Ciudad OnÍria

EN LLAMAS

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«¡Mierda!» grito para mí mismo, aunque lo suficientemente alto para que Ell me escuchara. ¿Cómo era posible aquello? ¿quién era él?… un hombre, sí.

—¿Qué coño ha sido eso?.—ambos nos miramos confusos.

No salíamos del asombro. Aquel misterioso hombre deposita junto a nosotros en el suelo, a Crystal, quien per-manecía inconsciente, y se larga adentrándose en aquellas llamas que casi nos alcanzaban. Elliot trata de hacerla reaccionar con pequeñas palmaditas en la cara, yo colérico, no puedo contener la ira, golpeo repetidas veces el suelo hasta hacer que mis puños se quiebren. Tenía unas ganas inmensas de romperla la cara, yo no soy tan delicado como Ell. Estallo de ira, la zarandeo consecutivas veces hasta que Elliot me retira de un empujón y esta reacciona, pero está ausente:

—¡No la trates así!.—grita Elliot. Al parecer se habían cambiado los tornas.

—¡Por su culpa estamos así! ¡Por su culpa Gené volvió, por salvar a esta pedazo de mierda!.—señalo impetuosa.

—La culpa la tienes tú. Vas a cargar con esto toda tu miserable vida, Chris!.—me acusa Ell, bajo la atemorizada mirada de la rubia peleona quien aun parece en otro mundo, y lo peor es que tenía razón.

—¡Casi me mata Elliot. Si no es por Gené estoy caput, joder! Puede que ambos lo estuviéramos. Pero yo sigo siendo el perro aquí!.—Ell desvía la mirada a Crystal que permanece en estado de shock en el suelo.

—No es el momento para esto. Ahora no.—se me escapa un ligero gruñido. Suspiro.

—¿Y ese hombre? ¿no entiendo nada? Es imposible qué… .

—Chris, yo estoy como tú.—comenta Elliot mientras trata de levantar a la rubia.

Paralizamos tras observar al nombrado aparecer de nuevo con Gené, ahora estoy seguro que era ella –no había muchas más opciones– y la deposita también en el suelo. Inmediatamente Elliot deja a Crystal, quien poco a poco recobra la total conciencia. El desconocido se dispone a marchar, lo detengo. Necesitaba saber quien era él, como había logrado entrar y salir de aquello, y sin embargo verse ileso ante aquello:

—Cuando despierte solo dila que he vuelto a por ella. No dejaré que él se la lleve.

—Él ¿quien? ¿quién se la va a llevar?.—me dedica una sonrisa de lado y desaparece del mismo modo que llegó, entre las llamas.

Me aproximo hasta Larsson, y pesar de la negativa de Elliot, la recojo entre mis brazos, necesitaba sentirla bien. Abandonamos el lugar a pasos lentos, era obvio, tenía-mos que salir cuanto antes de allí, las llamas arrasaban todo. Elliot ayuda a Crystal, yo sostengo con fuerza a Larsson entre mis brazos. La policía acompañada de los bomberos y los servicios sanitarios nos interceptan en el camino. A Gené se la llevan en una ambulancia, no nos permiten acompañarla, a nosotros nos interrogan mien-tras curan nuestras heridas y contusiones, que no son pocas. Pese a todo, Crystal se comporta facilitando el interrogatorio:

—Pero señorita Giordano, ¿puede repetir como ocurrió?.

—Aun me siento mal. Se lo acabo de decir, señor agente. Estábamos disfrutando de un atardecer entre amigos y de pronto los coches volaron por los aires. Mis guardaespaldas no lograron salir a tiempo.—llora descon-solada.

Monta el teatrito del siglo, hasta yo me lo creo, Elliot frunce el ceño, ambos estamos cabreados, era tan típico de Crystal que me frustra. La montan en la otra ambulancia, y tras colocarla oxígeno, se marchan al hospital. Seguimos la corriente manteniendo la versión, por prudencia, esperando que lo ocurrido se quede así, su padre no tome represalias y la policía quede conforme con nuestros testimonios, al menos teníamos la certeza de que ella estaba viva, nuestra brujita. Pronto llega otra ambulancia para llevarnos a nosotros también.

 

Horas después, nos habían dado el alta a todos menos a Gené. No tardan en llegar a por Crystal, quien se va sin decir nada. Con una mirada bastaba para sentirla extraña-mente agradecida. Elliot y yo permanecemos a la espera de noticias junto a los padres de Gené, quien no han abandonado su semblante tenso.

—¿Qué es lo que ha pasado realmente? Sé que no sois los mejores amigos precisamente… más bien os aborrecéis. ¿Me podéis explicar?.

—Señora, la verdad es que…—Elliot me interrumpe.

—Fue un accidente. Gené aun no controla lo que ya sabemos.

Aquella mujer torna su rostro horrorizado. Sabíamos que podía haberla costado la vida, y sin embargo no la importó, arriesgó:

—No es cierto. Me metí en un lío y su hija quiso ayudar-me, salió mal, y ahora cargaré con ello toda la vida.—confieso. Kara se aproxima y me arrea una bofetada de aquellas que hacen arder hasta el alma.

—¡No quiero que vuelvas a acercarte a mi hija! ¡¿Me has entendido?!.

—Señora, yo….

—¡Yo nada! ¡Lárgate de aquí o te saco a patadas! Te lo advierto, Price. Reza, si es que sabes, para que salga bien de esta.—Elliot me agarra por los hombros y ambos salimos de aquella sala de hospital.

Entendía la reacción de esa señora, sin embargo no iba a alejarme tan fácil de Gené. Ahora menos que nunca. Una vez fuera del edificio, Ell trata de tranquilizarme, pero estoy furioso por como han ido saliendo las cosas. Todo lo que había avanzado, acababa de joderlo con mis putos arrebatos de sinceridad.

—Tío, es mejor que te vayas a descansar.

—Ell, no puedo. Quiero saber como está…necesito verla.



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En el texto hay: amor, magia, ángeles

Editado: 09.01.2022

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