedo llevarte por la puerta principal como es debido, pero ya te explique las razones. Ahora vamos, por favor.
Finalmente ella decidió colaborar y comenzó a subir las escaleras conmigo. Estábamos a punto de llegar, solo nos faltaban 15 escalones y estaríamos en mi ventana, pero entonces Robert, mi vecino del piso de abajo asomo su cabeza por el ventanal de su apartamento justo cuando yo estaba empujando a Reina para animarla a subir rápidamente.
-Ay dios.
Fue lo único que pude decir ante su mirada atenta, pero para nada sorprendida. Era un hombre guapo, muy atractivo e inteligente, su gusto por la moda era admirable y en un principio cuando me mudé a este edificio llegué a creer que estaba enamorado de mí; luego supe que en realidad su amor iba dirigido a mis botas vintage de caña alta y taco bajo.
-Tranquila querida, yo no diré nada.
-¿No estás siquiera un poco sorprendido? ¿No me pedirás explicaciones?
-¿Para qué? Ya eres adulta y sabes lo que haces, además, siempre supe que de todos los de este edificio tú serías la que rompería esa estúpida regla de cero animales. Una regla que por cierto existe únicamente para nosotros porque la Sra. Norris tiene tres gatos y dos perros muy molestos.
-¿Es en serio? – Pregunté más que asombrada debido a que ella era nuestra cacera y la que había insistido varias veces antes de firmar el contrato que estaba prohibido tener animales por razones personales. – Y yo que creí que era alérgica o algo así y por eso no quería animales en el edificio.
-No cariño, es puro egoísmo. Ahora, yo no diré nada sobre tu pequeña nueva amiga, pero necesitarás quien la cuide y se haga cargo de su alimentación y entretenimiento para que no ladre mientras no estás. No puedes llevarla al trabajo.
-Es verdad, no había pensado en eso. Lo importante es ese momento era salvarla.
-Aun que, yo conozco a alguien que podría ocuparse de eso. – Dijo al tiempo que se limaba las uñas con gracia y elegancia. – Por supuesto que lo haría por un módico y único precio.
-Bien, habla, ya dilo – lo apremie ya acalambrada de tener a Reina prácticamente tirada en mis brazos - ¿Cuál es tu precio?
Sus ojos brillaron como los de un niño la noche previa a navidad ansioso por abrir sus regalos. Robert era un hombre que a pesar de tener cierta fortuna heredada de su madre, vivía modestamente y trabajaba desde la comodidad de su casa realizando bocetos de vestido, zapatos, carteras y todo aquello que involucrara a la moda, por lo que manejaba sus horarios y tenía bastante tiempo libre, pero ningún amigo con quien compartirlo.
-Primero: quiero ese par de botas vintage que tanto adoro.
Hizo una pausa esperando a que le diera la aprobación; esa debía ser su condición clave para aceptar el trabajo, si decía que no entonces adiós oportunidad. Sus dedos comenzaron a golpetear al compás de una vieja canción sobre el alféizar de su ventana mientras esperaba a que yo me decidiera que era más importante: si el cuidado y discreción de la presencia de Reina o las botas vintage que había comprado junto a mi madre en la feria durante las fiestas. Ambas eran igual de importantes, pero mi nueva compañera de piso tenía vida y necesidades que ser atendidas.
-Esta bien, hecho. ¿Cuál es la otra condición?
No pudo ocultar su felicidad al saber que su par de calzado favorito al fin iban a formar parte de su placar. Aunque jamás las usaría, solo estarían allí para el deleite de sus ojos.
-La segunda condición es que tendremos que reunirnos para ver todas las temporadas de Sex and the City, Pequeñas Mentirosas y Diario de Vampiros.
-¿Todas ellas?
-Si, aunque el orden no tiene importancia.
-Esta bien. De todas formas quería verlas y es mejor en compañía que sola.
-¡Muy bien! Entonces tenemos un trato. ¿Y como se llama la pequeña?
-Su nombre es Reina.
-Incluso su nombre denota glamour, me gusta. Nos vemos por la mañana. Qué descansen. Ah ¿Necesitas ayuda para terminar de subirla?
-No, así está bien. Gracias de todas formas.
Cinco minutos después Reina estaba tropezando por mi ventana hacia el interior de su nuevo hogar y yo caía al suelo con ella. Solo que con menos elegancia y gracia.
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Editado: 13.10.2024