Cita a ciegas para San Valentín.

Capitulo 20.

Me marché de la oficina directo al ascensor junto con el abogado de Jaspers. Tenía que ir al piso de abajo a por unos documentos, pero el ascensor estaba lleno y solo entraba una persona más. Miré al abogado y le hice señas para que fuera él quien subiera, ya tomaría el siguiente yo.

-Le agradezco Srta. Flinch.

Cuando las puertas se cerraron suspiré aliviada. En cierto modo me sentí mejor al no tener que viajar en el mismo cubículo que el abogado de Jaspers y menos luego de que le hubiera llamado la atención por mi culpa.

-¡Claro que no! Él se hará cargo de la mocosa hasta que las cosas se aclaren.

La voz de Samantha me llegó desde la esquina del pasillo, era una voz de las que solo hace falta escuchar una vez para reconocerla el resto de tu vida. Sus tacones golpeaban contra el suelo con gran ímpetu y elegancia recordándome a las modelos en una pasarela, solo que está era una serpiente modelando.

-¡Tu solo espérame donde acordamos!

Cuando alcanzó y doblo en la esquina del pasillo, sus ojos se agrandaron por un momento con miedo, pero inmediatamente lo remplazo con soberbia y su sonrisa de perra engreída floreció. Camino elegantemente hasta detenerse justo a mi lado; con su mano puesta sobre su ceñida cintura, una que mantenía a pesar de ser madre y sus labios carnosos color carmesí me examinó nuevamente.

-¡Ay pero que lindura! Tienes una apariencia muy tierna, ahora entiendo porque Jaspers te contrató como su secretaria personal. Siempre sintió cierta empatía por los de tu tipo.

La miré fijamente esperando a que se explicará, pero no lo hizo, ella simplemente miró su excéntrico reloj de muleca para verificar la hora. Quizá quería saber a qué hora perdería su preciosa cabeza; porque estaba a punto de degollarla. Sabía, yo sabía que era una provocación de su parte, pero aún así sentía curiosidad por lo que opinaba sobre mí.

-¿A qué te refieres con “personas de mi tipo”?

Sonrió triunfante, sabía que había picado el anzuelo y lo estaba disfrutando. Ella gozaba burlándose de los demás; se le notaba a leguas.

-Ternurita, no te lo tomes tan a pecho. Me refiero a que él siente que debe ser el reparador de las personas que están, ya sabes, dañadas, rotas. Y tú ciertamente lo estás. Eres como un gatito callejero al que le dará hospedaje, alimento y cariño hasta que sus heridas sanen; y consiga un hogar definitivo por supuesto.

-Yo no estoy rota.

Sus ojos de muñeca se agrandaron inocentemente mientras ocultaba su sonrisa tras la palma de su mano derecha en un claro gesto de inocente.

-Cariño, pero si él mismo me contó lo que sucedió con tu hermana. Algo muy trágico y triste por cierto, lamento mucho tu perdida. No puedo ni imaginar el dolor que debiste sentir al enterarte que perdiste a tu hermana. – Ella me miró lastimosamente y yo no pude hablar. - ¿Lo ves? Si estás rota, solo que no lo admites

El ascensor abrió sus puertas repentinamente, Samantha subió y cerró las puertas sin siquiera preguntar si subiría, pero de todos modos no lo habría hecho. Simplemente me quedé de pie sintiéndome ingenua por haber compartido algo tan íntimo y trágico a un hombre que luego iría corriendo a decírselo a su ex.




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