Ciudad de papel

Capítulo 20

Abigail

Dániel me hablaba desde el otro lado de la puerta preguntándome si ya estaba lista, me miré en el espejo una última vez, me giré agarrando el pomo de la puerta, suspiré antes de abrir y verlo de pie enfrente de mí.

Sonrió acercándose hacia mí, me agarró la mano haciéndome girar lentamente para ver el vestido que había elegido. Fui hacia el joyero para agarrar unos pendientes largos de estrellas y un collar de flor que me había regalado mi abuela hace años, Dániel se puso detrás de mí para colocarme el collar.

— Estás preciosa— dijo con una sonrisa, apoyó su cabeza en mi hombro. — Vamos, tenemos que irnos o llegaremos tarde—.

Me dio un beso en el cuello antes de dar unos pasos hacia atrás, me puse los pendientes antes de darme la vuelta y verlo con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta. Agarré el bolso metiendo todo lo que necesitaba, Daniel puso su mano en mi espalda haciéndome caminar hacia la puerta, la abrió dejándome pasar, saqué las llaves de casa mientras él cerraba la puerta.
Me colocó la chaqueta antes de darme la mano y encaminarnos al carrusel, estaba nerviosa porque no sabía que iba a pasar. Dániel me apretó la mano para que intentara tranquilizarme, inspiré hondo sabiendo que lo tendría a él.

Estuvo todo el camino haciendo que me olvidara de todo, me hablaba de algún recuerdo que tenía con Haru, soltaba bromas para sacarme una sonrisa hasta que llegamos al carrusel. Cuando estuvimos en frente de la puerta me soltó la mano con delicadeza al tiempo que sacaba las llaves, iba detrás de él hacia la sala de control.

Avancé hacia el interior del carrusel esperando a Dániel, miré hacia arriba viendo las escaleras y las plataformas que había más arriba. Me alejé al notar el sonido del carrusel al encenderse, Dániel apareció detrás de mí.

El carrusel comenzó a emitir una luz azulada diferente a la que desprendía cuando íbamos al Intermedio. Me acerqué a Dániel agarrándome a su brazo asustada, tenía miedo de que saliera algo mal y no pudiéramos llegar a tiempo. Él me dio un beso susurrándome que no había nada de qué preocuparse.

Dániel y yo caminamos lentamente, cerré los ojos mientras apretaba las uñas en su brazo. Nos detuvimos, mantuve los ojos cerrados notando como Dániel se separaba un poco de mí, intenté abrir los ojos, pero él me puso las manos en los ojos.

— Mantenlos cerrados — me pidió quitando las manos de mis ojos, sentí como me desabrochaba los zapatos.

Me levantó las piernas quitándomelas, bajó mi pie poco a poco hasta que sentí una textura blanda. Moví los dedos notando pequeños granos que se quedaban entre mis dedos, escuché el agua moverse a mi lado.

— ¿Puedo abrir los ojos? — pregunté cuando sentí los dos pies en la tierra, escuché como Daniel se reía y me decía que lo hiciera.

Abrí los ojos quedándome boca abierta, el mar se adentraba perdiéndose entre el horizonte mezclándose entre los colores rosados del atardecer. Bajé la mirada para ver la arena metiéndose entre mis dedos formándose la forma de mi pie cada vez que daba un paso.

Dániel me observaba con una sonrisa, noté que sujetaba entre sus dedos mis zapatos, intenté agarrarlos para que no los llevara él, pero apartó la mano negando con la cabeza. Me acerqué al mar subiendo un poco mi vestido para que no se mojara, sentí el agua llegándome hasta los tobillos.

— ¿Estás lista? — dijo, me giré hacia él con una sonrisa antes de asentir y caminar hacia él, alejándome del agua.

Me senté en los bancos de piedra del sendero para ponerme los zapatos, Daniel me tendió la mano ayudándome a ponerme de pie. Le guie por las calles de mi ciudad, él estaba mirando a todos lados, me detuve en frente de mi casa, las luces estaban encendidas en la parte de abajo, veía las sombras de la gente moviéndose por debajo.

Dániel me sujetó la mano antes de comenzar a andar, mi pulso comenzó a acelerarse a medida que nos acercábamos. Él me dio un pequeño apretón antes de pararnos en la puerta, respiré profundamente antes de tocar el timbre de la casa, escuché voces desde el interior, los pasos acercándose retumbaron por mis oídos hasta que vi cómo abrían la puerta.

Mi hermano se acercó a mí dándome un abrazo, Dániel me soltó para que pudiera devolverle el gesto a mi hermano. Él se alejó un poco de mí antes de girarse hacia Dániel más serio, le estrechó la mano con fuerza volviéndose hacia mí.

—Me alegro de que hayas podido venir, enana— dijo con una pequeña sonrisa. — ¿Quién es? — preguntó mirándole de arriba a abajo.

—Dániel— contestó él por mí, mi hermano le sostuvo la vista sin soltarle por unos segundos antes de sonreír y darle un golpe en la espalda.

Suspiré aliviada, mi hermano le dio un pequeño empujón para que pasara delante de nosotros, fui detrás de él, pero mi hermano me agarró de la muñeca deteniéndome en la puerta. Él me observó con una sonrisa pícara antes de soltarme y apoyarse en la pared.

— Mamá te va a matar cuando vea a tu amiguito— comentó haciendo énfasis en la palabra amigo, se quedó callado mirando hacia la puerta antes de volverse hacia mí. — No parece un mal chaval—.

— No lo es—.

— Bien, vamos dentro, la abuela lleva toda la tarde preguntando si ibas a venir— dijo acercándome a él para despeinarme, me aparté de él mientras me colocaba el pelo.

—No quiero que le molestes— amenacé cruzándome de brazos. — Nada de bromas por hoy, ya suficiente tendrá con el resto de la familia— susurré, mi hermano alzó los brazos para rendirse antes de entrar.

Vi a mis tíos alrededor de Dániel, él notó mi presencia a lo lejos sin saber qué hacer, mi abuela me llamó desde el otro lado de la sala, miré a mi hermano pidiéndole que ayudara a Dániel, él suspiró antes de meterse entre mis tíos. Fui corriendo donde mi abuela a darle un fuerte abrazo.

—Hola cariño. — Se separó de mí mientras me recorría con la mirada, me dio un beso en la mejilla antes de sonreír. — Has crecido mucho desde la última vez que te vi mi niña— ella me llevó hacia el sofá haciendo que me sentara, alcé un poco la vista para buscarle, pero mi abuela comenzó a preguntarme cosas.




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