Promesas...
En eso era en lo único que pensaba, en sus promesas, en las cosas que no había cumplido. En todo el desastre que generaba su existencia, su miserable existencia.
Recordaba la promesa que le había hecho al amor de su vida cuando se percató de que la había perdido.
"Ganaré un premio con mis capacidades para escribir... te usaré de inspiración. Yo sé que vos querías ganarlo, lo haré por ti y luego te acompañaré, quiero que estés orgulloso de mi."
Luego recordó como se había comprometido a no lastimar nuevamente a su nuevo amor. Protegerla fue un deseo muy grande, curar el daño que le había hecho, tener ese ambiente familiar que siempre quiso. 0
Ahora ella estaba muerta y él...
¿Qué estaba haciendo él?
Volvió en sí bastante asustado, tenía a dos doctores sobre él, comenzó a luchar con ellos desesperado, tratando de liberarse de su agarre e intentando comprender la situación que estaba enfrentando. ¿Cómo llegó ahí? No entendía nada, lo último que podía recordar era de hace dos horas.
Su garganta dolía como sí que ese fuera el infierno, su cabeza retumbaba. Pensó que cuando se quedó dormido por fin había muerto. Ese sueño se parecía al paraíso. No sabía quién le estaba fastidiando su deceso, pero juró que lo iba a detener para por fin poder llevarlo a cabo.
Notó que estaba intubado y había algo que le dolía mucho, que había pasado.
Bajó su mirada, miró su pecho, la herida que se había negado a tratar se encontraba vendada, entendió lo que sucedió.
— ¡Estúpido, estúpido y mil veces estúpido! —lo agredió Maira ingresando muy molesta a la habitación.
Detrás de ella caminaban Mauro y Alan tratando de controlarla. Estaba hecha una furia, la desaparición de Ariadna la tenía muy enojada.
Hace unos días había encontrado un auto, en el había sangre que era compatible con la de Sánchez, ya la daban por muerta y quería venganza. El problema se encontraba en que Lien no contribuía, seguía escapando y no estaba en condiciones para ser interrogado, tampoco lograba proteger a la persona que obviamente su mejor amiga había amado.
Nunca hablaban de esas cosas, pero ella lo sabía, la forma en la que se miraban los había delatado.
—Maira cálmate, sé que dije que había que ser más duro, pero este no es el momento... —murmuraba bastante asustado por el repentino estallido de odio de su compañera.
—Su corazón está algo débil... Los doctores dijeron que necesita tranquilidad —trató de objetar Mauro, pero si algo sabía de todos los años en los que trabajó con ella era que si se enojaba era una tormenta imparable de emociones.
— ¿Qué hice ahora? —le preguntó confundido.
Al parecer eso hizo que se enojara mucho más. Inhaló tratando calmarse. Se sentó en una silla junto a la camilla de Luciano.
Trató de hablar, veía como su boca se movía, pero no emitía ruido alguno. Resopló, intentó calmarse y aclarar sus ideas. Sentía tanto enojo, por unos segundos pensó que el muchacho en el que tanto trabajó para ayudar y el amigo de su compi, se había muerto. No quería que eso sucediera, se sentiría demasiado responsable.
—Casi te perdemos. Repentinamente, sufriste un paro cardio respiratorio producto de haber consumido tanto alcohol. El lavado gástrico no fue tan efectivo como creímos —murmuró—. Lo que hiciste fue una inconsciencia... —quiso seguir hablando, pero Lien la interrumpió.
— ¿Me darás el viejo discurso de que debo dejar de tomar? —preguntó hastiado—. No necesitas hacerlo, me lo sé de memoria.
El muchacho se levantó tranquilamente, con una enorme sonrisa, pero con un paso débil y errático. Mauro y Alan fueron en su dirección para tratar de llevarlo a la cama con cuidado, un poco extrañados por su accionar.
—Esto se termina aquí —dijo con una sonrisa, abrió la ventana.
— ¡¿Qué haces?! —preguntó Maira sorprendida.
—Volver a ver a Ari —dijo sentándose en el borde de la ventana, continuaba con la sonrisa.
Una enfermera, la cual pasaba por allí, vio la situación a la que se enfrentaban esos tres muchachos y dio la alarma de forma silenciosa.
Las miradas se posaron en Maira, ninguno tenía permiso de hablar en esa situación.
La chica teñida de rubio suspiró, tratando de calmarse y organizar sus prioridades. Tenía órdenes de no revelar nada de la investigación, pero si no lo hacía ese muchacho se suicidaría.
Debía darle un motivo para continuar viviendo y si necesitaba jugarse el trabajo lo hará.
—No la vas a ver si haces eso —le dijo Maira seriamente —, Ariadna puede estar viva y podemos encontrarla. Pero debes vivir para que la encontremos, necesitamos tu ayuda. Sé que lo que pasaste fue muy duro, pero solo vos podes orientarnos.
Su corazón se detuvo repentinamente, estaba muy nervioso, trató de calmarse, pero no lo lograba, sus manos temblaban, sus brazos se debilitaban. Se balanceó peligrosamente en el marco de la ventana.
Alan hizo un ademán para ir a ayudarlo, pero Lien logró componerse y sentarse derecho.
Respiró, apretó sus puños con fuerza hasta que queden blancos, unas lágrimas cayeron por su rostro. ¿Por qué nadie le había avisado nada de esto?
Al no tener noticias sobre ella había asumido de que estaba muerta y se lo estaban ocultando, que ya la habían encontrado su cuerpo. Los susurros a su espalda no habían ayudado mucho a cambiar la teoría que había formulado con tanta paranoia. Creía que esperaban el momento para decírselo.
—No puede ser... —su voz estaba quebrada.
—No te queríamos decir nada porque queríamos mantener las esperanzas al límite —confesó Mauro. En ese momento llegaron por lo menos media docena de doctores, quienes estaban bastante sorprendidos—. Tu estado mental era complicado, el que te escaparas constantemente de nosotros no ayudaba. Aunque la policía te buscó para que seas testigo siempre estabas poco lúcido. No eras de ayuda... Pero si no recompones tu maldita vida estarás poniendo en riesgo la vida de Ari.
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amor y venganza, misterios de familia, sueños y pesadillas...
Editado: 04.12.2020