Cita con el destino (y con mi ex)

Desayuno en el caos

Capítulo 4

Regla número ocho: nunca dejes que tu ex cocine, especialmente si la última vez terminó con un sartén ardiendo y una alarma de incendios histérica.

Regla número nueve: si lo hace, ten lista una cubeta de agua… pero úsala con sabiduría.

La mañana en la cabaña parecía tranquila. El sol se filtraba entre los árboles, los pájaros cantaban, y por un segundo pensé que todo sería normal.

Error.

Después de ese momento de decidir si acabar con lo "romántico" entre Liam y yo, terminé por carraspear y él abrió los ojos para acomodarse en el sofá fingiendo falso orgullo, no obstante al igual que yo él también estaba apenado por habernos quedado dormidos ahí.

Después decidí ir a darme una ducha y mientras me cambiaba de ropa empecé a percibir un olor a… ¿humo?

—Por favor, que no sea lo que creo —murmuré, corriendo a la cocina.

En la cocina, Liam estaba inclinado sobre la estufa, con un sartén que parecía haber visto la guerra.

—¡Liam! —grité.

Él levantó la vista con cara de niño sorprendido.

—¡Tranquila! Solo estaba intentando preparar desayuno.

—¿Intentando incendiar la cabaña cuenta como cocinar?

—No exageres. Es solo un poco de humo.

“Un poco” era generoso. Parecía que el pobre sartén había pasado por el mismísimo infierno.

—Liam Hayes, ¿qué parte de no cocinar sin supervisión adulta no entendiste?

—Vamos, Emma. No puede ser tan malo.

En ese momento, el aceite chispeó y una pequeña llama se elevó como si quisiera saludarme.

—¡Ay, por el amor a todas las reglas de seguridad del planeta! —exclamé buscando algo para apagarlo.

Liam agarró una toalla.

—Creo que así se apaga, ¿no?

—¡No, idiota, eso aviva el fuego!

Corrí hacia una cubeta con agua que estaba junto a la puerta (porque sí, la cabaña tenía de todo menos extintor).

—Muévete —ordené, y sin pensarlo dos veces lancé el agua.

El fuego se apagó… pero también Liam terminó empapado de pies a cabeza.

El agua le chorreaba por el cabello y la camiseta se le pegó al cuerpo, revelando músculos que no recordaba tan definidos.

Perfecto. Justo lo que necesitaba: un Liam versión mojada y peligrosa.

—Oh… no —susurré, llevándome una mano a la boca—. No era para ti.

—¿Ah, no? —replicó él, con una media sonrisa—. Qué manera tan original de decir “buenos días”.

Yo abrí la boca para disculparme, pero antes de poder decir algo, sentí cómo el suelo húmedo se volvía traidor.

Resbalé.

Y en un intento por evitar el desastre, Liam trató de atraparme.

Resultado: ambos terminamos en el suelo, yo boca arriba y él… encima.

El golpe no fue fuerte, pero sí lo suficientemente incómodo como para que el silencio se volviera ensordecedor.

Su rostro estaba tan cerca que podía contar las pestañas mojadas que le caían sobre los ojos color miel.

Su respiración rozó mi mejilla y el aire pareció detenerse.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.

—Sí —susurré—. Aunque creo que tengo una fractura de dignidad.

Él soltó una risa suave, pero no se movió.

Ni yo.

El momento se volvió tan cargado que juré poder escuchar los latidos de mi corazón golpeando mi pecho.

Liam bajó un poco la mirada hacia mis labios, y mis neuronas entraron en pánico.

No, no, no, Emma. ¡Error fatal!

—Deja vú —dije al fin, intentando romper la tensión.

Él arqueó una ceja.

—¿Deja vú?

—Sí, otra vez contigo, otra vez humo, otra vez desastre… —me encogí de hombros—. Y de nuevo tú encima mío.

—Bueno, al menos somos consistentes —replicó con una sonrisa peligrosa.

Rodé los ojos, pero no pude evitar reír.

—Levántate antes de que esto se vuelva más incómodo.

—¿Más? No sabía que se podía.

—Créeme, sí.

Finalmente, Liam se incorporó y me ayudó a ponerme de pie.

Yo resbalé un poco otra vez, y él me sujetó por la cintura.

—Tienes que dejar de lanzarme agua o voy a pensar que lo haces a propósito —dijo, aún sujetándome.

—O podrías dejar de incendiar cosas.

Nos quedamos así un segundo más de lo necesario.

Demasiado cerca. Demasiado fácil olvidar por qué habíamos terminado.

Entonces tosí, fingiendo incomodidad.

—Bien, el desayuno está arruinado, mi dignidad también, y tú pareces salido de un anuncio de colonia cara.

—Entonces el día empezó bien —respondió, con esa estúpida, pero coqueta sonrisa torcida.

Intenté ignorar el calor que me subía por el cuello.

—Voy a preparar café. Es lo único que no puedes quemar.

—Acepto el reto.

—No, no lo hagas. En serio, no lo hagas.

Mientras preparaba el café, lo observé con el rabillo del ojo. Liam secaba el piso con una toalla, la camiseta aún pegada a su cuerpo, los cabellos desordenados y esa expresión concentrada que nunca supe si me molestaba o me gustaba demasiado.

Tal vez ambas.

Cuando me alcanzó una taza, nuestras manos se rozaron por accidente.

Un toque leve, pero suficiente para recordarme que, aunque el fuego se había apagado en la estufa, en nosotros todavía quedaban brasas.

—¿Sabes, Emma? —dijo al fin—. Si todas las mañanas contigo son así de intensas, puedo acostumbrarme.

—Si todas terminan con incendios, no creo que lleguemos a mañana —respondí, dándole un sorbo al café para disimular mi sonrisa.

Y ahí estaba otra vez.

Esa chispa absurda.

Esa mezcla entre caos y ternura.

Esa sensación de que, tal vez, el destino seguía divirtiéndose a costa nuestra.

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Y de nuevo ahhhhhhh jajajaja me mueroooo esto es tan divertido de verdad que Emma y Liam son puro fuego y cada vez me convencen más de que están locos el uno por el otro, no lo sé, pero huele a que pronto habrá reconciliación jijiji. Ustedes que piensan?




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