16:05:00 minutos antes del impacto
Uno, dos, tres…otro segundo se escapa en el sistema infinitesimal de Abalon. La oscuridad y el caos sacuden los cientos de millones de cuerpos que luchan por mantenerse a flote sobre la superficie del teleférico. Debajo avanza el susurro demoledor del magma, encima la lluvia escarlata con tintes de niebla sílice.
—Es tu turno, hijo.
Igno cede su puesto al frente del transbordador. Yo trago en seco cuando los condensadores de la mascarilla toman aquel alarmante color naranja.
«Hora estimada de impacto… catorce minutos, dieciséis segundos, cuarenta y tres centésimas.»
La voz monocorde del “comunicador de Astrid” solo coloca más preocupaciones en la población de una ciudad que ya no existe.
“Tranquilo, Rho, tú puedes hacerlo”.
Es el mensaje silencioso en los ojos de quiénes me siguen hasta el límite de la plataforma. La gran bola de fuego y diamante que parece el Cometa nos sorprende entre los pitidos de todas las mascarillas. Cierro los ojos, me rehuso a inhalar aquel gas con la capacidad para aniquilarte por dentro, pero ya es demasiado tarde.
La contracción se expande en todas direcciones y nuestras células parecen seguirle.