Ciudad Evanescente

XVIII. Sirius

Después del impacto


Después de la “contracción” pensé que me uniría a los restos calcinados del Nivel Ocho. Nunca estuvo en mis planes encontrar a tiempo aquella especie de bunker donde algo más de una veintena de chicos se refugiaba.


—Así que también eres como yo… “un sujeto de cultivo”.


La pequeña criatura de cabello cenizo y ojos color púrpura me interroga. Realmente no sé qué contestarle. Aun fuera de la contracción y libre de los convencionalismos de la Citizen sigo siendo el mismo renegado de siempre.


—Deja de molestarlo Cass.


Un muchacho de larga cabellera pelirroja corrige a la niña y yo simulo una mueca que los otros llamarían sonrisa. No sé cómo hacer eso. No conozco otra emoción que no sea la ira. No conozco otra salida que no sea el difuminado camino de la conciencia.


—Solo soy un producto más de las investigaciones de Platnoc.


El nombre de los laboratorios trae una pequeña conmoción en los ojos de la niña. Me arrepiento de haber roto la delicada burbuja de positividad en la que se balanceaban sus pensamientos. Para mí es común escrutar las existencias ajenas con solo una mirada. Nunca esperé que desobedeciera los consejos de alejarse que tanto recalcaba aquel chico pelirrojo.


—Aun no has tenido tiempo de verlo, porque lo más probable es que te hayan dejado solo, pero puedes empezar ahora. Nunca será tarde mientras sigas respirando. Nunca habrá crimen lo suficientemente imperdonable si estás dispuesto a cambiar.


No entiendo por qué la masa en mi pecho late a mayor velocidad. Tampoco qué es este líquido cristalino que mana de mis ojos, pero aun así la mueca llamada sonrisa vuelve aparecer en mi distorsionada comprensión de la realidad.

 

 

 

 




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