Cuando Jaspers me dejó en la puerta de mi edificio, aún podía sentir las mariposas revoloteando en mi vientre; un claro indico de que había caído ante el encanto de cupido. A veces me gustaba creer que uno se podía resistir ante dichos encantos e incluso en ocasiones, superar las tentaciones, pero cada vez que pensaba eso, cupido me demostraba lo equivocada que en realidad estaba.
Mientras subía en el ascensor, junto a una de mis vecinas de edad avanzada y cuyo marido la había dejado hacía más de treinta años luego de volver de su luna de miel, tarareaba una canción romántica. Algo que a mí vecina le molestó ya que luego de la cobardía de su marido no había vuelto a tener relaciones y detestaba ver cuando alguien estaba enamorado, incluso odiaba los síntomas del enamoramiento; como si se le fuera a pegar o algo por el estilo. Aún así, pese a sus reiterados suspiros de malestar y carraspeos de garganta, no detuve mi tarareo y mucho menos la emoción que sentía. Era algo embriagador e incluso fascinante.
Cuando ingresé a mi apartamento Reina me recibió con besos perrunos mientras que Robert corría tras ella intentando evitar que Reina arruinara su manicura fresca.
-¡Eres una cachorra muy mala! ¿A caso sabes cuánto trabajo me llevo pintar cada garra? – Me pregunto cuando yo lo mire curiosa. – Es realmente una ardua tarea pintar sobre esa superficie tan pequeña.
-Aún así, hiciste un excelente trabajo – admiré su trabajo y traté de transmitirle mi conformidad para que se calmara, aunque debía admitir que había escogido un color adecuado para Reina – ese caoba rojizo entona con el pelaje de ella.
-¿Verdad que sí? Cuando lo vi me dije que debía probarlo en Reina. ¿Y bien? ¿Me vas a contar o te harás la difícil?
-¿Contarte que? – pregunte haciéndome la desentendida mientras dejaba mi bolso sobre la mesa ratona y las bolsas con palomitas, refrescos y comida china que había comprado para nuestra noche de cine – ¿Ahora estás interesado en mi trabajo?
-No lo puedo creer – hablo de manera dramática mientras le regalaba un puñado de pastillas a Reina como modo de pago por darle la patita – ¿De verdad vas a seguir con eso?
-¿Seguir con que? – insistí en hacerme la desentendida al tiempo que guardaba el helado dentro del refrigerador. Por supuesto que yo sabía de lo que él hablaba, Robert tenía un sexto sentido para detectar el enamoramiento; como alguien propensos a enamorarse, pero a jamás mantener una relación amorosa, él se dedicaba a vivir el amor a través de los demás y eso le había dado un don para detectar los síntomas incluso antes de saberlo uno mismo. – Si quieres saber que tal me fue en la oficina te puedo decir que al llegar me encontré con que la ex de nuestro jefe apareció allí, fue todo un drama, digno de telenovela.
-Eso también quiero saberlo y me lo contarás, pero luego de que me confieses el resto y no sigas insistiendo con que no sabes de lo que hablo; no estoy para el juego de sacarte el relato de a pequeños bocados, quiero, no, necesito que lo escupas de una. Solo desembucha y admite al mundo y sobretodo a ti misma, que estás enamorada. Solo me falta saber de quién, de dónde y porque, sobretodo saber de quién se trata.
Suspiré rendida sabiendo que él no dejaría de insistir hasta que le contara la historia de principio a fin, pero antes necesitaba cambiarme así que le pedí veinte minutos para ducharme rápido y ponerme cómoda.
-Ve y hazlo, yo ya me duche para acelerar las cosas sabiendo que llegas tarde del trabajo, pero una vez estés duchada me lo contarás todo incluso si eso significa perder la noche de cine. Tu historia de romance es más importante e interesante.
Media hora más tarde estábamos sentados en el suelo sobre la alfombra frente al televisor encendido y con la pausa puesta en el primer episodio de Diario de Vampiros. Robert trataba de quitar una mancha del barn de uñas que había caído en la alfombra mientras realizaba la manicura de Reina. Por los resoplidos que liberaba se notaba que no estaba teniendo suerte, era muy detallista y no quería estropear la alfombra ni dejar allí la mancha.
-Tienes razón, sí estoy enamorada y hoy nos besamos por primera vez. – Le solté sin rodeos para distraerlo de su enfado y aprovechar el impulso de valentía repentino que sentí en ese momento para admitir que mis sentimientos. – Además, se trata de alguien de la oficina.
-Tienes toda mi atención desde el principio, pero ahora también tienes mi curiosidad y mi necesidad de saber quién es; no sé trata de Jackson, ¿Verdad?
-¿Y tú cómo sabes eso?
-Te escuché hablar de él y tú “enamoramiento” cuando tú amiga vino a verte hace un tiempo.
-Oh, te refieres a Marisol. ¿Por qué dices enamoramiento de forma sarcástica?
-Por que, lo que sea que estabas sintiendo por ese hombre no era amor, puede que fuera no sé, una ilusión, fascinación o quizá incluso él solo te encendiera, pero créeme, no estabas enamorada.
-¿Y tú cómo sabes eso?
-Por que cuando hablabas de él no detectaba nada saliendo de ti más que lujuria en otras palabras, solo era un rostro y cuerpo atractivo que activaba tus deseos primitivos, pero, el hombre con él que te besaste hoy, sea quién sea, él si te trae loca. Está escrito en toda tú, desprendes amor y lo impregnas en todos lados, incluso lo huelo en ti: estás enamorada. Ahora sí lo estás y espero que sea de un tipo decente. Ya dime de quién se trata.
Su rostro estaba ansioso por saber de quién se trataba e incluso Reina me miraba esperando una respuesta. Mis labios temblaban y hormigueaban ante el recuerdo de su beso y el anticipo de pronunciar su nombre.
-Es Jaspers Conelly; mi jefe.
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Editado: 13.10.2024