Capítulo 14:
Hay mañanas que huelen a esperanza. Y otras que huelen a café…
con un poco de nervios.
La mía tenía de las dos.
Desde la cita del concierto, no había podido dejar de pensar en Liam.
En su sonrisa, en su forma de mirar, en esa maldita taza.
Cada vez que la veía sobre mi escritorio, recordaba la nota que venía dentro:
“¿Lo quieres volver a intentar?”
Y aunque mi respuesta había sido un ambiguo “veremos”, la verdad era que mi corazón ya había dicho sí hace rato.
Mi orgullo, en cambio, seguía peleando por mantenerse de pie.
Suspiré, removiendo el azúcar de mi café.
—No voy a escribirle —me dije, por décima vez en la mañana.
Cinco segundos después, estaba escribiéndole.
“¿Quieres café o planeas sobrevivir solo con sarcasmo hoy?”
Su respuesta llegó casi al instante.
“Depende. ¿El café viene con tu compañía o con insultos gratuitos?”
“Ambos.”
“Entonces salgo en diez.”
Cuando Liam llegó, traía su sonrisa habitual y una energía sospechosamente buena.
—¿Qué hiciste? —pregunté apenas cruzó la puerta.
—¿Por qué asumes que hice algo?
—Porque te conozco. Y cuando sonríes así, o ganaste una apuesta o planeas arruinarme el día.
—Esta vez, ninguna de las dos. Bueno… creo.
Se sentó frente a mí, sin quitarse la chaqueta, como si tuviera algo que esconder.
Y lo tenía.
—¿Qué traes ahí?
—Nada.
—Liam.
—Está bien, algo… pero prométeme que no gritarás.
—Eso depende del “algo”.
Sacó de su bolsillo una pequeña tarjeta.
El logo impreso en la esquina me bastó para saber que iba a arrepentirme de haberle escrito.
“Cita con el Destino: Temporada Especial — Parejas Reales”
—No. No, no, no, no.
—Emma, escucha—
—¿Me estás diciendo que nos inscribieron en otra edición?
—Técnicamente, nos nominaron.
—¿Quién te odia tanto?
—Mi representante. Pero dice que sería genial para la imagen.
—¿De quién? ¿De nosotros o de la app?
Liam apoyó los codos sobre la mesa, mirándome con esa mezcla de calma y picardía que lo caracterizaba.
—Podemos rechazarlo.
—¿Podemos?
—Sí. Solo que si lo hacemos, pierdo el contrato publicitario que me permite pagar mi estudio de grabación.
Lo fulminé con la mirada.
—Sabía que había un “pero”.
—Siempre hay un “pero”.
Me quedé en silencio.
No quería volver a ese caos mediático, ni a las cámaras, ni a los desafíos ridículos.
Pero tampoco quería verlo perder algo que claramente le importaba.
—Está bien —dije finalmente—. Pero esta vez, hacemos las cosas a mi manera.
—¿Tu manera?
—Sí. Sin juegos, sin trampas, sin citas falsas.
—Entonces... ¿una relación real? —preguntó con una ceja arqueada.
—No te emociones, aún no te he perdonado del todo.
—Pero me estás considerando, y eso ya es un avance.
La grabación del especial sería en dos días.
Pasaron rápido, entre risas, ensayos de preguntas y una tensión que se hacía cada vez más difícil de ignorar.
Éramos un desastre… pero un desastre con química.
Y la cámara lo sabía.
El equipo también.
Hasta el barista del set nos lo dijo una mañana:
—Ustedes dos parecen de esas parejas que se odian hasta que alguien los encierra en un ascensor.
Liam soltó una carcajada.
—Ya nos encerraron una vez, ¿recuerdas?
—Sí, y fue el día más largo de mi vida.
—Y también el primero que te besé.
—Exacto. Larguísimo.
El día de la grabación, todo salió casi perfecto.
Casi.
Después de una dinámica de preguntas sobre compatibilidad (que pasamos con sorprendente puntuación), un productor se acercó con cara de satisfacción y nos mostró una tablet.
—Miren esto. Les va a encantar.
En pantalla aparecía una foto nuestra, tomada la noche del concierto, justo en el momento del beso.
Titular:
“Reencuentro fuera de cámaras: ¿La app hizo realmente su trabajo?”
Sentí cómo se me helaba la sangre.
Liam me miró con la misma mezcla de sorpresa y rabia.
—No puede ser... —murmuró él.
—¿Quién publicó eso?
—No lo sé, pero no fui yo.
El productor sonrió, incómodo.
—Bueno, técnicamente, los paparazzi hacen su trabajo.
—Y nosotros el nuestro, que es vivir tranquilos —repliqué, levantándome.
Salí del set antes de que pudiera decir algo más.
Porque si me quedaba, iba a decir cosas que ni mi orgullo ni mi corazón estaban listos para escuchar.
Esa noche, Liam fue a buscarme.
No con una cámara.
No con una app.
Solo con la misma taza que me había regalado, en sus manos.
—Emma, no planeé nada de eso. Lo juro.
—Lo sé —respondí en voz baja—. Pero parece que el destino sigue empeñado en meterse donde no lo llaman.
—Entonces hagámoslo callar —dijo él, dando un paso más cerca—.
—¿Cómo?
—Con algo más fuerte que un algoritmo.
Su voz sonó más seria de lo habitual.
Su mirada, más sincera.
Y cuando alzó la taza y la puso entre nosotros, sonrió apenas.
—Tal vez aún no sea un sí. Pero puedo esperar.
Tomé aire.
Miré la taza.
Miré sus ojos.
Y, sin decir nada, la tomé entre mis manos.
—Entonces espera. Pero no tardes —susurré—. Porque esta vez, quiero que el destino se sorprenda.
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Hello de nuevo yo reportándome y pues siempre por acá les dejo una notita para que sepan que (siempre estuve ahí) jajajaja en fin... La verdad es que yo ya hubiera dicho que sí porque así soy me convenció rápido Liam jajaja perooo no podemos decir que el hombre no se la ha rifado para volver a conquistar a Emma, que piensan ustedes?
Editado: 23.11.2025