Capítulo 6:
Regla número doce: nunca juegues Verdad o Reto con tu ex en medio del bosque, especialmente si hay fuego, lluvia y emociones reprimidas de por medio.
El amanecer nos encontró exhaustos pero vivos.
Tras escapar del oso, recuperé señal y pudimos regresar a la cabaña sin más sustos. Aún estaba empapada, con el tobillo adolorido y el corazón acelerado. Liam cargaba mi mochila mientras caminábamos hacia la cabaña, y no pude evitar lanzar un comentario sarcástico:
—Bien… sobrevivimos al oso, al bosque y a mi tobillo rebelde. Creo que merecemos medallas.
—Sí —dijo Liam con una sonrisa torcida—. Y quizás también terapia, porque lo nuestro fue una locura… y aún así, divertido.
El segundo desafío comenzaba esa noche: una fogata frente a la cabaña. Esta vez, solo nosotros. Nadie más que nosotros dos.
El aire olía a madera mojada, la lluvia había cesado pero la humedad se sentía, y la leña crepitaba lanzando sombras danzantes.
—Bueno… aquí estamos, solos en medio del bosque. —Dije, cruzándome de brazos, tratando de sonar segura—. Esto solo puede salir mal.
—Solo si tú dejas que salga mal —respondió Liam, apoyándose en un tronco frente a mí, con esa sonrisa que podía desarmar a cualquiera.
Nos sentamos uno frente al otro, con las piernas cruzadas y la fogata entre nosotros. Al principio, los retos fueron divertidos:
imitar voces, hacer gestos ridículos, contar anécdotas embarazosas. Las risas llenaron la noche, y el sarcasmo de ambos fluía naturalmente, todo consistía en sacar papelitos de un frasco frente a nosotros, porque claro... El equipo había elegido meticulosamente las preguntas que nos haríamos.
—Verdad o reto —dije, señalándolo—. Empezamos en serio ahora.
—Verdad —respondió él sin dudar.
Y al leer el papel que tenía entre los dedos, mi voz se iba apagando por causa de la vergüenza, ya que eso era más personal de lo que esperaba.
—¿Alguna vez me has.... Extrañado... después de nuestra ruptura? —pregunté, intentando mantener la calma sin morir de un ataque al corazón.
Liam tragó saliva, mirando la fogata antes de levantar la vista hacia mí: Y su respuesta me dejó helada en el sitio, la verdad esperaba algo más sarcástico.
—Sí… muchas veces. Más de las que me gustaría admitir. —Su voz era baja, sincera, vulnerable.
Sonreí apenas, pero no estaba lista para abrirme de la misma manera.
—Vale, mi turno —dijo, cambiando rápido de tema—. Reto: trata de acercarte más sin decir una palabra. Tragué una gran cantidad de saliva porque debía resistir al hecho de que moriría si me encontraba cerca de él.
Tuve que inclinarme lentamente, acercándome. El roce de su brazo con el mío me hizo estremecer.
—Perfecto —susurré con sarcasmo, aunque internamente estaba muriéndome de los nervios—. Esto es totalmente normal. Solo somos dos adultos jugando Verdad o Reto.
Los siguientes retos y verdades fueron una mezcla de diversión y tensión: confesiones sobre exnovias, risas nerviosas, comentarios sarcásticos sobre quién de los dos era peor cocinando y quién se mojaba más en la lluvia.
Pero todo acabó cuando las preguntas se volvieron extremadamente personales. Él abrió el papel y tardó un segundo en leerlo, luego me observó y apretó levemente los labios para carraspear con la garganta.
—Emma… —dijo Liam con voz suave—. Si quieres, podemos hablar de lo que pasó… o no. Pero... Esta pregunta dice: ¿Te dolió mucho nuestra ruptura?
Suspiré y decidí cortar la noche antes de abrir heridas que aún no estaba lista para enfrentar:
—No… hoy no... De verdad lo siento mucho pero no puedo seguir—dije, levantándome—. Necesito ir a la cabaña.
—Emma… —intentó detenerme, pero yo ya estaba camino a la habitación.
Me encerré, sentándome en la cama, abrazando mis rodillas y mirando por la ventana la noche que habíamos compartido afuera. Por dentro, mi corazón estaba revuelto; por fuera, intentaba aparentar calma. Liam permaneció afuera unos minutos antes de regresar, respetando mi espacio.
A la mañana siguiente, el viaje de regreso fue silencioso.
Subimos al auto de Liam y él manejo por caminos mojados, con el bosque atrás de nosotros y la ciudad acercándose lentamente. El silencio era largo y triste, cargado de palabras no dichas y emociones a medio sanar.
—Emma… —comenzó —. Sé que anoche fue difícil.
—No… no estoy lista para hablar de eso todavía —respondí, mirando por la ventana—.
Asintió comprendiendo. El auto estaba lleno de un silencio cálido y triste a la vez, el tipo de silencio que solo compartes con alguien que te importa demasiado.
Pero incluso en la quietud, algo había cambiado: la cercanía de la fogata, los juegos, el sarcasmo, la lluvia, los abrazos… todo había acercado un poco más nuestros corazones. Aunque ninguno lo dijera, ambos sabíamos que esta historia no había terminado, que las emociones estaban allí, esperando el momento adecuado para explotar.
Cuando llegamos a casa, el sol comenzaba a filtrarse entre las nubes, y el aire rozaba mi piel como una leve caricia también tenía un ligero olor a promesas no dichas. Bajé del auto primero, y Liam permaneció un segundo más, observándome.
—Siempre… —susurró, pero únicamente pude lanzarle una mirada tímida antes de cerrar la puerta, dejando que el silencio siguiera siendo nuestro idioma por ahora.
Entré a casa exhausta, con un tobillo hinchado y el corazón hecho trizas, no podía con tanta carga emocional, sobre todo porque estaba removiendo cosas del pasado, Liam y yo habíamos pasado por muchas cosas, pero la que más dolía estaba guardada, oculta por mucho sarcasmo; sin embargo, no podía ocultar que mi pecho se conprimía al recordar nuestra ruptura.
Me lancé a la cama y miré la ventana y una cortina bailar al ritmo del viento que la movía, suspiré con melancolía y luego empecé a recordar los eventos que pasamos juntos.
—Sin lugar a dudas, todavía lo extraño—.susurré ahogando un quejido con la almohada—. Soy una tarada.
Editado: 23.11.2025