Ciudad OnÍria

KHANRAS FOSTER

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Sin darme cuenta estaba sonriendo. Acepto que aquel chaval era altamente atractivo, con unos ojos oscuros que matan y a la vez dicen tantas cosas... de aquellos que llaman la atención sin quererlo, tal como pasó con Ethan, pero a diferencia de él, Rhas era extrovertido, demasiado quizás –o esa fue mi primera impresión–, ahí supe que el verano iba a ser totalmente diferente si es que volvía a cruzarse en mi camino.

Era bastante tarde cuando llego a casa, subo directamen-te a mi habitación, me ducho y me acuesto. Al revisar el móvil veo un sinfín de llamadas de mi madre, y mensajes de Elliot diciendo que necesitaba hablar conmigo, a los cuales por el momento no contesto, seguía furiosa con él. El solo hecho de haberse planteado la idea de que Price y yo… ¡¡¡ufff, Dios… de pensarlo me da escalofríos!!!, y seguramen-te ese fuera un problema menor comparado con la desilusión de sentirme el centro de todas sus burlas.

 

A la mañana siguiente, mamá y Larry se han marchado a sus respectivos trabajos, los escucho salir después de hacerme la dormida cuando mi progenitora entra en mi cuarto y me da un beso, como cuando era pequeña, después me levanto y desayuno… salgo a correr sin rumbo fijo, aunque admito que en realidad mis pies sabían donde querían ir. Al ritmo –como siempre– de The Rasmus, deleitando mis sentidos llego hasta la playa San Buenaventura State, una de las más concurridas de Ven-tura, deteniendo mis ojos sobre un grupo de surfistas, el mismo que el día anterior. Me desprendo de mis payeros y camino por la arena con ellas en la mano, hace un día estupendo, el sol baña todo con un tono dorado, y a pesar de eso no hay mucha gente aún. Me siento en una de las rocas donde golpean ligeramente las olas y me siento más relajada que nunca:

—Estoy buscando una guapa y simpática pelirroja.—dice una voz a mi espalda. Me giro sutilmente y sonrío…Sabía que era él.

—No, no la he visto.

Se acerca con el traje a medio quitar y la tabla en la mano. Empieza a acariciarse la barbilla pensativo. Planta la tabla a un costado y se sienta a mi lado rodeando sus piernas con los brazos, mirando el infinito:

—Sabía que volverías.

—Pues ya sabes más que yo.—sonríe.

—¿Eres así con todo el mundo?

—Ehhh…Rhas ¿no? Créeme que contigo soy amable.

—Créeme que te haré cambiar de actitud.—me levan-to y camino mientras le contesto con socarronería:

—Confiás demasiado en tu potencial.

—¡Sí pelirroja… no sabes de lo que soy capaz de conseguir! —grita para que lo escuche. Sonrío.

Sigo mi camino, y sin saber porqué sigo sonriendo como una estúpida. Nunca en mi vida me había ocurrido algo similar, estaba descubriendo una nueva sensación… me lleno de fuerza interior y salto de un lado a otro ha-ciendo un par de volteretas sobre la arena enérgicamente y sí, yo también estaba segura que volveríamos a vernos las caras.

 

Me animo a alquilar una bicicleta y recorro durante un par de horas la pintoresca ciudad, bajando finalmente por la calle Marriot hasta el otro lado del puente y las casas rodantes del parque móvil, luego a lo largo de las vías del tren donde los carriles para bici suben y momentos después vuelven a sumergirse y suben de nuevo, gracias a que estaba acostumbrada a montar en bici fortificando mis piernas para aguantar tanta elevación y descenso, sino quedo en mitad del trayecto. Tras devolver la bicicleta, me dirijo directamente al chiringuito de la playa, me urge algo fresco. Me acomodo en un taburete algo cansado:

—Buenos días, un refresco súper… híper… fresco.digo enfatizando en lo de “fresco” la camarera ríe.

—¿Otra vez por aquí, forastera?.

—Eso parece.—devuelvo la sonrisa.—¿Tanto se nota?.

—En realidad no, pero tengo buena memoria visual y tú rostro no es de los habituales.

—Imagino.—me sirve un granizado de mango, y lo observo dubitativa.

—Prueba, es el favorito de mi hermano.

—¿Tu hermano?.—asiente y sonríe.

—El que tienes justo detrás.—se la escapa una leve carcajada.

Me giro casi dando un salto, no lo esperaba. Rhas, empapado de agua me mira un poco tímido, mientras se peina con los dedos –sino lo veo, no lo creo–, sinceramen-te no lo esperaba. Vuelvo a mi posición inicial:

—Key, guárdamela.—entrega la tabla a su hermana y baja la cremallera del traje de neopreno dejándolo caer hasta la cintura.

—¿Me estás acosando?.—Khendra se marcha a otro lado de la barra a conversar con unos clientes, aunque era obvio que quería dejarnos solos.

—Estás en mi playa.—responde con suficiencia.

Pongo mi mano en la frente en gesto de observar todo el entorno buscando una señal, participando en su broma:

—En ningún lado vi que pusiera “Playa de Rhas”.—me encojo de hombros.

El recién llegado, sacude el pelo salpicando todo de agua y se lanza sobre la barra justo a mi lado, abre una de las neveras y saca una cerveza, acto seguido se acomoda:

—Pues estaba… lo juro.—alza una mano, y vuelve a peinarse.

—Se habrá caído.

—O se la ha llevado alguna de mis fans.

—¡Uy, claro…!.—muevo la cabeza dando un ligero golpe en la barra.—Seguro que es eso.—no puedo evitar mofarme ante el comentario.

—¡Mmm! Te acuerdas de mi nombre.—pone gesto pensativo.

—Ya ves.—me sonrojo a pesar de tratar de disimular.

—Pues no es mala señal.



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En el texto hay: amor, magia, ángeles

Editado: 09.01.2022

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