Capítulo 37

Cuando el jefe anunció que necesitaría dos voluntarios para representar al equipo en una conferencia fuera de la ciudad, Valeria ya presentía el desastre.

—Y claro —dijo Claudia en voz baja—, te va a tocar con tu “misterioso”.

Y sí. El destino tenía un sentido del humor cruel. Los elegidos fueron: Valeria y el coworker.

El viaje comenzó con el clásico cliché: solo quedaba una habitación disponible en el hotel.
—No se preocupen, es doble —dijo la recepcionista, sonriendo como si supiera todo.

Valeria casi se desmaya. El coworker, en cambio, parecía disfrutar la incomodidad.
—Tranquila, prometo no roncar… mucho.

Durante el trayecto, las cosas no mejoraron. La maleta de Valeria se atascó en la puerta del taxi, perdió la tarjeta del hotel tres veces y, para rematar, en la conferencia la confundieron con la asistente de alguien más.

—Mira el lado positivo —le dijo el coworker, intentando consolarla—. Al menos nadie te confundió conmigo.

La tensión aumentó cuando, en la noche, después de una cena aburridísima con otros asistentes, terminaron los dos en el cuarto del hotel, riéndose de lo ridículo que era todo.

—Esto parece sitcom —dijo Valeria, recostada en la cama con un helado de minibar.
—Sí, pero sin risas enlatadas —respondió él, acercándose peligrosamente.

El momento se interrumpió de la forma más Valeria posible: tiró el helado en la colcha blanca.
—¡Ay, no! ¡El hotel me va a cobrar la colcha como si fuera arte moderno!

Ambos rieron hasta quedarse sin aire. Y aunque no pasó nada más, la cercanía, las miradas y el “casi algo” flotando en el aire dejaron a Valeria más confundida que nunca.

Esa noche, en su diario digital escribió:
“No sé si estoy en un viaje de trabajo o en una luna de miel mal organizada. Lo único seguro es que el minibar está carísimo.”