Dániel
Escuché a Abigail y a Sea hablar en el salón, agarré los vasos y la botella como pude mientras andaba hacia ellas. Cuando entré, Sea se tumbó en el sillón con las manos en la cara, Abigail se giró hacia mí dándome a entender que no la había convencido. Me senté a su lado dejando los vasos y la botella encima de la mesa, el ruido hizo que Sea se levantara para mirarnos a ambos.
— Sea, déjame intentarlo— pedí echando agua en uno de los vasos. — Tendré cuidado, será entrar y salir—.
— Mi respuesta no ha cambiado desde la última vez— explicó con un tono de cansancio. — Si estuviera segura de que estarías bien te dejaría, pero no puedo—.
— Sea, él sabe dónde tienes escondida la llave— comentó Abigail mirándola fijamente, Sea se giró hacia mí esperando a que dijera algo.
— ¿En serio? — preguntó achatando los ojos enfadada, se cruzó de brazos echándose hacia atrás.
Me levanté caminando hacia el sillón, la observé unos segundos antes de que se moviera hacia un lado. Me senté en el reposabrazos al lado de ella.
— Es mi trabajo cuidar de ellas, incluso si eso implica ponerme en peligro— dije sin apartar la vista de ella. — Si les pasa algo será el fin de todo, lo sabes. — Sea suspiró agachando la cabeza.
— Ve con cuidado— susurró antes de levantarse y rodearme, se quedó quieta unos momentos antes de separarse y marcharse escaleras arriba.
Salté al sillón estirando las piernas en el reposabrazos, miré a Abigail de reojo mientras bebía. Ella buscaba algo en su bolso, me coloqué boca arriba cerrando los ojos hasta que sentí algo caer en mi costado, me levanté para ver a Abigail sonriendo hacia otro lado evitándome, me reí haciendo que ella se fijara en mí.
— ¿De qué te ríes? — pregunté apoyándome sobre mis codos para erguirme.
— De nada. — Se levantó mientras alisaba las arrugas de su ropa, agarró el bolso y se acercó a mí. — Vamos— dijo dándome un pequeño golpe en la pierna.
Me levanté siguiéndola extrañado hacia la puerta, agarré la chaqueta de la percha antes de abrir la puerta de casa. La dejé pasar antes de cerrar la puerta, guardé las llaves del carrusel, caminé con rapidez hasta llegar a Abigail.
— ¿A dónde vas tan rápido? — la intenté sujetar del brazo, pero ella fue más rápida y se dio la vuelta esquivándome.
— Primero vamos a mi casa, tengo que dejar esto— respondió sujetando su bolso.
La solté lentamente suplicando que el tiempo se detuviera para nosotros, porque no quería soltarla nunca. Caminamos un rato hasta su casa, ella me preguntó si quería subir. Asentí siguiéndola escaleras arriba con la cabeza agachada.
Al llegar arriba me encontré a Abigail buscando sus llaves, las escuché mientras las sacaba, abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarme pasar, pero lo que hice fue poner mi mano sobre su espalda para que pasara.
Cerré la puerta y me giré viendo como dejaba el bolso en el sofá. Abigail fue a la cocina, la seguí para saber a dónde iríamos.
— ¿Quieres algo? — dijo de espaldas a mí, abrió la nevera para coger una botella.
—No. — Me senté en una silla esperando a que se girara. — ¿Dónde tienes pensado ir? —.
—Al carrusel— contestó sentándose en frente de mí. —Iremos a tu casa. — Dio un pequeño sorbo dejando el vaso en la mesa.
—¿Qué? — parpadeé un par de veces esperando a que no hubiera escuchado bien.
— Te voy a acompañar— aseguró levantándose y alejándose hacia la cocina, me levanté y la seguí.
— No, tú te quedas aquí— sentencié apoyándome sobre la encimera, ella se giró hacia mí molesta antes de acercarse.
—Voy a ir contigo— repitió de nuevo.
—No, te quedarás aquí, es peligroso que vengas conmigo— contesté. — Necesito ir con rapidez, tú necesitarás adaptarte al mundo—.
—¡No te voy a dejar solo, Dániel! — exclamó alzando la voz, sabía que estaba igual de preocupada que Sea, pero no me podía arriesgar a que pasara algo.
— Abigail, no hagas esto más difícil, por favor—.
— Dániel no te voy a—.
— ¡He dicho que no! — grité interrumpiéndola, me callé al instante de darme cuenta de que la había gritado.
La observé mientras mi respiración se iba acompasando, ella me miraba como si estuviera asustada de lo que veía. Fui hacia el baño para mirarme en el espejo, mis ojos se volvieron rasgados y unos pequeños colmillos sobresalían sobre el resto, por suerte iban volviendo a su forma humana.
Salí del baño mientras iba a la cocina, me detuve al ver que no estaba. La busqué en el comedor, pero me detuve al ver su silueta fuera en la terraza, la puerta estaba abierta así que me asomé y di unos cuantos toques esperando a que quisiera hablar. Se echó hacia un lado cuando me apoyé en la barandilla.
— Perdón colibrí, no quería gritarte— susurré arrepentido, ella se quedó en silencio. — Dime algo por favor—. Esa frase hizo que parpadeara un par de veces antes de mirarme de reojo.
— Abigail, si algo te pasara por mi culpa— me quedé callado con un nudo en la garganta. — Ya las he fallado a ellas, no quiero fallarte a ti—.
Bajé la cabeza cuando no escuché una respuesta por su parte, suspiré pensando que lo mejor sería que me fuera, sin embargo, me abrazó por la espalda apoyando la cabeza en mi espalda. Sentí como se giraba sin apartarse de mí hasta quedar a mi lado, no dijo nada, pero notaba su mirada en mí.
— No me puedes fallar nunca, Dark— contestó dándome un beso en el cuello. — Vamos, tenemos que ir a ayudar— dijo agarrándome del brazo, tiró un poco de mi para entrar en casa.
Aún dudaba de si eso sería una buena idea, me detuve un momento a observarla, ella se dio la vuelta soltándome del brazo. Busqué las llaves del carrusel en el bolsillo mientras caminaba hacia la puerta, la abrí parándome en el pasillo, me giré para verla de pie en medio de la sala.