Ciudad OnÍria

ÁNGEL CAÍDO

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Me alejo de Rhas quien aun permanecía besándome el cuello. Me mira confuso mientras pregunto:

—¿¡Qué pasa con Ethan?!.—Rhas se rasca la nuca. Su semblante se torna duro, pero por desgracia en ese momen-to no me importa mucho. El corazón me dice que es algo grave.

—Han encontrado su moto en el agua. La arrastró la corriente.

—¿¡Qué coño estás diciendo Ell?!.

De pronto siento tal desgarro en mi pecho que se me va hasta el habla. Quedo en shock. Las lágrimas se me escapan. Rhas pregunta, preocupado por mi semblante:

—¿Gené?.

No consigo articular palabra alguna. Es en ese momento cuando soy consciente de que era lo que me había tenido inquieta toda la noche, todo el día. Aquella extraña inquie-tud que revoloteaba en mi estómago. «¡Por Dios, y yo aquí enrollándome con Rhas» me reprocho.

—Es Et…Ethan.—consigo decir a malas penas. Salgo corriendo.

—¡Nena, nena espera!.—grita Rhas, quien sale corrien-do tras de mí.

Me alcanza y me retiene del brazo, lo que produce que de manera descontrolada sufra una descarga haciéndolo emitir un grito desgarrador, soltándome en el acto:

—¡No me toques, te suplico!.

—¿¡Qué ha sido eso!?.—pregunta con los ojos fuera de órbita.

Clava sus ojos en los míos entre confuso y furioso. Lo que tanto había temido, acababa de ocurrir. Extrañamen-te arde el brazo que Rhas había sostenido, y al acariciarlo con mi otra mano vuelve a arderme, retirándola de inme-diato. Ahora la sorprendida era yo, aquello era nuevo para mí. Tenía la marca de Rhas grabada a fuego sobre mi antebrazo, dolía demasiado.

—¡Vamos, te llevaré a casa!.

—Necesito ir a… .

—¡Vamos, Gené!.—ordena bastante irritado.

Acepté aun sorprendida. Lo que menos hubiera esperado después de aquello, es que él se limitara a decir “te llevo a casa”, cuando lo lógico es que hubiera insistido en llevarme a un hospital.

Tras dejarme en la puerta, se marcha en silencio, sin despedirse, con nulo gesto hacia mi persona. Aquello me entristecía, pero no tanto como el vacío que invadía todo mi ser. Las lágrimas me ahogan tanto que me cuesta respirar.

 

Subo a mi dormitorio y cojo todas mis cosas a veloci-dad de relámpago. Mi progenitora y su esposo me miran dubitativos, aunque ella sabía perfectamente que aquel sollozo no era el habitual de un típico desamor de verano, me conocía demasiado. Me mira a los ojos y a pesar de intentar desviar mi mirada quebrada, me desplomo, y me abraza tan fuerte que siento hacerme chiquitita entre sus brazos:

—Amor, saca el coche. Nos vamos.—ordena a mi padrastro en tono apesadumbrado.

Sin más, Larry obedece desapareciendo de inmediato. Unos minutos después, estábamos camino de vuelta a casa.

Era odioso sentir repentinamente tanto dolor, ¿a quién iba a enseñarle ahora mis progresos? ¿con quién vería las estrellas desde el mirador, o me pondría la adrenalina a tope? ¿quién me iba a hacer sentir que no era un bicho raro, qué no era la única persona “excepcional”?. Aquella noticia me había roto a la mitad a pasar de nuestro mal comienzo, pero realmente sentía que Ethan era mi alma gemela, y ahora ya no estaba… lo había perdido para siempre.

 

Cuando llegamos a la zona del accidente, sin dar tiempo a Larry de parar el coche, corro en busca de alguien que pudiera aportarme algo de lo ocurrido, con mi madre siguiendo mis pasos a malas penas respirando con dificultad. Zigzagueé entre la multitud allí agolpada hasta topar con un agente que de forma inmediata me prohíbe el paso a pesar de mis suplicas, lo que me hace buscar entre los allí presentes alguna cara conocida, quizás Elliot que era quien me informó, y efectivamente lo veo con un par de amigos del equipo y un inspector en el interior del recinto precintado, hago señales para que me vea y por fin acceden a dejarme entrar.

Mi mirada se clava en la moto que estaba en una grúa medio cubierta con plásticos –lo supe por la silueta–. Ell me sostiene por los hombros al percibir mi angustia:

—Aún no encontraron su cuerpo, Gené. Puede que no sea tan mala señal.

—No lo puedo creer.—y no, en realidad, no podía creer que hubiera ocurrido aquello.

El inspector me indica que lo siga hasta dicha grúa, tengo pánico de mirar. Ethan era tan bueno conduciendo ese trasto, que era imposible que se le hubiese ido de las manos. Algo tenía que haberle pasado:

—Señorita, me comentaron que usted era muy allegada al muchacho, muy amigos.

—¿Era?.—formular aquella cuestión en pasado me producía demasiada ansiedad.

—No puedo decirla nada con exactitud. Todo está por confirmar. Sin cuerpo no hay… .

—¡Ay Dios!.

—Dada a la velocidad a la que iba, y como se encontró la moto… .

—¿Cómo saben eso?.

—El parte de atestados indica la velocidad entre otras muchas cosas, para eso están. Mire esto.

El hombre me entrega una bolsa transparente, cerrada de manera hermética con un objeto en su interior. Dudé pero finalmente supe que sí, que era de Ethan aunque no sabría decir porqué, era un a corazonada. Enmudecí al comprobar la exacta similitud al que Khanras me había regalado, el cual llevaba en mi cuello colgado: «¿Porqué eran iguales?, ¿qué tenían en común Rhas y Ethan? ¿qué me ocultaban?» y así un sin fin de preguntas abordaban mi cabeza como tratando de buscar unas respuestas que temía qué nunca llegarían.



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En el texto hay: amor, magia, ángeles

Editado: 09.01.2022

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