Ciudad Evanescente

XIX. Suburbia

Dentro de la Aurora Evanescente


Los universos fecundos tienen la capacidad de absorberse los unos a los otros. De expandirse más allá de aquel límite que los habitantes de la Citizen llamaban Grieta. El tiempo medido en minutos lunares habla del Cuarto Siglo después de la primera contracción; esa donde la Tierra quedó excluida hacia la zona de penumbra y el ecosistema de Andrómeda se contaminó con su radiación.

 

En ese entonces las naciones creyeron más lógico agruparse en un sistema de castas y de esa manera, lo que en un inicio intentó salvar a una protohumanidad se convirtió en el inicio de una plaga llamada niebla sílice.


Tres Soles sobre una bóveda fragmentada, víctima de la chatarra espacial y los cambios entre la turbulencia. Cualidades que rompían el frágil caparazón legado por los habitantes de la Tierra aquellos que nacían en las condiciones adversas de la Citizen.

 

Poco a poco ese plan desesperado por salvar la vida se convirtió en una condena. El sistema de castas favorecía a la minoría y condenaba a los otros a ser artilugios reemplazables en los que cada nueva mutación atraía la codicia de los entendidos en la materia. 


Así nacieron los laboratorios Platnoc. Así nacieron los “extractores” y “los sujetos de pruebas” en la obsesiva ambición de lograr una nueva raza capaz de enfrentar la radiación y adquirir todos los dones que ya existían de ese lado de la Grieta.


Siempre me pregunté de dónde venía o porqué se esforzaban tanto en mantenerme con vida. Hoy entiendo que mi existencia fue un acto innombrable.

 

No dudé en calcinar y borrar de las calles cubiertas de niebla sílice a todo aquel que se interpuso en mi camino. Me cubrí los ojos de sangre ajena y adquirí el mismo lenguaje malsonante de los “mercenarios encapuchados”. No quise creer en nada ni en nadie hasta que la contracción reinició aquellos códigos que como gusanos taladraban mis células.

 


Hoy no merezco tanto. Hoy cuando el último de los trasbordadores aterriza sobre la gran mancha verde lo único que deseo es escapar de una realidad que jamás será la mía.

 

 

 




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