Otra explosión resonó en la distancia. Aiden volteó por impulso al escuchar el fuerte sonido, apretó sus puños, sus dientes rechinaron, y empezó a correr.
Se encontraba frente a un edificio como cualquier otro del lugar, arrojó una piedra y despachó los restos de una ventana, por doblé seguridad, con su pierna pateó los trocitos faltantes y se coló dentro. Llevaba haciendo esto desde antes de que la pelea en el otro lado empezase.
—Haah...Hah. Una vez más el equivocado. —Aiden salió del edificio y empezó a correr al siguiente, manteniéndose en un cierto radio de los estruendosos sonidos.
Su misión era encontrar a la persona que creó a los homúnculos. Según aquel monstruo que lo visitó en su dormitorio esa persona definitivamente estaba cerca.
Maika por supuesto lo sabía, ella había sentido el rastro de magia cada vez que venía, pero había sido incapaz de encontrar la fuente, esa persona siempre dejaba todo limpio de rastros para cuando terminaba de lidiar con los monstruos, allí es donde Aiden podía brillar con su particular visión. Incluso si borraba los rastros tras cada movimiento no podía eliminar las distorsiones mismas en la realidad, el humo negro de Aiden.
Se encontraba en la terraza de un edificio de unos veinte-treinta metros. El paisaje apocalíptico, a su manera, siempre provocaba una sensación de estupor, pero el revuelto que sacudió la mente del joven en su misión era el espectáculo de la batalla en la distancia. En realidad no podía ver los eventos del otro lado, era de noche y se encontraba muy lejos, sin mencionar los edificios y bodegas bloqueando su línea de visión, por ello ni se molestó en tratar de conocer la situación, para eso confiaba en Maika. Lo que hacía, sí, era buscar con su especial visión. Toda su concentración era utilizada en el ver de los rastros del humo y tal vez eso explicaba la escena varias docenas de metros por sobre, donde se supone, Maika enfrenta a los monstruos. Es tan negro, como las fauces de una bestia apunto de devorarlo, pensó Aiden. Explosiones de humo negro nacían para tomar formas únicas, que solo podía deducir son una especie representación simbólica de lo que ocurría en tierra.
Lo que habrían sido los ataques de los ángeles toman forma como las de la sombra de un ave y los ataques de Maika, más erráticos de naturaleza, pero estos iban construyendo uno encima del otro por lo que daba la impresión de ser un gigante versus un ave oscura.
Las aves atacaban al gigante como puntas de flechas y el gigante los repelía con una parte de su cuerpo caóticamente. Las imágenes ignoran edificios, otras veces los esquivan. Por supuesto, las formas no eran perfectas, el test de Rorscharch vino a mente. El espectáculo de sombras de escala perturbadora, sombras con una textura que solo Aiden sabría describir, no daba incidíos de detenerse pronto.
Su diminuta persona observó hipnotizado bajo el cielo nocturno de verano, por primera vez sintió estar bendecido por su particularidad. Ser capaz de presenciar algo así era ya en sí un éxtasis que no podía comprar con nada más.
Aiden volvió en sí un par de segundos más tarde, sacudió su cuerpo y dio cortos brinquitos para limpiarse la sensación de maravilla que había bañado su persona y retomó su misión.
Por su cansancio se podría decir que lo ha estado haciendo lo más rápido posible, su ropa está sucia por aquí y por allá por entrar a los edificios y callejones, incluso tropezó y se calló una vez, pero no perdió tiempo y se levantó enseguida. Pero como dicen "quien preservara alcanza" Y eventualmente…
–¡Bingo!
«Ups. Tengo que ser más silencio» Se recordó Aiden.
Lo supo el momento en que entro, este era el lugar. Algo con lo que estaba muy familiarizado comenzó a aparecer frente a sus ojos; oscuro y fluctuante. Fue lo mismo como cuando conoció a Maika y a esa otra persona que se hizo llamar su maestro. El humo negro se concentraba alrededor de los que habían usado magia recientemente. Poco a poco se extendía por todo su rango de visión y extrañamente no le impidió ver lo que pasaba, como siempre había sido, podía ver a través sin problemas.
En el segundo piso del edificio de cuatro plantas, observando cómodamente la pelea recostado de un elaborado bastón, estaba un hombre en sus cuarentas, pálido y de complexión extremadamente delgado.
—Allí esta ese bastardo —dijo el joven Aiden—. ¡Finalmente te encontré, mago! —Exprimió hasta el último poco de determinación que había reunido.
El estrés antes de dar el paso decisivo hacia adelante baño a Aiden en frío sudor y un sinfín de imágenes surcó su mente: las de sus padres, su mejor amigo, sus compañeros y otras personas significativas que había conocido a lo largo de su vida. Decidió ignorar todo eso, no tenía tiempo para nada más, debía que actuar ya, al menos entendió eso.
Aiden entró a la habitación corriendo y gritando a todo pulmón. Con todo su peso en su puño saltó hacia el mago sin darle tiempo a reaccionar, acertó el golpe y lo mando a estrellarse contra el suelo, incluso Aiden cayó al suelo por la fuerza que puso en ese ataque. Pero no fue suficiente, el mago, aturdido por el golpe se levantó y corrió hasta las escaleras. Aiden tampoco perdió tiempo y empezó a perseguirlo.
Había hecho algo tan temerario gracias a las palabras de su misterioso colaborar. No tenía que de preocuparse ya que esa persona que actualmente persigue no usaría magia contra él. Pueden tener cierta inteligencia, pero siguen siendo monstruos atrapados en piel humana, la razón por la que no se atacaban entre sí o a su creador era un hechizo que los mantenía bajo un cierto grado de control y algo tan complicado como eso no puede ser usada simultáneamente con otra magia a la ligera y los efectos sobre el cuerpo, el coste de tocar esa ley es grande.
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Editado: 03.03.2021