Abigail
Le seguí hasta abajo del todo, en la base del carrusel, donde se podía controlar toda la atracción. Anduvo hacia el final de la sala donde había una pequeña puerta que daba a la parte más baja del carrusel. Observé la plataforma subiendo la mirada hasta el techo, desde ahí daba la impresión de ser mucho más grande de lo que era.
— ¿Me vas a dar otra vuelta? — pregunté riéndome sin saber qué hacíamos en la planta baja.
— Esto va a ser mucho más divertido que dar un par de vueltas en un carrusel, te lo prometo—aseguró caminando hasta el centro donde estaba el soporte de metal.
Fui detrás de él confusa, no sabía que estaba haciendo, pero no quería dudar de él por muy raro que me pareciera lo que hacía. Levantó una tapa con cables y algunos botones, comenzó a tocar algunas cosas antes de que las luces se apagaran de repente, haciendo que diera un paso con rapidez para acercarme a él.
El soporte comenzó a brillar iluminando la atracción por completo envolviéndonos en una luz blanquecina. Me sujeté con fuerza al brazo de Dániel, cerré los ojos sin poder acostumbrarme al haz de resplandor que salía del metal. Él me apretó contra su cuerpo para hacerme sentir más calmada, abrí un poco los ojos observando todo con mayor precisión hasta que me familiaricé con el entorno.
Dániel se giró conmigo pegada a su cuerpo, me separó un poco para mirarme a los ojos, porque, aunque no era capaz de mirarle notaba sus ojos en mí. Escondí mi cabeza en la curva de su cuello con la vista cansada por el esfuerzo que estaba haciendo, me sostuvo dándose la vuelta para poder agarrar mi barbilla y levantar mi cabeza para que le viera, me había colocado a contraluz.
—¿Estás lista para el viaje? — dijo observándome, le contemplé sin poder articular ni una palabra, por mucho que mi cabeza solo repetía un sí.
Asentí un poco dudosa, Dániel quitó su mano de mi cara para acercarse a mí y moverme hacia el soporte de donde provenía la luz, me eché hacia atrás, pero me sostuvo contra su cuerpo que se adentraba aún más.
— Dániel, nos vamos a chocar— exclamé retorciéndome en sus brazos. —¡Que está el palo de metal! — chillé cuando me vi muy cerca.
Nos empujó a ambos hacia el metal, cerré los ojos esperando el impacto y el dolor que lo acompañaría, pero unos segundos más tardes los abrí confundida por no notar ningún dolor en mi cuerpo. Me erguí separándome de Dániel, me quedé paralizada al darme cuenta de que no estábamos en el carrusel, le empujé separándome con brusquedad, mi pecho comenzó a comprimirse haciendo que no llegara aire a mis pulmones.
—Abigail, cálmate—pidió Dániel acercándose a mí, le volví a empujar, pero perdí el equilibrio cayendo al suelo. — Estoy aquí, no te voy a soltar—susurró sentándose a mi lado para abrazarme.
Intenté alejarme con la poca fuerza que me quedaba, sin embargo, él me sostuvo contra su cuerpo acariciándome el pelo y murmurando algo que no podía escuchar. Desistí, mi cuerpo dejó de luchar dejándose calmar por el sonido de su voz, aun sin saber qué decía, me rozó la cara con el pulgar haciendo pequeños círculos.
— ¿Mejor? —preguntó abrazándome, noté como mi respiración estaba más relajada y me acurrucaba en sus brazos, hasta que recordé el porqué estaba en esa situación.
—¿Qué me has hecho? —declaré arrastrándome por el suelo lejos de él, estaba asustada, cabreada y confundida, tenía muchos sentimientos acumulados que aumentaban cada segundo que pasaba allí.
—Bienvenida al Intermedio—comentó levantándose, se sacudió la ropa antes de volverse hacia mí, al ver mi cara de confusión se adelantó a proseguir. —Es un puente entre dimensiones—.
—Eso, eso es una tontería, no existen las—.
—Tienes la prueba de ello delante de ti, estás aquí conmigo— me interrumpió para dar un paso hacia mí. —Es difícil creerlo, pero te lo enseñé porque quieres ver mundo, y el tuyo tiene grandes maravillas, pero hay cosas que para ti son inverosímiles—.
— ¿Quién eres? — comenté intentando que no se notara el temblor que recorría mi cuerpo, miré a todos lados nerviosa.
— Dániel, encantado, aunque creo que nos hemos visto antes—exclamó con un deje de diversión antes de volver a mirarme y frustrarse por no conseguir lo que quería. —Abigail, si quieres volver la puerta está detrás de mí—.
Me levanté con lentitud sabiendo que tenía su mirada puesta en mí, me acerqué poco a poco a Dániel centrándome en mi objetivo principal. Cuando estuve lo suficientemente cerca, corrí hacia la puerta de luz para traspasarla, pero me detuve asustada, no me fiaba. Asomé la cabeza fuera de la puerta notando que estaba de nuevo en el carrusel, volví donde estaba Dániel sorprendida de encontrarle en el mismo lugar.
—¿Qué? No voy a ir detrás de ti, tú eliges si volver o quedarte— respondió encogiéndose de hombros antes de caminar al lado opuesto y volverse hacia mí. — ¿Vas a venir? —.
Dudé un momento sin saber qué hacer, ya sabía que no estaba alucinando por unas pastillas o algo, pero aún no podía asimilar que el lugar en el que estaba era real. Me encaminé hacia él a la vez que comprendía que cada paso que daba era de verdad, que no mentía, extendí mi mano hacia él para que me guiara.
Fuimos por un puente con baldosas cristalinas que se mezclaba con la neblina blanca que nos rodeaba. Toqué la niebla con los dedos sintiendo como una suave caricia que se amarraba a mí débilmente, andamos hacia un punto de conexión entre puentes. Dániel se dirigió a una de las puertas, sentí como me observaba de reojo antes de detenerse y voltearse hacia mí.
—Las damas primero—.
Me adelanté con su mano sobre la mía, asegurándome de que estaba ahí y que no tenía pensado soltarme, crucé con los ojos cerrados, sentí como mi cuerpo transcurría entre la luz de la puerta hasta el otro lado. Me impedí abrir los ojos, Dániel acortó nuestra distancia colocándose detrás de mí, soltó mi mano para rodearme con sus brazos y posó sus manos sobre mis ojos.