Mi padre trabajaba todos los días y en sus tiempos libres vendía frutas; en este caso, vendía mangos, los cuales íbamos a buscar a un río donde había más de 300 árboles con frutos, los cuales caían en el río, y cada vez que entrábamos, los mangos estaban flotando sobre el agua como si fueran peces. Hasta que me llevaron por primera vez, para no dejarme sola en casa.
—¿Y qué camión debemos esperar?
—El camión debe decir "Pedregal Polvorín" o "Ganadería"; ese nos lleva directo al río.
—Perfecto
Esperamos en la parada del bus a que llegara el bendito camión. A veces tardaba, pero había veces que llegaba demasiado rápido. Había gente que iba al río todos los días, simplemente a echarse un chapuzón de agua o también a buscar lo mismo que nosotros. Nosotros íbamos mayormente por los mangos. Tardábamos más o menos unos 20 o 30 minutos, dependiendo de cuántas veces se detuviera el camión en la parada.
Al llegar al río, lo primero que hice fue meterme a bañar, pero con miedo a que hubiera una serpiente, un pez venenoso o algo que pisara y me lastimara. Al final, terminé sentada comiéndome los mangos que pasaban por el río. Para terminar, me dio un tremendo dolor de estómago que me hizo querer regresar a casa. Fue un día épico y doloroso.