Ciudad de papel

Capítulo 8

Abigail

Me coloqué el pelo con la cámara del móvil para que quedara lo mejor posible, analicé mi ropa de arriba a abajo sin estar muy convencida de mi decisión, pero no podía quejarme ni cambiarme, había salido de casa con tanta prisa para llegar a tiempo que no tuve tiempo de arrepentirme.

Me senté en un banco con los nervios a flor de piel, moví la pierna para calmar mi nerviosismo, aunque sólo provocó el efecto contrario. Giré mi cabeza en todas direcciones buscándole, pero solo veía a algunas personas dar un paseo a las orillas del río.

Le mandé un mensaje preguntándole donde estaba, sentí que todo había sido una broma, que me había dejado plantada porque tenía mejores cosas que hacer, seguramente íbamos a dar un paseo. Me sentía como una ilusa al pensar que iba a guardar un recuerdo igual de sorprendente y único que el de la última vez, pero lo más seguro era que volvería a casa desilusionada porque ni siquiera aparecería.

Fijé mi vista en el río, eliminando cualquier pensamiento negativo que se escabullera por mi mente, debía confiar en él, no quería arruinar esa noche por no ser capaz de echar a un lado mis inseguridades y mis comentarios despectivos hacia mi o hacia lo que Dániel había planeado.

— Hola Abigail— escuché a mi espalda, como si fuera un susurró que me envolvía todo el cuerpo.

Me giré hacia él con una sonrisa, había venido. Me levanté mirándole detenidamente, llevaba una camisa negra que se ajustaba a su torso que dejaba al descubierto el tatuaje que vi la primera vez que le conocí.

"Belleza, poder y fuerza"

Sus ojos ambarinos me miraban con ese brillo tan característico de él, era como una parte más de Dániel, y por mucho que me fijase, nunca entendía que significaba, si estaba relacionado con un sentimiento igual de fuerte que una tormenta, si era algo natural en él, o si...

" Si solo ocurría conmigo"

— Iremos a dar un paseo hasta que caiga más la noche, ¿te parece bien? — preguntó esperando una respuesta por mi parte.

— Claro—.

Agarré su mano para poder levantarme, me contempló durante unos segundos antes de tirar un poco de mí y guiarme hacia el camino de la orilla, me extrañé pensando que volvería a llevarme a los anillos de luz de nuevo.

Caminamos durante un rato mientras la noche se cernía sobre nosotros, divisé las luces a lo lejos, le observé de reojo, tenía la vista puesta al frente, como si estuviera decidido de dónde me llevaría. A la mitad del camino se detuvo de golpe, frenándome con él, se apoyó en el muro de piedra viendo cómo fluía el río, le imité relajándome con el sonido del agua.

Los barcos estaban a ambos lados del río, se podían ver las luces encendidas en cada uno, algunos estaban vacíos pues eran los que se utilizaban para las guías turísticas.

— Me siento tranquila, es parecido a un sentimiento de paz— comenté rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros, no era porque fuera incómodo, pero no sabía cómo explicarlo.

Sonrió sin decir nada, deleitándose con cada palabra que había salido de mi boca. Se irguió separándose del muro de piedra, imité su acción siguiendo cada paso que daba, vi cómo se volteaba de nuevo al carrusel esperando a que estuviera a su altura para andar de vuelta allí.

···

Me dejó un momento sola mientras se acercaba al carrusel, le miré confundida sin saber qué iba a hacer. Noté cómo sacaba algo de su bolsillo, me acerqué a él esperando a que me diera una explicación, ayer parecía muy seguro de sus palabras al ofrecerme ver el mundo, pero como no, debía esperar que fuera una broma.

— ¿Qué hacemos aquí? — pregunté caminando hasta que quedé a su lado, vi cómo giraba una llave en la cerradura.

Se quedó en silencio unos momentos mientras utilizaba diferentes llaves para abrir la puerta. Me ojeó de lado antes de separar las puertas y volverse hacia mí con una sonrisa, una mano puesta en la puerta abierta.

—¡Bienvenida al carrusel! — exclamó con ese brillo tan característico en él dándome ánimo para que pasara delante de él.

Me encaminé absorta en la magnitud de la atracción, mis pasos eran lentos, no era capaz de fijar mi vista en un punto concreto, todo era magnífico, algo que nunca pensé que vería, en mis mayores sueños, sobre todo de cuando era una niña.

—Espera aquí, ahora vuelvo, tengo que hacer una cosa— aseguró antes de perderse dentro de la base donde suponía que estaban los controles de todo.

Escuché algunos ruidos, los ignoré mientras buscaba una forma de subir arriba, me di la vuelta para ver las escaleras cerradas por una puerta de metal. De un momento a otro las luces se encendieron iluminando todo el carrusel. Dániel salió acercándose a mí con otra llave diferente abriendo la puerta dejándome paso.

Subí las escaleras con lentitud, notaba su presencia detrás de mí, pero mi atención se centraba en la mano que iba arrastrando por la barandilla hasta llegar al primer piso. Me acerqué para ver cada estructura que lo formaban, las criaturas marinas que sustituían a los típicos caballos. Mis ojos se iluminaron por la petición que quería hacer.

— ¿Se puede encender? —.

— Elige, vendré a ayudarte y a explicarte unas cosas—contestó en voz alta mientras se alejaba a una pequeña cabina. — Me quedaré en la cabina de control, solo disfruta—.

Escogí uno al azar después de dar un par de vueltas a las criaturas marinas, me coloqué en la barandilla y esperé a que Dániel viniera. Una rampa de metal se extendió hacia dentro, permitiéndome estar más cerca, le di mi mano para que me ayudara a entrar en el pez que había escogido. Se alejó caminando hasta la cabina.

—¿Lista? —preguntó casi chillando.

— ¡He nacido para este momento, que empiece la atracción! — exclamé abrochándome el cinturón de la atracción.




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