Robert se ofreció a hacer el desayuno ya que nos desvelamos tanto, que perdimos la noción del tiempo y olvide que debía madrugar para ir a trabajar. Además, no estaba acostumbrada a desvelarme de ese modo por lo que la cabeza me estaba matando, las cien me latía dolorosamente y en el interior parecía que una banda de rock estuviera dando un concierto a todo volumen.
-Te lo digo porque te quiero Beca – me insistió Robert por tercera vez en los últimos diez minutos – debes llamar y avisar que hoy no irás a trabajar.
-No puedo.
-¿Por qué?
-Por que no puedo simplemente llamar y decir que hoy no iré a trabajar por un dolor de cabeza.
-Entonces no llames, solo falta sin avisar y ya. Además, sabes que no es un simple dolor de cabeza.
-Aún así, no puedo faltar.
-Mira cariño – dijo mientras se volteaba con la sartén en la mano y de su interior sacaba un omelette para dejarlo en el plato, luego cruzo sus brazos en la cintura y me miró serio. Me recordó a mi madre cuando me retaba de pequeña – te aseguro que Jaspers estará ahí mañana cuando regreses a la oficina, o pasado, no importa; la cosa es que él no se irá a ningún lado porque faltes uno o dos días a la oficina.
-¿Pasado mañana? No, si falto, será solo por hoy – dije al fin, cansada de discutir sabiendo que no ganaría; Robert no me dejaría salir por esa puerta – pero te advierto que tendrás que atendernos a Reina y a mí.
Ella ladro juguetonamente demostrando que estaba de acuerdo conmigo y así supe que le agradaba la idea de tener a nuestro amigo todo el día solo para nosotras dos.
-Muy bien señoritas, pero en ese caso y, sabiendo de antemano que no irás a ver un doctor, yo seré el encargado de darte o no de alta.
-¿Qué quieres decir?
-Que si para mañana no haz mejorado, tampoco te dejaré ir. Y sin peros.
Me advirtió antes de que terminara de armar mi puchero para luego decirle diez razones por las cuales no podía, o no debía faltar al trabajo; aunque estoy bastante segura que de esas diez, solo una sería realmente razonable y las restantes solo pretextos para no dejar de ver a mi jefe dos días seguidos; o más.
-Ahora siéntate cómoda e ingiere el delicioso desayuno que acabo de preparar, luego dormirás un rato y cuando despiertes comenzaremos con la segunda parte de la maratón.
-Es verdad, quiero; o mejor dicho, necesito ver a los hermanos Salvatore.
-Y no eres la única.
La verdad es que debía reconocer que Robert tenía una mano especial para lo culinario y definitivamente tenía que pedirle clases. Al final, él se terminaría convirtiendo en mi maestro de moda y cocina, dos áreas en las que yo era pésimo, pero él era excelente. Incluso Reina estaba más que contenta con la presencia de Robert y más aún con su comida cacera ya que también le había preparado algo para comer a ella.
Luego de desayunar Robert insistió en que debía de tomar un calmante para el dolor de cabeza y puesto que no sentía deseos de dormir, obedecí su orden mientras él preparaba la televisión con la serie TVD para ver a los hermanos Salvatore y su disputa por Elena.
-Ya tengo las palomitas prontas y en la nevera dejé un par de refrescos por si acaso.
-Sí, me parece bien ya que los necesitaremos.
Le dije al tiempo que él me empujaba juguetonamente en el sofá buscando un lugar dónde sentarse. Yo me resistí al principio, pero Robert me hizo cosquillas y entonces me rendí.
-Bien, solo por ser tú dejaré que te acuestes sobre mí.
-Muchas gracias, siempre quise tener una almohada con vida propia. – Bromeé mientras apoyaba mi cabeza en el hueco entre su hombro y su pecho acomodando mi cabeza para ver la pantalla. – La verdad es que eres bastante cómodo y emanas calor.
-Es parte de mi encanto natural cariño.
Su risa hizo que su pecho se agitara y mi cabeza lo hizo con él. Ya cómodos y listos para ver la televisión, Robert se percató de que no había traído el control remoto.
-Ay dios, no.
Él ya estaba sacando su brazo, el cuál envolvía mis hombros en un cálido y tierno abrazo, cuando Reina se nos acercó con el control remoto entre sus dientes. Ambos la miramos y comenzamos a reír mientras Robert tomaba el aparato entre sus dedos, la perra por su parte, inclinó la cabeza de un lado a otro tratando de comprender lo que sucedía.
Mi teléfono sonó varias veces en la mañana y luego sobre el mediodía al igual que el de Robert, pero ambos habíamos acordado ignorar los aparatos, incluso si era por trabajo. “Son cómo unas pequeñas vacaciones.” Había dicho él en su defensa, y yo acepte, ya que realmente necesitaba desconectarme del ámbito laboral. Pero a decir verdad estaba nerviosa porque al final, no había llamado a la oficina para advertirles que hoy faltaría a la misma y que probablemente, también faltaría al día siguiente. Aunque también era cierto que solo era una empleada más en la empresa y está no se iría a la banca rota porque una simple secretaria faltará un par de días.
-Por cierto – empezó a decirme Robert de la nada cuando estaban los créditos del séptimo capítulo – tengo helado de menta granizada en el refrigerador de mi casa.
-¿En serio?
-Si.
-¿Por qué no lo dijiste antes?
-Si quieres podemos ir a seguir con nuestra maratón allí, tu vas por el pasillo y yo por las escaleras de emergencia para llevar a Reina.
-Me parece bien. Robert….
-¿Si?
-¿No has considerado mudarte conmigo? Ya sabes, ser compañeros de piso.
Él lo pensó un momento junto a la venta y sosteniendo a Reina, aunque por su expresión se que esa idea ya había pasado por su mente antes.
-La verdad es que si. Y creo que podría funcionar, así dejaría de pagar alquiler y no tendría que estar yendo y viniendo a escondidas para cuidar de Reina.
-Eso tiene aún más sentido, luego lo platicamos bien, ahora quiero helado. ¡Al que llegué último le toca menos helado!
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Editado: 13.10.2024