Ya comenzaba el verano, y terminado las clases. Había llegado el momento de playa, sol, bikinis etc, justo lo que todos los chicos deseaban en esta época.
En los últimos días había pensado ir a casa de mi madre en Ventura, cerquita de la playa cuando tuviera mis más que merecidas vacaciones, incluso ellos me lo habían planteado, y no lo descartaba, ya que desde que pasó aquello con Price, él no había hecho otra cosa que desaparecer y dejarme preocupada para los restos.
Necesitaba saber como estaba, pero no sabía como hacerlo sin que las preguntas de ¿porqué aquel repentino interés? devoraran el mismo y sin levantar sospechas. Si Price quería desaparecer, que así fuera, y no tenía porqué importarme cuando nunca lo había hecho.
Ya que mi jefe se había dignado en contratar a un joven para ayudarme y poder cubrir turnos hasta que volviera Nancy, esta semana después de mucho tiempo tendría la tarde para mí.
Salí a correr, cambiando la ruta. Rodeando por el bosque en vez de ir por el sendero, algo me decía que debía creer a Price, o eso me repetía para justificarlo, que debía buscar el modo de encontrarme con aquello que le provocó tal herida, pero ni rastro de nada hasta el embarcadero, una vez allí sí… me encontré con alguien sentado en mi lugar habitual, me acerqué:
—Hacía mucho que no te veía por aquí.—comento rompiendo el hielo y extrañamente de forma amable.
—Tuve que volver a casa.—contesta Ethan sin mirar-me.
Estaba con los pies rozando el agua, la mirada perdida en el mismo y sus manos sobre las piernas, semblante alicaído. Quizás echara de menos a Ash, aunque no veía al motorista con pinta de echar de menos a un ligue de temporada. Me siento a su lado, en la misma posición. La curiosidad me ganó:
—¿Estás bien?.—me mira de soslayo.
—Obvio.—contesta pasivo.
—Obvio… que no.—insisto.
—¿Qué pasó entre vosotros?.—quedo de piedra.
—¿Cómo?.
—Entre Price y tú.
—¿Qué?. Na… da.—digo titubeando.
—Es un puto miserable, ¿no es así?.
—Ethan… no te entiendo.
Clava sus impresionantes ojos en los míos, y me da algo que me resulta muy familiar, una pluma, la misma que guardé en la funda del móvil:
—Se te cayó la última vez…pero me tienes vetado.
—Nunca entenderías.
—Tú eres la que no entiendes.
Se levanta y comienza a andar adentrándose en el bosque, trato de seguirlo de cerca, pero tengo que subir el ritmo para no perderlo de vista, aunque finalmente lo hago. De pronto escucho su voz entre el follaje de los árboles, pero no lo veo. Giro sobre mis talones tratando de hallarlo siguiendo su voz, cierro los ojos y camino orientándome sólo en el sonido que emiten sus labios… estoy cerca, muy cerca…. Abro los ojos. De un salto aterriza frente a mí desde las copas de los árboles, abro la boca atónita.
No dice nada, se acerca a pasos lentos y taimados, sujeta mi cabeza entre sus manos y se aproxima uniendo frente con frente, haciéndome sentir un cosquilleo, un magnetismo singular, como nunca antes… todo empieza a girar a nuestro alrededor. Retira las manos pero aún manteniendo los rostros unidos, cierro los ojos sintiendo una vibrante energía concordante entre ambos, cual almas gemelas. Respiramos profundo, siento su aliento fresco y dulce al mismo tiempo sobre mi cara, exhalo la necesidad de abrazarlo. Continúa en un hilo de voz apenas audible:
—Siente, sólo siente.—pone su mano sobre mi pecho.
De un momento a otro extiende los brazos en cruz y me quedo paralizada al contemplar como de repente la silueta de su –lo que en ese momento me parece perfec-to– cuerpo, brilla intensamente como algo sobrenatural, algo inimaginable… extraordinario, me estremezco. Gira mostrándome como aquel ser al que llamaba “demonía-co” distaba mucho de serlo, indescriptible. Sus ojos azul violáceos habían pasado a ser de un azul tan intento que dolía mirarlos.
—¿Qué eres?.
—Te puedo ayudar.
—¿Qué eres?.—repito.
—Lo sabrás a su debido momento.
Sin embargo, no me sacaba de la duda, ¿qué era en realidad?. Baja los brazos y aquel resplandor desaparece. Cierro los ojos nuevamente al percibir un extraño pero cálido aire envolviéndome por completo.
Abro los ojos al sentir el contacto de su piel sobre mi cara y un destello cegador brota de ella, formando un abanico de color blanco inmaculado y brillante a nuestro alrededor. Esta vez no había sido yo… en esta ocasión Ethan había conseguido conectar conmigo como nunca antes nadie lo había hecho con algo tan simple como el contacto piel con piel, me estremezco.
Siento que todo nuestro mundo gira a una velocidad brutal, pero solo veo su mirada, no me importa nada más… algo que jamás hubiera imaginado. Besa mi frente, cierro los ojos a la calidez de sus labios, desaparece y extrañamente siento un nudo en el estómago. Cuando los abro, mis ojos se clavan sobre el suelo… sobre una pluma blanca grisácea, idéntica a la otra que encontré en el sitio exacto donde estaba él. A pesar de mis incansables llamados, Ethan ya no está. Me arrodillo a recogerla y soy incapaz de volver a mantenerme en pié… me tiembla hasta el habla.
Consigo mantener la compostura y volver a casa. Subo a mi dormitorio a toda prisa, tropezando torpemente con los últimos escalones. Coloco ambas plumas sobre el escritorio comprobando que efectivamente son idénticas con variación en el color, ¿qué significaba? Las guardo a buen recaudo en mi cajón de la ropa interior, tenía que averiguar de que se trataba todo aquello, las plumas, el peculiar acercamiento con Ethan, el encuentro de Price con la supuesta “bestia”, y no olvidemos mi repentina magia… de pronto me siento agobiada.
Editado: 09.01.2022