Paul
Aprovechando que mis sobrinas están distraídas, me escabullo hasta el despacho de Drácula. Cierro la puerta con seguro para evitar interrupciones, saco mi celular del bolsillo y hago una videollamada por WhatsApp a mis protegidos.
—Hola, Paul.
Me saludan alegremente, al verme en la pantalla.
—Hola, chicos.
Respondo, con un suspiro. Sé que la noticia que les daré no les va a gustar.
—Les quiero comunicar que en dos días tendrán a sus guardaespaldas. Estarán día y noche protegiéndolos, como les dije antes de venir a Rumania.
—¿Y quiénes son?
Pregunta Nicolás, con una curiosidad que me hace sonreír.
—Son cinco hermosas chicas que saben mucho sobre seguridad. No dejarán que nada malo les pase.
Les digo con orgullo
—Son mis sobrinas.
—¿Estás hablando en serio?
Zack es el primero en hablar. Su tono de voz es de sorpresa y desconfianza.
—Siempre hablo en serio, y lo saben muy bien
Respondo, sin cambiar mi expresión.
—¿Por qué tienen que ser mujeres? Ellas son débiles.
Insiste Zack, con un tono despectivo.
—No subestimemos a las mujeres. Ellas pueden ser más fuertes que nosotros los hombres.
Dice Lalo, el único que parece tener algo de sensatez.
—Lo dudo.
Henry, habla entre dientes.
—Ellas son más fuertes de lo que piensan.
Les aseguro, levantando una ceja
—Al conocerlas, sé que cambiarán de opinión.
—Veremos qué tal son. Si no cumplen nuestras expectativas, las despides.
Continua Henry, con arrogancia.
—Como digan. Nos vemos en dos días. Y cuidado con el desorden.
—No te preocupes, Paul. Nosotros somos unos ángeles.
Dice Luis, con una risa que contagia a los demás.
—Los conozco. Sé cómo son, así que, si me entero de que han hecho alguna travesura, estarán en serios problemas.
Advierto.
—Relájate, Paul. No haremos nada.
Habla Nicolás, con tranquilidad.
—Más les vale que no.
Insisto, con una mirada seria.
—Los dejo, que tengo que organizar todo para pasado mañana. Nos vemos.
—Adiós, Paul.
Se despiden los cinco, y la videollamada se corta.
Me quedo en silencio en el despacho de Drácula, pensando en el desafío que les espera a mis sobrinas. Sé que no será fácil, pero confío en ellas. Al fin y al cabo, son hijas de mi hermano, el vampiro más poderoso de todos los tiempos después de mis padres.
* * * * * *
Eleanor
Han sido los dos días más aburridos de la historia, una especie de encierro impuesto por mi padre para evitar que alguna de nosotras, o más bien Katherine, intente escapar. Es la única que ha estado impaciente. Su pasión por cazar mortales, sus juguetes personales, es más fuerte que cualquier orden.
Antes de partir a Londres, debo hablar con ella. Me levanto de mi ataúd, me pongo mis pantuflas y me dirijo a su alcoba. La puerta está cerrada, pero sé que está ahí. Toco tres veces, y al instante, Katherine abre. Viste un hermoso vestido negro, corto y ajustado, que resalta su figura.
—¿Qué se te ofrece, hermana?
Pregunta, con una extraña calma.
—Me gustaría hablar contigo, ¿puedo?
Le sonrío, señalando el interior de la habitación.
—Claro, adelante.
Dice, haciéndose a un lado para que entre.
Me siento en un sillón, frente a su ataúd, para estar más cómoda.
—¿A qué has venido?
Me pregunta, sentándose en la silla frente a su escritorio. Veo que estaba leyendo un libro, algo que le encanta.
—A ver cómo estás. Has estado encerrada en tu alcoba estos dos días.
—Eleanor, tú sabes mejor que nadie por qué no quiero ir a Londres.
Suspira con pesadez
—Temo que vuelva a ocurrir lo mismo que pasó con Erick.
Sus ojos se humedecen, ese recuerdo vuelve atormentarla.
—Fui a Ibiza solo para divertirme y terminé enamorada de un mortal. No sé cómo los Brasov se enteraron, pero por mi culpa lo mataron.
—No eres culpable por haberte enamorado de un mortal.
Le digo, levantándome y sentándome en el escritorio para estar más cerca de ella
—Han pasado 150 años, lo mismo no se repite dos veces.
Tomo sus manos y le sonrío.