Capítulo 40

Valeria siempre decía que el universo tenía un talento especial para convertir sus momentos más simples en espectáculos caóticos dignos de una telenovela. Ese día no fue la excepción.

Todo comenzó cuando decidió enviarle un mensaje inocente al coworker:
—“Necesito hablar contigo después del trabajo 😉”

El guiño fue un error. Ella solo quería sonar ligera, pero el emoji cambió el tono completamente.

Él contestó al instante:
—“¿Hablar… o hablar?”

Valeria soltó un “¡ay, Dios!” en voz alta, justo cuando Claudia entraba a la oficina.
—¿Qué pasó ahora?
—Nada, absolutamente nada.
—Traducción: desastre en curso —respondió Claudia, robándole el celular.

Y así empezó la cadena de malentendidos.

Primero, Claudia, en plan cupido, le respondió al coworker desde el teléfono de Valeria:
—“Tal vez ambas 😉😉😉”

Valeria casi se infarta.
—¡Claudia, devuélveme eso!

Segundo, el coworker, en lugar de aclarar, jugó al misterio:
—“Perfecto. Nos vemos en mi casa.”

Tercero, Valeria, en un ataque de pánico, intentó explicarle a Claudia que todo era un malentendido… justo cuando otra compañera pasó por ahí y escuchó:
—“¡No era eso lo que quería decir!”

Cinco minutos después, la oficina entera parecía convencida de que Valeria y el coworker tenían planes románticos secretos.

Lo peor fue que, al final del día, él sí la esperó en la salida.
—Entonces… ¿lista?

Valeria, roja como un semáforo, apenas pudo balbucear:
—Lista… para un café. Un café normal. Muy normal. Súper normal.

Él sonrió como si hubiera ganado la partida.

Esa noche escribió en su diario digital:
“No sé qué es peor: que Claudia tenga control de mi celular o que mis malentendidos ya parezcan guiones de comedia romántica. En cualquier caso… sobreviví. Apenas.”