Preparaba la maleta –sólo llevaría lo básico– mientras de forma paciente esperaba a Elliot, quien ya venía con retraso. Tocan el timbre y abro corriendo, pero quien está parado en la puerta es Ethan sonriendo de medio lado con fanfarronería, algo ya muy habitual en él.
—Así que te vas.—asiento.—y sin despedirte.—pone una mueca de dolor mientras se pone la mano en el corazón. Menudo comediante estaba hecho.
—¿De quién?.
—¿En serio? ¡buagg!.—ríe y baja un par de peldaños haciendo ademán de irse, pero aquella sonrisa burlona lo delata.
—Volveré en una o dos semanas.
—Demasiado, ¿no crees?.—frunzo el ceño confusa.
—Señor “motorista alado”, ¿tienes algo qué decirme? —vuelve a reír, pero esta vez a carcajadas.
—Pero, yo recuerdo eso de otro modo, ¿no era “motorista diabólico”?.—esta vez soy yo la que sonríe avergonzada.
—Era antes de que… ¿y tú cómo sabes eso?.
—Soy como “Dios”. Acuérdate siempre.
—¿Otra conversación pendiente?.
—¿Yo? ¿contigo?.
Se va aproximándose a pasos garbados hasta la Yamaha dejando nuevamente la conversación abierta. Aquello se le estaba volviendo bastante habitual, y no me molestaba porque sabía que era una excusa para volver a buscarme y concluir aquella conversación.
Mientras se monta, Elliot hace acto de presencia. Se saludan como si fueran amigos de toda la vida y marcha.
—Llegas con retraso, nenaza.
—Lo siento, mi lady.
Voy en busca de la maleta y corro hasta el coche de Ell, me ayuda a acomodar el equipaje y marchamos.
Era tan temprano que me caía de sueño, no tardé mucho en ceder ante él y caer rendida ante los encantos de Morfeo.
Despierto cuando un rayo de sol me golpea de plano en la cara, y mi semblante no debe ser muy bueno porque Ell ríe al ver mi cara:
—Despertó la bella durmiente.
—Ufff… estaba muerta de…—me interrumpe.
—¿Dónde fuiste anoche?.—me encojo de hombros. Cambio de tema:
—¿Porqué te retrasaste? ¿mucha resaca?
—Chris —hago un mohín.
—Prefiero que ni me lo nombres.
—Se cogió un “pedo” descomunal después de aquello
—No me interesa.—contesto con desgana.
—Debía tener remordimientos.
—No me interesa.—vuelvo a repetir, pero Ell hace caso omiso y sigue hablando.
—Al final cayó al agua y tuvimos que sacarlo entre dos.
—Que pena que no se ahogó.—digo entre dientes.
—De la “peonza” que tenía no podía ni salir a flote. Fue un momento bastante tenso.
—¡Qué te calles ya!.—grito furiosa. Ell me mira de reojo y sonríe de manera inapreciable.
—Nena, sé que en este momento debes odiarlo, pero… .
—¡¿Odiarlo? ¿porqué? Si no tengo razones para ello!.—contesto con ironía.
—Tenéis un problema serio.
—Él lo tiene, siempre lo ha tenido… ahora yo tam-bién… lo detesto más que nada en este mundo.
—Tenéis una tensión sexual no resuelta.—afirma rien-do. Lo miro frunciendo el ceño.
—No estás hablando en serio.
—Sí.—afirma con seguridad.
—No…estoy segura que no.
—Sí.—vuelve a responder con una seguridad que asusta.
—Para el coche.—le ordeno.
—¿Qué?.
—¡Qué pares el puto coche!
—No.
Lo miro ofuscada, y trato de que pare. Al no conse-guirlo forcejeo con él consiguiendo que nuestro trayecto sisee por la carretera desierta. Le arrebato el volante unos segundos, pero no consigo que frene. Ell estaba ten-so, nervioso… yo por el contrario estaba tan furibunda que no pensaba lo que estaba haciendo. Tomo la manilla de la puerta y la abro para saltar, Ell finalmente frena bruscamente y me bajo casi de una salto, camino por me-dio de la carretera, él sigue mis pasos dejando las puertas abiertas:
—¡¿Qué coño te pasa, Gen?! ¡¿Estás mal de la cabeza?! ¡¡¡Joder, podríamos habernos matado!!!.
—¡¿Matarnos?! ¡Ahora no bromeas tanto!.—le espeto mientras continuo caminando.
—¡¿De qué vas?!
—¡Estoy harta… harta de que “tu amiguito del alma” me joda la vida y tú le restes importancia. Harta de que sea el puto centro de las burlas gracias a él. Harta de que nadie me tome en serio!.—freno en seco y lo miro a los ojos.
—No es cierto.
—¡Claro que es cierto! ¿Qué pasó ayer?.
—Nena, yo… .
—¡Tú, ¿qué?!… sólo hablas mierda Elliot Gabor.
—¿Porqué dices eso?.—me encaro a él apuntándolo con el dedo índice :
—¡Dos fiestas… dos fiestas a las que me has invitado comprometiéndote, dos putas fiestas que prometiste estar ahí, que prometiste que no me pasaría nada, que tú me defenderías… dos fiestas de las que tuve que salir corriendo porque a ti no te importó que tu amigo del alma me joda la existencia!
—Eso no es así, sabes qué… .
—Sé qué no soy Ashley, que no soy tan importante, que no soy un Price. Pero pensé que era tu amiga, Elliot.
Vuelvo al coche dejándolo plantado con semblante extrañado, cojo mi teléfono para hacer una llamada urgente. Un tono… dos tonos… tres tonos… Nada. Lo vuelvo a intentar. Quería irme de allí. Elliot se aproxima hasta mí cambiando la cara a súplica:
—Eres mi amiga —responde en un hilo de voz.
—¡¡Cállate!!.—respiro profundo y me tranquilizo un instante- Sé que eran tus fiestas… para ti, para tu equipo, por eso no me importó dejarte margen, no soy una cría y sé que no eres mi niñero, Ell. Pero siempre me pasa algo malo y tú te limitas a hacer chistes o a justificar todo lo que hace.
Editado: 09.01.2022