Suena mi teléfono. Corro a atender la llamada, dudo un instante al comprobar que era Rhas, pues no estaba muy receptiva. La reaparición de Michael me trastocó los planes.
—Pelirroja, Key me pidió que te llamara. Quiere que vengas a cenar. ¿Qué opinas?.
—Obvio.—bromeo.
—¿Que sí o que no?. Ese Obvio es muy relativo.
—Obvio que sí. Me encantará.—de repente me siento muy animada.
—Entonces paso a buscarte en media hora.
—En el Mustang.—lo oigo dudar.
—Tengo algo mejor. Será una sorpresa.
Corro a ponerme algo decente, no quería ser impuntual. Sentía que Rhas era el indicado, lo supe desde el minuto cero en la playa. No podía fracasar en esta segunda oportu-nidad… Ethan no estaba, tenía que seguir adelante. Y sí, me acuerdo de Ethan porque ocurrió cuando estaba con Rhas. Su recuerdo de esa última conversación viene a mi cabeza. Me acongojo.
Mientras me termino de arreglar, Ash llama, trato de parecer ignorante ante su bomba de noticia. Pongo el manos libres mientras concluyo con mi sutil tunning:
—Nena…¡me caso!.—suelta sin anestesia. De no haberlo sabido, me habría desmallado.
— ¿¡Qué?!.—finjo.
—Qué me caso en un año. Eres una de mis damas de honor.
—¿Cómo?… yo no sirvo para eso.
—Eres mi mejor amiga, nena. Tiene que ser así.
—Para ser tu mejor amiga soy la última en enterarme.
—Ell, ¿no?.—al parecer no fingía tan bien como Elliot había asegurado.—Debí llamarte antes, pero me dijeron que habías tenido problemas, no quise atosigarte.
—¿Quién te dijo eso?.
—Chris.—enmudezco. Problemas que él me había provocado, quise decirla.—Me dijo que lo salvaste de una buena otra vez, y te mandaron al hospital.—bien, me había equivocado respecto al bocazas de su hermano. Me alegra que haya recalcado eso.
—Más bien fueron daños colaterales. Ell estaba con él.—miento. Ella parece no creerme mucho.
—Bueno, el tema es que no quería agobiarte. Sabien-do que estás disponible ya, pues no podía esperar más. Vas a flipar… esto es hermoso, nena. Cuando lo veas te enamorarás igual que yo.
—¿De Yani?.
—¡¡¡No hombre!!!.—ríe.—del país, del paisaje.—suelto una risa.
—Tengo una cita.
—¿Quién es el afortunado?.
—Rhas, se llama Rhas.
—El surfero… ya veo. ¿Ha vuelto?.
—¿Cómo lo sabes?.
—Soy su melliza, ¿recuerdas? Price me tiene al corrien-te de todo. No te lo tomes a mal.
—Tu hermanito tiene la lengua bastante suelta. Es una costumbre bastante fea.
—Cuando me contó que fue a Ventura a hablar conti-go, aunque no me explicó de qué, busqué en Google, en Facebook, hasta en Insta a ese tal Khanras Foster, y déjame decirte que es un “papacito”.—ríe de nuevo.
—¿Que has hecho qué?.
—Cosas de hermana. Tranquila, mi hermano nunca supo como era, evité que le diera un espasmo. Dije que era un piltrafa sin gracia.
—Pero.
—No hay más ciego que quien no quiere ver. Es como Ell.
—¿Qué pasa con Elliot?.
—Qué está más perdido que un pulpo en un garaje. Espero que no sea tarde cuando se de cuenta de las cosas.
—No te entiendo, nena.
—Céntrate en el surfista, es divino, aprovecha. Cuando vaya en unos días hablamos, hay mucho que contar por ambas partes, por lo que veo. Y sí, también de Ethan. Creo que aun no me he recuperado. Sigo en shock.—su voz suena repentinamente triste y melancólica.—nadie quiso avisarme. Me enteré hace un par de días cuando llamé a mis padres para darles la noticia y Price acabó dándomela a mí.
—Está bien. Creo que sería estupendo poder desaho-garnos con alguien de igual a igual.
—Sí. Pásalo bien.—Ash cuelga tras escuchar como sorbe por la nariz. Estaba llorando, lo sé.
Exactamente treinta minutos después Khanras estaba en la puerta con una preciosa moto, una moto…Ethan volvió a mi memoria como haciéndome saber que jamás se iría. Le observo mirarme como si fuera la cosa más increíble del mundo, lo que provocan miles de mariposas en mi estomago. Me había puesto un vestido corto de flores, abotonado, sencillo, fresco y ligero. Bromeo, tratando de cortar ese incómodo momento:
—¿Qué tal si cierras la boca, míster playa?.
—Lo haría si no llevaras eso puesto.—enarco las cejas.
—¿Si no lo llevara?.
—Así es… porque la tendría ocupada haciéndote otras cosas.—touche. Se me escapa una risa nerviosa. Aguardé las ganas de decirle que lo hiciera.
—Tú tampoco estás nada mal.—digo mordiéndome el labio inferior.
Llevaba puesto unos tejanos rotos en color negro y una camisa blanca desabotonada hasta la cintura. «¡Uff que calor!» digo en mi fuero interno mientras me abanico con la mano.
—¿Estás bien?…—pregunta con una sonrisa retorcida.
—Muy bien… perfecta. Vamos.—alcanzo a decir.
Avergonzada me ayuda a subir a la moto sin que se me vea hasta “la fecha de nacimiento”. Se coloca el casco después de ayudarme con el mío.
—¿Lista, princesa?.—observa hacia atrás sobre su hombro, asiento.—Agárrate fuerte.
Siento un calor sofocante en todo mi ser al poner mis manos sobre su cintura, y su trasero pegado a mi entre-pierna. Me estremezco y siento unas ganas inmensas de pedirle que nos vayamos a “cenarnos” más bien, pero no podía ser descortés con Khendra. Arranca y marchamos. No quería soltarlo.
Al llegar, me ayuda a bajar despacio. Me sostiene en brazos y no puedo soportar aquella pequeña distancia que separan sus labios de los míos. Sus ojos pasan de mis ojos a mis labios continuamente, sé que él desea besarme tanto como yo, o puede que lo haya visto en mi mirada suplicante. Una vez en suelo firme, me sostiene de la barbilla:
Editado: 18.05.2025