Katherine
De los mortales que tengo ante mí, mi mirada se detiene en uno en particular. Un chico con una belleza tan irritante como su arrogancia. Su sonrisa, aunque perfecta, no me engaña. Con su cabello rizado, ojos color esmeralda y un rostro que parece sacado de un cuadro de ángeles, es demasiado atractivo. Sus grandes músculos no hacen más que alimentar mi imaginación sobre el resto de su cuerpo. Es mucho más alto que yo y su mirada desprende un egocentrismo que le resta puntos. Es, sin duda, un niño de mami, consentido y caprichoso. Su presencia se siente como un reto, y mi experiencia con Erick, mi primer amor, me advierte que él es el tipo de mortal que debo evitar.
—Este será su nuevo hogar.
Anuncia mi tío Paul, presentándonos una mansión digna de la realeza.
—Es una morada muy acogedora.
Dice Perrie.
Un chico rubio de ojos azules, muy guapo, la mira con extrañeza.
—¿Qué miras?
Pregunta Perrie, seca.
—¿Morada?
Contrapregunta el rubio.
—Sí.
Responde mi hermana, otra vez con sequedad.
—Es una palabra que no se usa.
Se mete un chico con el mismo color de ojos que yo, un aspecto israelí y un nombre que no puedo recordar.
—Nosotras lo hacemos, ¿algún problema?
Le respondo con dureza.
—Mejor no entremos en controversia.
Interviene mi tío Paul, interrumpiendo lo que podía haber sido una discusión.
—Vamos a sentarnos.
Continúa, y todos obedecemos.
La mirada de Henry, alias el niño de mami, me tiene cansada. Me estoy mordiendo la lengua para no soltar la grosería que se merece.
—Queridos chicos.
Dice mi tío, mirándonos uno a uno.
—Como ya lo saben, mis sobrinas presentes, serán parte de su cuerpo de seguridad. Eso quiere decir que no se van a despegar de ustedes ni un minuto. Serán sus sombras, y estarán día y noche viendo que nada les pase.
—Nada nos va a pasar.
Dice el niño de mami, con arrogancia.
—Estamos bien sin más gente que nos proteja, contigo es suficiente.
—Son muy famosos, lo que implica que deben tener todo tipo de seguridad. Se irán acostumbrando a esto les guste o no.
Le responde mi tío Paul con firmeza.
—Entendido.
Responden ellos al unísono.
—Prosigo.
Sigue mi tío, y nos mira a todos.
—En esta carpeta sabrán quién se hará cargo de ustedes.
Les entrega una carpeta que contiene cinco fotos e información de nosotras. La abren sin protestar.
—Pero, qué gran noticia.
Dice Henry, y su mirada se posa en mí. Desearía poder leer sus pensamientos, pero se me hace imposible. Esto es muy extraño; solo me pasa con Logan. No debería pasarme con otro hombre.
—Estaremos muy cerca.
Me comunica el niño de mami, con una mirada pícara.
—No se emocione mucho.
Le respondo, levantando una ceja.
—Puede que lo proteja, pero eso no quiere decir que estaré 24 horas del día pegada a usted.
—Eso lo veremos, gatita.
Me guiña un ojo, coquetamente. Idiota.
—Henry y Katherine, las discusiones las pueden dejar para otro día.
Nos regaña mi tío Paul.
—¿Quién dijo que estamos discutiendo?
Le pregunto, con una ceja levantada.
—Katherine, no empieces.
Me mira serio.
¿Ahora qué dije? Me encanta hacer enfadar a los demás.
—¿Que no empiece con qué?
Pregunto.
—No estoy diciendo nada.
Vuelvo a hablar.
—Katherine, te lo digo una vez y no lo vuelvo a repetir: aquí no vas a hacer lo que haces en tu casa; así que haz silencio para que podamos continuar.
Habla con seriedad. Me mira tan directamente que me siento incómoda.
—Disculpa, tío Paul. Ese acto no se volverá a repetir.
Digo con sinceridad.
—Disculpa aceptada.
Responde, y su mirada vuelve a los demás, incluyendo a mis hermanas.
—Danielle, serás la encargada de proteger a Lalo.
Dice.
—No te preocupes, tío Paul. El señor Pons está en buenas manos.
Responde Danielle.
—Esperemos que sí.
Le dice el tal Lalo mirándola fijamente.