Cita a ciegas para San Valentín.

Capitulo 18.

Me estaba licuando la cabeza en busca de un plan para poder entrar en la oficina y saber que tanto estaban haciendo. Desde que había arribado a la oficina llevaban tres horas metidos ahí dentro sin siquiera asomar sus cabezas y mucho menos dejaban que alguno se metiera. El ascensor sonó y un hombre vestido con traje oscuro y un portafolio salió de el arreglándose la corbata y mirando el reloj en su muñeca y luego el de la pared. Al pasar cerca de mí escritorio se detuvo para sacar unos anteojos de lectura, mientras los limpiaba se dirigió a mi persona.

-¿Es usted la secretaria del Sr. Conelly?

-Si, soy yo. ¿En qué puedo servirle?

-Quiero, no, necesito un café muy cargado y con poca azúcar. Si es tan amable de llevarlo a la oficina del jefe; le agradezco.

-¡Por supuesto! – Salte de la silla con tal emoción que él me miró un poco confundido. – Lo siento, se lo tendré pronto en un minuto.

Asintió y siguió su camino a la oficina. Por mi parte podría haber besado su mano ya que me había dado un boleto de entrada al chisme en la oficina y todos allí lo sabían. Deseaban saber lo que ocurría, pero de todos los allí presentes yo era la que más posibilidades de ingresar a ese despacho tenía. Ellos estaban lejos de poder ingresar y ahora este señor me había regalado el boleto dorado frente a ellos, sin duda al salir de la oficina estarían ansiosos por encuestarme para saber hasta el último detalle.

-Trata de disimularlo ahí dentro.

-¿De que hablas Marisol?

Ella chasqueo la lengua mientras tomaba un vaso descartable del mueble junto al surtidor de agua. Y luego me susurro.

-Hablo de tu emoción por saber lo que está pasando ahí dentro y, por supuesto – ella miró en todas direcciones para asegurarse de que nadie nos escuchaba – también los celos que la ex del jefe te provocan.

-¡Yo no estoy celosa!

Le grité con una risa poco normal mientras la mano con la que vertía el agua caliente me temblaba.

-¡Por favor! Se lo que pasó entre ustedes el día de San Valentín.

-¿Qué? ¿Cómo?

-Es que los vi, pero tranquila, nadie sabe nada y no pienso decirlo. Ahora tú ve allí y defiende a tu hombre.

Se fue sin más dejándome con los nervios de punta y con la urgente necesidad de saber dónde, cómo y cuando nos vio pero las respuestas a esas preguntas tendrían que aguardar, ahora debía llevar el café y así saber lo que estaba ocurriendo.




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