Ciudad de papel

Capítulo 5

Abigail

Me permitió pasar primero a una pequeña sala, vi como las hojas se extendían por todos lados, en el suelo había pequeñas estatuas de metal con forma de hormiga, pero lo que más destacaba eran las mariposas que estaban pintadas en las paredes de una forma que parecían cobrar vida para volar alrededor de nosotros. Giré poco a poco intentando mantener esa imagen en mi cabeza durante un rato, o a ser posible, toda una vida, porque estaba maravillada con lo que había visto ese día.

Bajé la vista al notar una mirada posada sobre mí, Dániel me observaba mordiéndose el labio aguantando una risa, me giré ignorándolo para verlo unos minutos antes de marcharnos. Pasé por su lado irritada chocando mi hombro con el suyo antes de alejarme hacia donde fuera la salida, busqué alguna indicación que me permitiera saberlo, sin embargo, allí estaba, repasando cada rincón para encontrarla.

Dániel me agarró del brazo llevándome fuera de la sala susurrando que había otra guía, que podrían habernos reñido por separarnos del grupo y por estar aún dentro de las instalaciones. Me soltó para apartarse, darme mi espacio mientras yo buscaba al grupo sin saber qué hacer, me volví hacia él aún airada por el gesto que tuvo antes en la entrada de la sala.

— ¿A dónde vamos? — pregunté con la mirada perdida en otra parte.

— Esto se explora por libre, pero puedo guiarte si es lo que quieres— comentó, pensé que se acercaría a mí, sin embargo, solo lo vi alejarse hasta unas escaleras que parecían hechas de troncos de árboles talados a la perfección. Dudé mirando en su dirección sin saber qué hacer, tenía curiosidad por saber cómo podría acabar.

Me señaló con la cabeza que lo acompañara hacia arriba, me quedé quieta durante unos instantes a la vez que mi cuerpo reaccionara antes que mi mente, me moví en su dirección dejando un margen de distancia entre nosotros, sobre todo cuando bajaba un gran número de personas, por lo que me tenía que poner detrás de él para dejar paso. Se detuvo en la primera planta donde las habitaciones estaban repletas de bancos y personas que miraban un documental sobre las máquinas.

Dániel me volvió a agarrar del brazo, esa vez le observé e intenté apartarle, aunque lo único que conseguí fue que apretara un poco, sin hacerme daño, para que le mirase, me mandó callar y entonces vi porqué. El elefante volvía dentro, los pasajeros arriba miraban asombrados por dónde estaban subidos, de repente, la máquina soltó agua por la trompa como si se tratara de uno real, porque si no fuera por los engranajes y las diferentes piezas que se notaban, podría parecer uno real por el movimiento de sus ojos, de la trompa y las orejas que eran controladas por el muchacho.

Abrí la boca, embelesada por lo que veía, era imposible para mí apartar la vista. Noté una sombra moverse a mi lado, pero mi atención se seguía centrando en la complejidad de la máquina, aun cuando me tocaron la barbilla. Parpadeé varias veces para seguir observándolo, Dániel me tocó el hombro con delicadeza, me giré hacia él que me señalaba hacia delante, para que le siguiera.

— Luego podríamos subir, las vistas son espléndidas— comentó Dániel acelerando un poco el paso mirando cada poco tiempo hacia mí para asegurarse de que estaba a su lado.

— ¿Trabajas aquí? — pregunté siguiéndole el ritmo, pero él parecía no darse cuenta de que cada vez aceleraba un poco más.

— Sí—.

Llegamos hasta unas escaleras de metal, él comenzó a subir hasta la siguiente planta, le seguí el ritmo hasta arriba. Me detuve un momento al ver que me estaba esperando en el último escalón con mano extendida hacia mí, subí los últimos escalones que me faltaban y avancé ignorándolo, sin embargo, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando posó su mano en mi espalda para guiarme al lado contrario hacia donde iba.

— Esa parte puede hacerse esperar, ahora quiero enseñarte esto— dijo a la vez que nos parábamos en una barandilla y me quitaba la mano de la espalda.

Miré hacia abajo sin saber qué había, me asomé un poco al ver cómo algunos trabajadores se colocaban alrededor de una de las máquinas, pero no era una cualquiera, era un dragón morado que tenía la boca abierta por donde salían algunas personas antes de agarrar una herramienta y volver dentro.

— Hay muchas que son igual de sorprendentes, por desgracia llegarán meses más tarde, se celebran espectáculos por todo el mundo—.

Me quedé sin palabras, me quedé un rato observando cómo trabajaban, hasta que un rato después me separé de la barandilla para ver a Dániel, él sintió mi mirada dándose cuenta de que era hora de seguir con el recorrido.

Nos encaminamos a la salida de la planta de arriba sin saber hacia dónde nos llevaba, salí confundida, me paré en seco al ver las barras de metal formando ramas de árboles que sobresalían hasta el cielo. Dániel empezó a andar, le seguí observando las pequeñas plantas cultivadas entre las barras de metal, incluso algunas llegaban hasta el suelo de la plataforma, miré hacia abajo, sin embargo, me aparté al notar un mareo al darme cuenta de lo alto que estábamos del suelo.

Ralenticé el paso para observar cada especie, cada curva que formaba por buscar el sol en lo más alto del cielo, el color que se expandía por los pétalos de unas pequeñas flores que hacían contraste con las hojas verdosas. Me acerqué a oler algunas de ellas, a sentirlas en la palma de la mano, no podía creer que no me hubiera fijado en aquella maravilla cuando estaba en la fila, continué caminando al lado de Dániel que me había esperado durante mis prolongadas paradas.

Llegué a la rama más alejada para divisar las vistas desde allí, me quedé estupefacta al ver como el río fluía rodeada de pequeñas barcas llenas de gente que observaba a ambos lados del río, giré la cabeza para ver el carrusel de tres pisos que estaba alejado de la exposición. Me paralice en el sitio un rato admirando el paisaje ante mis ojos, hasta que el viento comenzó a soplar con fuerza haciendo que poco a poco cayeran pequeñas gotas de agua en mi rostro.




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