Capítulo 30

Era viernes, la reunión más aburrida de la semana, y Valeria ya llevaba media hora peleando con sus párpados para no cerrarlos. El jefe hablaba sobre “estrategias de optimización” con la misma emoción que un manual de microondas.

De repente, sintió que alguien la miraba. El coworker misterioso, sentado al otro lado de la mesa, levantó discretamente una servilleta. En ella había escrito:

“¿Escapamos?”

Valeria casi suelta una carcajada. Se mordió el labio, miró alrededor como si estuviera en una misión secreta y asintió.

Cinco minutos después, cuando el jefe pidió un receso, ambos salieron de la sala como si fueran al baño. En vez de regresar, tomaron el ascensor y terminaron en una cafetería dos calles más abajo.

—Esto es oficialmente un secuestro laboral —bromeó Valeria.
—Nah, es una operación de supervivencia —contestó él, levantando su café como si fuera un trofeo.

La conversación fluyó ligera, sin interrupciones, sin jefes sospechosos ni chismes de oficina. Hablaron de películas malas que amaban, de sus playlists de karaoke, y hasta confesaron guilty pleasures musicales.

En un momento, Valeria pensó: “Esto parece una cita…” pero no lo dijo en voz alta. Aunque, por la manera en que él la miraba, sospechaba que él también lo estaba pensando.

Al regresar a la oficina, entraron discretamente a la reunión como si nada hubiera pasado. Pero Claudia los miró y, con una sonrisita, envió un mensaje al chat privado:
—Spoiler: eso no fue un café. Eso fue una cita.

Valeria quiso negarlo, pero en el fondo sabía que tenía razón.

Esa noche escribió en su diario digital:
“A veces el mejor plan es no planear nada. Y, por un ratito, el mundo dejó de ser un desastre.”