Ciudad Evanescente

X. Zion

26:05:00 horas antes del impacto


“Quiero ir hacia esa luz púrpura y perderme por siempre ¿Aun le temes a la eternidad?”


Elios sabía cómo hacer promesas irreales. Ver arder la casa de mis padres. Sentir la impotencia arremolinarse en mi pecho ante una guerra sin sentido. Llorar sobre el cadáver de mi amigo… Había olvidado que en cierta medida seguimos arrastrando los lejanos males de lo que llamaban “humanidad”. 


Estamos en el cuarto siglo después de que Andrómeda colisionara con la Vía Láctea y el Tercer Planeta se convirtiera en solo eso: un nombre maldito para los últimos sobrevivientes. Soy uno de los pocos que conserva parentesco con esa civilización inconforme que logró encontrar respuestas para casi todo.


Luego vino la Ascensión y ser algo “humano” se convirtió en un raro carácter solo aplicable para ser considerado material de prueba. Elios lo sabía y aun así pagó con su existencia por aquella ridícula mentira.


«Ciudad Evanescente, si realmente existes, solo pido que no seas cruel. »


Vivir en la Citizen dejó de ser emocionante mucho antes de la caída de la “democracia”. Lo que ayer era un sueño, hoy es pesadilla. Para los habitantes de una ciudad que solo conoce parcialmente al tercer Sol, nada puede compararse con la idílica promesa de vencer la oscuridad y encontrar la salvación. Mientras tanto observo el descenso de otra oleada de niebla sílice sobre el transbordador lleno de chatarra y restos orgánicos. 


Lo único que puedo asegurarte Elios, es que no cometeré el mismo error.

 

El día que me etiquetaron dejé de creer en las promesas de un mundo al margen de la contracción. 

 

 




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