Abigail
Me desperté al escuchar un sonido en la cocina, volví a apoyar la cabeza cansada, hasta que recordé que vivía sola. Me levanté haciendo el mínimo ruido posible, agarré la lámpara de la mesa acercándome hacia la puerta. Noté como ésta se abría lentamente, me escondí detrás de ella con rapidez atenta a sus movimientos.
En cuanto lo vi asomarse por la puerta me lancé hacía él, sin embargo, una mano sujetó la lámpara, la sujeté con fuerza empujándola hacia mí. Unas manos me rodearon, me levantaron colocándome en su hombro, comencé a dar patadas y puñetazos pidiendo que me soltara, oí una risa ronca que me hizo paralizarme.
— Buenos días a ti también, te has levantado muy agresiva— comentó burlándose de mí, me sujetó por la cadera para bajarme y dejarme delante de él. — No quería asustarte, venía a despertarte, he preparado comida— dijo señalando al otro lado de la puerta.
— Oh, gracias— murmuré avergonzada, me acaricié el brazo mirando hacia el suelo, no era capaz de verle a los ojos, hasta que caí en cuenta. —¿Cómo es que estás aquí? —.
—Tenías sueño, estabas todo el rato cerrando los ojos del cansancio, así que te pregunté por las llaves antes de que te quedaras dormida— explicó encogiéndose de hombros y saliendo de la habitación. — Te traje en brazos a casa, te dejé en la cama y me pediste que me quedara—.
Intenté recordar, pero solo recordaba la sensación de sueño invadiéndome, como mis ojos se cerraban aun cuando yo hacía esfuerzo para que permanecieran abiertos, luego, me quedé dormida en algún momentos hasta que me desperté, aunque era normal en mí, me gustaba hablar dormida, así que soltaría muchas tonterías.
Caminé hasta el salón donde Dániel colocaba unos platos, se giró hacia mí con una sonrisa antes de señalar la mesa para que me sentara. Me acerqué lentamente observando toda la comida que había sobre la mesa, parecía un picnic matutino, aunque estaba en casa y podía estar cómoda.
—Come, hoy tengo un nuevo destino para nosotros, debes descansar antes de irnos— comentó señalándome con la cuchara.
Me senté con cuidado como si en cualquier momento todo lo que veían mis ojos fuera a desvanecerse. Empecé a comer degustando cada mordisco que me metía en la boca, nunca pensé que alguien podría hacer es gesto por mí, le miré de reojo con una pequeña sonrisa cada vez que nuestras miradas conectaban, había compartido mucho con él, había sido capaz de abrirme, algo que hace tiempo pensé que sería imposible.
Terminamos de comer, Dániel quitó los platos de la mesa y los fue colocando en su lugar, al igual que el mantel y los cubiertos. Se negó a recibir mi ayuda, me sentó en el sofá diciendo que descansara, tenía un poco de sueño, pero podía aguantar toda la noche despierta.
Me tumbé en el sofá con el sonido de la vajilla chocando, cerré los ojos pensando en las flores rojas que había pintado en la pared, esas flores que cada primavera iba a ver con la misma ilusión que el año anterior. Noté unas manos que se sujetaban a mi hombro para moverme de un lado a otro hasta que abrí los ojos y le observé con mala cara.
— Ve a descansar a tu cama, vas a estar más cómoda— explicó mientras se levantaba del suelo para tenderme una mano. — Yo también debo descansar, y necesitaré el sofá, si es que me dejas quedarme—.
— Puedes dormir en la cama conmigo, pero solo si no pateas— le dije de broma.
Le aparté la mano con una sonrisa, me levanté para dirigirme a mi habitación. Dániel continuó recogiendo las cosas mientras me tiraba en la cama, me hice una bola arropándome hasta arriba con las sábanas, me acomodé en el lado de la cama pegado a la pared.
Escuché como la puerta se cerraba con lentitud, Dániel se acercó a la cama sentándose en ella, dejando caer su peso en el colchón. Se removió un poco antes de levantarse y volver de nuevo, sentí su cuerpo rozando el mío, sus brazos estrechándome contra él mientras sus dedos rozaban mi cabello, relajándome, haciendo que mis ojos se cerraran de nuevo.
···
Dániel caminaba delante de mí por el Intermedio, me coloqué la ropa, por alguna razón que aún desconocía me comentó que lo más útil sería que me pusiera ropa cómoda y flexible. Asentí confiando en él, sobre todo después de escucharle tararear cuando pensó que estaba dormida.
Se paró en frente de una de las puertas esperando a que llegara a su lado, me paré en seco extendiendo la mano hacia ella, la luz cosquilleó entre mis dedos empujándome a cruzar hacia el otro lado. Dániel puso su mano en mi espalda haciendo que reanudara el paso junto a él. Cerré un poco los ojos hasta que pasamos, parpadeé varias veces para que mis ojos se adaptaran a la luz.
Vislumbré como unos hilos se unían formando una ciudad que se alzaba frente a mis ojos. Vi a algunas personas agarrándose a los hilos para transportarse, enfoqué la vista para notar como sus extremidades se dividían en seis brazos que utilizaban para facilitar su movilidad, sus piernas servían para ganar impulso para dar el siguiente salto.
Me giré hacia Dániel con los ojos abiertos, estaba sorprendida porque no era lo que esperaba para ese día. Volví mi vista a la ciudad, a un soporte donde estaba apoyada sin saber qué haría en un lugar como este, yo no era capaz de hacer eso.
— Esto es impresionante Dániel, pero, ¿cómo nos vamos a mover? — pregunté mirando hacia el suelo, lo vislumbraba, sin embargo, el vértigo me hizo echarme hacia atrás.
— Al igual que ellos. — Le observé aterrada, me di la vuelta para volver a casa, sin embargo, sus dedos se enroscaron en mi muñeca deteniéndome. — Abigail, tu cuerpo se adapta, no tienes de qué preocuparte—.
Me dio la vuelta haciendo que chocara contra su pecho, sus brazos me sostuvieron con fuerza hasta que sentí varios toques por todo mi cuerpo. Me separé notando que su cuerpo se había transformado en uno idéntico al de la gente que se columpiaba.