Ciudad OnÍria

SANGRE FRÍA... NEFASTO CORAZÓN

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Estacionamos en la puerta. Suspiré profundo antes de salir del coche. Rhas no soltaba mi mano, y eso me hizo sentir segura. Asiente invitándome a tomar la iniciativa.

Cruzamos el vestíbulo. Mamá y Larry se levantan como un rayo y corren hasta mí, no esperaba tal recibimiento después de todo. Mamá sujeta mi cara entre las manos:

—¿Estás bien?.—realmente se la nota preocupada. Asiento.

—Discúlpame por todo. Soy muy cabezota.

—Ahí te doy la razón.—sonríe nerviosa.

—Debes cuidar ese carácter, princesa. Acabarás con los nervios de tu madre.—prosigue Larry.—Y, gracias, Rhas ¿verdad?.

—No hay de qué, señor.—contesta mi acompañante.

—Prometo pensar las cosas antes de hacerlas. Os debo una lámpara,—intento bromear para destensar el momento.

—La lámpara es lo de menos, fue de forma inconsciente. Es el daño que puedas ocasionar a terceros con esos arrebatos.—carraspeo para que zanjen el tema. No era el momento de explicar a Rhas que soy una bomba que explota en cualquier momento ocasionando destrozos por doquier, aunque obviamente debía encontrar el momento y confesar esa parte de mí.

—Creo qué es mejor que vaya a preparar algo para cenar.—concluye mi madre, saliendo del aprieto.—Rhas ¿Te quedas a cenar?.

—No se preocupe señora por mí,

—Es lo mínimo que podemos hacer por ti.—asegura Larry. Yo me limito a poner ojitos de cachorro implorante. Sonríe de medio lado:

—Ok… pero no se ponga a cocinar a estas horas.

—Entonces, ¿llamamos por unas pizzas?.—pregunto.

—Yo iré por ellas.—se ofrece Rhas.

—Te acompaño.—digo tan rápido que casi no le había dado tiempo de concluir la frase.

—No. Mejor quédate… prometo que no demoro.—este sale decidido.

Mamá lo observa alejarse, creo notar que la agrada y eso me alegra enormemente, porque lo que es a mí, cada segundo a su lado me gustaba más.

 

 

 

(Habla Ethan)

 

«¡Joder!» gruño para mis adentros cuando veo a ese tipo salir de su casa con toda la confianza que yo jamás obtendría. Se me había adelantado, que ingenuo de mí, pensando que ganaría todo si era YO quien la llevaba de vuelta de casa, sana y salva, por andar cuidando al bobo del niño de papá. Las cosas no iban a quedarse así. Lo sigo.

Estaciona frente a un restaurante de pizzas, sin embar-go no entra, permanece en el interior de Bullitt «¿qué es-taba esperando ese risitas estúpido?». Suena mi teléfono:

Dime Capitán.

—Gené está en casa. Su “ligue” la encontró.

—Lo sé. El maldito surfero de quinta nos la está quitando, Gabor.

De pronto me sobresalto cuando el tal Rhas aparece frente a mí como un espectro. Ya no podía salir corriendo, aunque eso no era de valientes y me invadían unas ganas inmensas de hacerlo pedazos:

—¿Vas a seguirme toda la noche, Ethan?.

—El tiempo que estipule necesario para comprobar que Gené está en buenas manos.—me excuse.

—Hablemos como hombres, pero aquí no.—lo miro extrañado.—Sígueme.—sin articular palabra obedezco.

Arranco, y se introduce en el coche, lo sigo muy de cerca. Por primera vez, me dejo llevar, creo que es lo más oportuno, hablar cara a cara. No iba a consentir que un mequetrefe como él, me arrebatara lo que más me importaba en este momento.

Llegamos a un lugar apartado, solo estábamos él y yo. Me bajo de la moto, con las manos en alto, de forma pacífica –no dejo de ser un ángel, ¿o no?–, y antes de que pudiera darme cuenta recibo un golpe en la cara que me hace desvanecer «¡maldito, vaya fuerza tan brutal!» me repito. Nunca un mortal me había hecho tanta “pupa”, lo maldigo. Aquel acto hace que automáticamente, brote lo peor de mí:

—¿¡Qué coño haces?!.—me reincorporo aún algo mareado.

—¡Aléjate de ella… te lo advierto!.

—¿Yo?. No sabes lo que dices.

—Ethan Devine, sé de lo que hablo.—frunzo el ceño.

Ahora pensativo casi comienzo a ver la lógica en todo. Estaba setenta por ciento convencido de que ese cretino era uno de los vigilantes de Semyazza, «¡malditos perros!».

—Cualquier cosa que pienses hacer en mi contra, no te va a servir.—asegura.

—¿Porqué piensas que quiero hacer algo en tu contra? —sigo su juego.

—Porque lo percibo.

—El velar por su bienestar ¿es lo qué te parece que no debo hacer?.—miento.—Para empezar…—aprovecho que está más relajado para golpearlo. Era mi turno.

—¡Joder, tío!.—gruñe, lamiéndose la sangre que escapa de su labio.

—Te lo debía. ¿Quién eres?.—pregunto finalmente esperando que sea sincero, a sabiendas que un caído jamás podría serlo.

—Khanras Foster.—contesta limpiándose la sangre del labio ahora con la mano.—Créeme qué no te la llevarás.

—¿Qué coño…?.—lo miro atónito, parece qué sabe de lo que habla.

—Sé que la necesitas… pero no dejaré que te la lleves. Hablemos como personas civilizadas.—no salgo de mi asombro.

Realmente no sé a que atenerme. No parece un vigilante, ni cualquier otro caído, sin embargo percibo que sabe lo que está pasando. Desconfío, porque si no es uno de ellos, entonces es...

—Quitémonos las máscaras.—ofrece.

«¡Mierda!» me repito cuando por fin deja ver su verda-dero yo. Admito que no me esperaba algo como aquello, pero me sentí traicionado, ¿cómo era posible que me hicieran eso?:



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En el texto hay: amor, magia, ángeles

Editado: 09.01.2022

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