Dániel
Me tumbé en la cama exhausto, me quité la camisa viendo las heridas por los roces de las balas. Caminé hacia el baño intentando no despertar a Sea, sin embargo, cuando encendí la luz la vi sentada en el lavabo con las piernas cruzadas. Me quedé en silencio dándome la vuelta lentamente para volver a mi habitación, pero escuché como bajaba del lavabo y me seguía por el pasillo.
Entré en mi habitación cerrando la puerta detrás de mí, sin embargo, Sea la detuvo para seguirme. Dejó el botiquín encima de mi escritorio, comenzó a sacar todas las cosas mientras yo me volvía a poner la camisa, ella se giró hacia mí con unas gasas y alcohol para limpiar las heridas. Me eché hacia atrás esquivándola y pidiendo que se marchara, pero ella seguía aproximándose.
— Sea, por favor, vuelve a la cama— contesté quitándole las cosas de las manos. — Ya me ocupo, puedo hacerlo solo—.
— No Dark, tú tienes que tumbarte y descansar, déjame a mí ocuparme de eso— respondió cogiendo las cosas y sentándose en la cama.
— Sea, no quiero discutir contigo— dije abriendo la puerta. — Ve a dormir. — Ella se quedó sentada en la cama con los brazos cruzados, me quedé observándola unos segundos, pero me rendí, suspiré cansado y me tumbé en la cama.
Ella se levantó para coger unas cosas del escritorio, me quité la camisa de nuevo con cuidado, sentí un dolor en la parte del hombro. Me coloqué boca abajo apoyando las manos para no hacerme más daño, noté su peso cuando la cama se hundió, la habitación se quedó en silencio unos segundos antes de que me quejara por el escozor de las heridas.
— Te dije que debías tener cuidado Dark, se supone que los soldados deberían haber parado de buscarte cuando fuiste a verla— comentó dando toques suaves por mi espalda. — Listo, ahora date la vuelta—.
Me giré sentándome esperando a que pasara un tiempo para las heridas de atrás, Sea se quedó mirando la herida casi cicatrizada de la bala que me había rozado, un humo negro que salió de mis dedos se esparció por la herida, ella parpadeó un par de veces antes de agitar la mano para quitar el humo y poder ver mejor.
— Te recomiendo descansar un par de días, las heridas ya están curadas, y esa solo la puedes tratar con tiempo Dark. — Se levantó guardando todas las cosas de nuevo en el botiquín antes de acercarse de nuevo. — ¿Aún no tienes noticias de ella? —.
— No, pensé que vendría antes, supongo que aún no habrá llegado a casa— hablé intentando moverme poco para acomodarme sobre la almohada.
— Espero que venga pronto— susurró bajando la vista hacia el suelo, extendí mi mano hacia ella apretando un poco su hombro, ella se giró hacia mí y le sonreí con la poca fuerza que me quedaba. — Ahora intenta descansar— contestó antes de levantarse y marcharse, dejando la puerta un poco abierta.
Noté el móvil vibrar, suponía que Abigail estaría un poco preocupada, no había sabido de mí en todo el día. Estiré la mano para mandarle un mensaje diciéndole que mañana nos veríamos, esperaba que por la mañana las heridas hubieran desaparecido.
Sabía que debía hablar con ella pronto, aún no le había contado lo de Haru. Había sentido su cansancio, y eso me afectaba, si ella venía a por mí sabía que tendría que volver a casa con ella, seguramente de forma permanente, o por lo menos hasta que se terminara el problema, pero no sabía a qué nos enfrentábamos.
Dejé el móvil a un lado y me levanté poco a poco para echar las sábanas hacia atrás y ponerme más cómodo. Cuando me tumbé cerré los ojos esperando dormirme pronto, sin embargo, escuché un sonido en la ventana, me senté notando el dolor recorrerme todo el cuerpo.
Separé las cortinas para ver un pequeño búho con un papel en su pico, abrí la ventana lentamente dejándolo pasar, sonreí al reconocer ese plumaje pardo.
— Hola Zuya— dije con una sonrisa, ella se quedó quieta en la ventana mientras abría la nota, ella hizo un ruido con las patas lo que me hizo verla, ella observó la herida preocupada. — No te preocupes Zuya, mañana ya estaré bien. — Abrí la carta viendo la letra de Haru.
Mañana vendría a por mí a medianoche para llevarme a casa y poder ayudarla, no me dio mucha información, pero aseguraba que era un código negro. Respiré profundamente antes de dejar la carta encima de la mesa, me volví hacia Zuya dándole las gracias antes de que se marchara, cerré la ventana y me tumbé.
···
Escuché ruidos que venían desde la cocina, dos voces que conocía muy bien sonaban por toda la casa. Me giré tapándome los oídos con la almohada, había tardado en dormirme y quería descansar, sentí como subían las escaleras mientras sus voces se intensificaban, me quedé parado al escuchar que hablaban de mí.
Me levanté un poco para mirarme el abdomen, la herida ya solo era una pequeña cicatriz, fui a ponerme una camisa justo en el momento en el que Sea y Abigail entraban por la puerta. Ambas me miraban caminar de un lado a otro de la habitación sin decir nada.
— Buenos días también para vosotras — dije sonriendo, Sea fue la primera en reaccionar y señalarme.
— Te dije que estaba perfecto— comentó a Abigail, ella se acercó hacia mí para abrazarme, la devolví el gesto mientras miraba a Sea desconcertado.
— Hola colibrí. — Le di un beso que no quería que acabara, pero ella se alejó un poco de mí para verme con esa sonrisa. — Iba a bajar ahora, podéis esperadme abajo—.
Abigail me volvió a dar otro beso antes de marcharse escaleras abajo, Sea la iba a seguir, pero la detuve. Agarré la carta de Haru y se la enseñé, ella la miró con preocupación, subió su vista hacia la puerta y luego a mí.
— ¿Se lo has dicho? — preguntó con un poco de temor, yo suspiré antes de negar lentamente con la cabeza. — ¿Cuándo? —.
— Hoy—.
— Dániel, debes hablar con Abi ahora, no puedes irte sin decirla nada— exclamó caminando hacia el marco de la puerta. — Te espero abajo—.