Capítulo 14

Si hay algo más aburrido que una reunión de dos horas sobre “objetivos trimestrales”, es una reunión de dos horas sobre “objetivos trimestrales” con diapositivas en Comic Sans.

Yo ya estaba en modo automático, tomando notas que jamás leería, cuando mi mirada se cruzó con la del coworker misterioso. Ese mismo, el del escritorio 12, el de las corbatas raras y los papelitos con chistes.

Él levantó una ceja, como diciendo “¿en serio vamos a sobrevivir a esto?”. Yo traté de aguantarme la risa, pero fue imposible.

Mientras la jefa seguía hablando de “alinear sinergias”, él escribió algo en su libreta y giró sutilmente para mostrarme:
“¿Quién es Synergia y por qué todos quieren alinearse con ella?”

Tuve que toser para disimular la carcajada.

Después vino el pase de lista de proyectos. Cada quien debía actualizar sus avances. Cuando me tocó, sentí su mirada fija en mí. Y como si estuviéramos en una comedia romántica de oficina, al terminar mi reporte él chocó su bolígrafo contra el mío, como si fuera un “choque de copas”.

Yo enrojecí como si hubiera dicho algo indecente en lugar de un informe de Excel.

La cosa subió de nivel cuando, ya hacia el final, me pasó otro papelito:
“Después de sobrevivir esta reunión, ¿te parece que sobrevivamos un café juntos?”

No era un match digital, no era un emoji torpe, no era un algoritmo decidiendo por mí. Era él, ahí, con un gesto tan simple como perfecto.

Le sonreí y escribí debajo:
“Solo si hay papas fritas.”

Él asintió con una seriedad cómica y guardó el papel. En ese momento, la jefa preguntó:
—¿Alguna pregunta más?

Yo me mordí los labios para no contestar: Sí, ¿cuándo es apropiado invitar a tu compañero de oficina a algo más que café?