Ciudad OnÍria

QUIZÁS SÍ, QUIZÁS NO... PUEDE QUE NUNCA

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Los intentos por sacar lo peor de mí, no estaban dando sus frutos. No conseguía concentrarme en Ethan, no al menos en hacerle daño sin justificación, y no es que otras veces la tuviera, pero intentar hacerlo a propósito no funcionaba.

Llevábamos horas y horas sin conseguir nada. Corrimos por el bosque perdiéndome de vista mientras ellos apare-cían de la nada, asustándome, golpeándome ligeramente, tirándome del pelo… intentando mil formas de motivarme, pero sin resultados, cansados volvimos al lago. Me senté a descansar dejándolos a mi espalda:

—¡Es imposible!.—bramé desganada.

—Tu subconsciente sabe que nada de estas provocacio-nes son reales…No conseguiremos nada. Nada al menos que sea de forma real.—asegura Ethan.

—¡¿Qué la ataquemos de verdad?!.—preguntá furioso Ell.

—Sólo así lo sabremos.—reitera Ethan.

—Pues nos quedaremos con la duda… tengo que irme a entrenar.

—Lo haré yo.

Aquella afirmación provoca más furia en Ell, quien se aproxima a él y lo agarra de la camiseta con fuerza:

—¡Ni se te ocurra ponerle una mano encima!.

—¡Tranquilos!.—grito levantándome en el acto.—No vamos a hacer nada más. Hemos comprobado que fue un caso excepcional y ya. Se acabó.

—¡¿YA?, ¿Así de fácil?.—preguntá desilusionado el motorista.

—¡GENÉ DIJO QUE YA… Y ES YA!. Me voy a entrenar. Nena… te llamo luego.

—¿Así piensas ayudar a tu noviecita?

—¡No somos novios!.—gritamos al unísono. Ell vuelve a repetir señalándolo con el dedo:

—¡A ti qué cojones te importa eso! No se te ocurra tocarla, o te las verás conmigo.—Ethan sonríe con burla, a lo que le responde simplemente con un gesto de manos en señal de rendición.

 

Elliot se marcha más tranquilo, y quedamos solos. Me vuelvo a sentar al borde del embarcadero dejando mi cabeza dando vueltas y vueltas como una peonza, y dudando si realmente todo lo que había ocurrido con Price fuera producto de mi instinto de protegerme o fuera casualidad, dudando de la palabra del motorista… dudando de todo. Ethan se sienta a mi lado:

—No es fácil… lo sé.—lo miro confusa.

—Nadie sabe como me siento.

—Créeme que sí.—enarco una ceja.—Quiero ayudarte.

—No puedes. —aseguro, a lo que él responde con una media sonrisa burlona.

Sin tiempo de reaccionar, Ethan me arrastra con él al agua sumergiéndonos a toda la profundad que pudo, hasta que sentí la falta de oxígeno en mis pulmones y traté de volver a la superficie, mientras él me lo impedía. Cuando estaba a punto de desvanecerme, veo la luz del sol y apresuro a ascender hasta llegar a inhalar aire. Entre quejidos, salgo del agua y toso repetidas veces todo el agua que comenzaba a meterse en mi interior. Ethan se acerca:

—¡Eres un hijo de puta!.—grito y él solo se limita a reír mientras se acerca.—¡NO ME TOQUES, ERES UN PUTO DEMONIO!.

Ethan se acerca a pasos lentos y cuando hace amago de sujetarme una vez me pongo de pié, lo empujo con tanta rabia que sin quererlo aterriza contra un árbol a unos diez metros. Quedo atónita y paralizada al mismo tiempo, sin reaccionar, sin saber que hacer.

—¡JODER!.—se aqueja el motorista.

Una vez reacciono, y aunque asustada me acerco corriendo a él para tratar de ayudarlo, pero el hombre sigue con la guasa como si no hubiera pasado nada riéndose como un loco, empotrado en aquel duro árbol. Me mira sin decir nada durante unos largos minutos:

—Violetas.—dice por fin. Sacudo la cabeza confusa:

—¿Qué?.

—Son violetas… tus ojos.

—¿Violetas?.—asiente.— Pero tú ya lo sabías.

—Pero tú no.—se encoje de hombros.

—No vuelvas a hacer eso.—le ordeno.

De pronto recuerdo a Price y su quemadura en el pecho, lo que hace que involuntariamente y de forma apresurada levante la ceñida camiseta gris de Ethan para comprobar los daños, pero no había más que una ligera rojez. Estaba tan segura de que el daño podría haber sido incluso más que con Price que me desconcerté por un instante:

—Te morías por tocarme.

—No eres más tonto porque no entrenas. Podía hacerte matado.

—Quise asumir el riesgo… lo dije desde que me presté voluntario.

—No te entiendo. ¿Qué pretendes demostrar? ¿o es que te sientes tan frustrado que te daba igual lo que pudiera pasarte?.—Lo ayudo a levantarse mientras se aqueja de la espalda.

—¿Frustrado como porqué?.—me observa pensativo.

—Tengo que irme.—me agarra del brazo.

—Pues no… ese tipo de cosas no son las que me frustran.—se me escapa una sonrisa maliciosa al recordar que Ash lo dejó.

Recojo todas mis cosas y me encamino de vuelta a casa a pasos ligeros subiendo lentamente al trote. Ethan me sigue los pasos en el más grande de los silencios, pero sin parar de sonreír. Ya empieza a anochecer y aunque la tormenta nos había dado una tregua parecía que no respetaría nuestro regreso, así que apresuramos el paso hasta que explotó aquella tormenta desatando un torrencial de agua como todos estos días atrás. Nuestras miradas se encontraron por varias veces durante el trayecto hasta mi casa, sin decir nada, ni una sola palabra… llegamos completa-mente mojados. Una vez en la verja de la entrada, se apoya sobre ella observándome aproximarme a la puerta. Grita:

—Eso era lo que me frustraba.—afirma. Lo que me hace volver a él:

—¿El qué?.

—Somos más parecidos de lo que crees.



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En el texto hay: amor, magia, ángeles

Editado: 09.01.2022

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