Cita con el destino (y con mi ex)

Reencuentro en modo incómodo (y con testigos)

Capítulo 11:

Si alguna vez el destino te da una segunda oportunidad, asegúrate de no llevar el corazón desmaquillado.

O mejor aún: huye.

Corre.

Porque cuando el destino y un ex se combinan, nada bueno sale de ahí.

La notificación de la app me llegó un lunes a las 8:00 a.m.

No había dormido bien —gracias, Liam, por las flores y el insomnio emocional—, y mi café todavía estaba demasiado caliente para beberlo sin sufrir quemaduras de tercer grado.

El mensaje decía:

“¡Felicidades! Has sido seleccionada para participar en una cita especial en vivo de Cita con el Destino.

Asiste al Hotel Midtown Plaza a las 10:00 a.m.

Código de vestimenta: profesional y encantadora.

PD: sonríe, habrá cámaras.”

Mi reacción fue una mezcla entre un ataque de pánico y ganas de mudarme a otro país.

Cita.

En vivo.

Cámaras.

Y un sospechoso “profesional y encantadora”.

No necesitaba un traductor para entender lo que eso significaba: Liam.

Me arreglé como quien va a una entrevista de trabajo con su ex… lo cual, básicamente, era cierto.

Pantalón de vestir, blusa blanca, labios en tono “no me importas, pero igual me veo fabulosa”.

Cuando llegué al hotel, el set estaba lleno de luces, micrófonos, y gente corriendo con portapapeles.

Y ahí estaba él.

Liam.

Con su camisa azul arremangada, ese cabello rebelde que se negaba a obedecer la gravedad, y una sonrisa que decía “sé que me extrañaste”.

Lo odié.

Y lo amé.

Todo al mismo tiempo.

—Emma —dijo él, con esa voz que parecía derretir voluntades—. Qué coincidencia…

—Sí, qué sorpresa —respondí, forzando mi sonrisa profesional mientras el productor nos acercaba micrófonos.

—Hoy tendrán una cita muy especial —dijo el tipo del micrófono, emocionado—. Queremos ver si la química entre ustedes sigue viva después de tantas aventuras.

Yo sonreí como si no estuviera al borde del colapso nervioso.

Liam, en cambio, parecía encantado con el espectáculo.

—Oh, la química sigue ahí —dijo él, mirándome descaradamente—. Solo que a veces explota.

—Y deja ruinas —añadí yo con la misma dulzura con la que uno envenena un té.

Él sonrió.

Claro que sonrió.

Nos sentaron frente a frente, una mesa elegante, flores al centro, cámaras alrededor, y un periodista que parecía disfrutar cada segundo del drama.

—Bien, Emma y Liam, —dijo el entrevistador—, el público los recuerda por su conexión especial. ¿Siguen… enamorados?

Respiré hondo.

Iba a responder algo diplomático.

Algo maduro.

Pero justo cuando abrí la boca, Liam y yo hablamos al mismo tiempo.

—No.

—Sí.

Silencio.

Las cámaras.

Los técnicos mirándose con cara de “¡esto es oro televisivo!”.

Giré lentamente hacia él.

—¿Perdón?

—¿Qué? —dijo, fingiendo inocencia—. Dije la verdad.

—¿La verdad? —arqueé una ceja—. ¿Desde cuándo la confusión cuenta como verdad?

—Desde que te vi entrar y recordé por qué me enamoré de ti —contestó sin dudar.

Mi cerebro colapsó por tres segundos completos.

El periodista casi se atraganta de emoción.

—Wow —murmuró él—. ¿Podemos repetir eso para la cámara lenta?

Yo me aclaré la garganta, intentando recomponerme.

—A ver, que quede claro: esto es solo una entrevista de trabajo. No una novela romántica.

—Entonces ¿por qué siento que estoy en una escena de beso interrumpido? —preguntó Liam, inclinándose ligeramente hacia mí.

—Porque tienes delirios —respondí, aunque mi corazón parecía estar corriendo un maratón.

El entrevistador nos interrumpió, divertido:

—Bueno, después de esto, el público decidirá si merecen una segunda oportunidad.

—Perfecto —dijo Liam, sonriendo—. Solo espero que el público tenga más fe que Emma.

—Y yo espero que el público tenga mejor gusto que tú —repliqué, levantando mi copa de agua como si brindara por mi propio sarcasmo.

El set estalló en risas.

Liam también.

Y, a pesar de mí, terminé riéndome.

Porque ese era el problema con él: incluso cuando quería odiarlo, me hacía reír.

Cuando terminó la grabación, todos aplaudieron, el periodista nos agradeció, y el equipo comenzó a desmontar las luces.

Yo me levanté con la dignidad de una reina que acaba de sobrevivir a una emboscada emocional.

Pero justo cuando iba a marcharme, sentí su mano en mi brazo.

—Emma —susurró él—. No me importa lo que dijiste allá, pero sé que aún sientes lo mismo.

Lo miré.

Su mirada era seria, sincera, con ese brillo que me desarmaba.

—¿Y si sí? —pregunté, con la voz más baja de lo que planeaba—. ¿Y si sí siento algo?

Él dio un paso hacia mí, sonriendo apenas.

—Entonces el destino tenía razón.

Y antes de que pudiera responder, la app sonó otra vez en mi bolsillo.

Ambos la miramos al mismo tiempo.

“Felicidades. Has desbloqueado el siguiente reto: Una cena sin mentiras.”

Liam sonrió, y yo solo pude decir:

—Genial. Justo lo que necesitaba: un detector de verdades con cubiertos.

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Llamen a los bomberos!!!! Esto está que arde ahhhhhh y definitivamente Emma y Liam están más que enamorados, pero amo que ella se haga la difícil y a la vez le haga esa insinuación a Liam porque le está lanzando ese dardo : Sí, aun siento cosas por ti. Ay, amoooo esto jajaja me encanta, que piensan ustedes que pasará con estos dos?




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